Estas son algunas de las principales cifras del balance de cuatro años de guerra en Irak que pueden recopilarse en Internet sin esfuerzo:
Seiscientos cincuenta mil iraquíes han sido muertos en acciones de guerra o por el terrorismo. El número de heridos es simplemente incalculable.
Bajas estadounidenses: tres mil doscientos soldados muertos y veinticuatro mil heridos.
Diez mil soldados norteamericanos han desertado, de ellos cuatrocientos se hallan en Canadá a la espera de ser reconocidos como refugiados políticos.
Cuatrocientos mil millones de dólares se han invertido en la guerra, de ellos mil trescientos millones fueron desembolsados por España durante la etapa en que las tropas españolas participaron en la ocupación de Irak.
Ocho mil millones de dólares de un monto total de doce mil millones entregados como "donación" USA al gobierno de Irak a través de la Administración provisional que dirigió Paul Bremen, se evaporaron nada más llegar a Bagdad. Bremen no tiene ni una factura que los justifique.
No hay cifras oficiales acerca de los fabulosos beneficios que están obteniendo las grandes corporaciones norteamericanas, desde la Halliburton del vicepresidente Dick Cheney (que suministra a los soldados ocupantes toda la logística, incluidas las tiendas de campaña donde duermen, la ropa que se ponen y las raciones que comen), a las famosas Siete Hermanas petroleras, especialmente las texanas, que están saqueando a barra libre los pozos petrolíferos iraquíes, pasando por las empresas especializadas en "reconstrucción civil" (que obtienen a dedo descomunales contratos de construcción de edificios e infraestructuras) y las de "seguridad privada", que facilitan mercenarios encargados del trabajo sucio en materia de "orden público".
La guerra de Irak es ya la guerra de las corporaciones norteamericanas. Todas se han apresurado a sacar tajada siquiera sea publicitaria, aunque en la mayoría de los casos han preferido implicarse de hoz y coz y rapiñar directamente sobre el terreno.
Ello es posible porque, como escribió John K. Galbraith en sus últimas aportaciones, los políticos y altos funcionarios del gobierno de EEUU son hoy meros empleados de las grandes corporaciones, en cuyos consejos directivos han figurado hasta el momento mismo de incorporarse a la Administración Pública y con los que siguen manteniendo vinculaciones tan estrechas como los hilos que unen a la marioneta con su operador.
Más que unos símbolos nacionales desfasados, el ejército norteamericano debería empezar a lucir sobre los uniformes y el material que usa los logotipos de quienes son los esponsors de la guerra y accionistas destacados de esta primera gran aventura empresarial del siglo XXI.
1 comentario:
Que poca vergüenza tienen estos americanos y sus amigos (españoles incluidos). Me han venido a la memoria las palabras de Ana Palacio cuando decía que a los españoles se les pasaría el enfado por la guerra cuando pagaran la gasolina un poco más barata.
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