Un día tres brujas escocesas le prometieron a Macbeth el poder y la gloria; así al menos lo explicó Shakespeare hace cuatro siglos. Tras dejar una pila de cadáveres por el camino Macbeth accedió efectivamente al poder y la gloria, aunque por un tiempo más limitado del que él y su ambiciosa esposa preveyeron, al haber hecho una equivocada interpretación respecto del vaticinio de las brujas y de las condiciones que garantizaban la durabilidad del invento. Más recientemente otras brujas -castellanas ellas, con alguna galaica incrustada en el equipo-, prometieron a un mindundi vallisoletano, un tal Aznar López, el poder, la gloria y la herencia del Padre Fundador, que contra lo que algunos creen no fue Manolo Fraga sino el general Franco.
Durante ocho años Aznar libó hasta las heces el poder, la gloria y la herencia, incluidos algunos pellizcos sustanciosos al patrimonio del Estado (véase la imperial boda de Anita Aznar con Tarik Agag en El Escorial), hasta que una mañana de marzo se cruzaron en su camino unos malditos trenes cargados de obreros y de explosivos, y tres días después los españoles entronizaban en vez de a su marioneta, tal como debía haber ocurrido según las previsiones sucesorias ajustadas por el dedazo aznarino, a otro chico provinciano a quien en su propio partido, el PSOE, llamaban por aquél entonces "Bambi". Aznar jamás nos lo perdonó a sus conciudadanos.
No acaban ahí los paralelismos entre el destino del rey escocés y el líder de la (extrema)derecha española. Mío Cid Aznar, el estadista de Quintanilla de Onésimo, también se semeja a Macbeth en que nunca cabalgó solo. A su vera ha ido siempre una mujer-mujer, una hembra de las de antes de la guerra (de antes de cualquier guerra), de nombre Ana Botella, para la cual peras y manzanas no se pueden mezclar jamás entre sí, al modo en que no se puede permitir que se unan maricones con maricones y tortilleras con tortilleras, qué ocurrencias tienen algunos, Señor, pues el santo matrimonio es una cosa instituida directamente por Dios para dar sentido a la unión de un solo hombre con una sola mujer. Todo lo demás es vicio y bellaquería, y conductas indecentes propias de progres, masones, protestantes, judíos y rojos de todo pelaje.
En realidad Lady Macbeth tiene toda la pinta de que a ella estas cosas de la religión en general y de la institución del santo matrimonio en particular, le importan algo menos que un pedo; lo de las manzanas y las peras quizá sí responda a esquemas mentales propios. En todo caso la tipa es lo suficientemente lista como para saber que si uno sabe surfear la ola encima de semejante discurso, hay una abundante grey aguardando a ser pastoreada. Su esposo ya tuvo experiencia en eso, y le fue francamente bien.
Y ahora Ana Botella quiere ser la "Hillary Clinton" de la (extrema)derecha española. La provinciana de jeta y andares caballunos ("los hombros más hermosos de España", babeó hace algunos años uno de sus lameculos de cámara, Pedro J. Ramírez), la misma que recién instalada como Primera Dama del país (así se hacía llamar y tratar, en detrimento de la reina de España), tuvo la ingenuidad de declarar que a ella la seguía vistiendo su modista de "toda la vida" de Valladolid (obviamente fue antes de que empezara a arrambar por la cara con cuanto trapo de lujo le apetece, so capa de salir en "¡Hola!" y hacer publicidad a sus diseñadoras amén de cobrar ella un buen dinero por el pase de modelitos continuo), esa misma individua codiciosa y altanera, rencorosa y de muy mal pronto, es la que piafa ahora impaciente como una yegua de carreras en la línea de salida de un gran derby, el que pronto se correrá por el liderazgo de la extrema derecha parlamentaria española. Y es que junto a la Botella pretender participar -y ganarle- otra hembra-hembra tan taimada y correosa como ella, Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad madrileña, y un petrimetre vanidoso y "centrista" a quien los Aznar-Botella odian a muerte: el actual alcalde madrileño, Alberto Ruiz Gallardón.
En esa carrera Lady Macbeth lleva cierta ventaja aún antes de que se hayan abierto los cajones. Por seguir con el símil hípico, cualquier día de éstos Gallardón aparecerá políticamente degollado en una cuadra cualquiera, y es muy posible que a la Aguirre la tiren de la montura apenas suene el disparo de salida.
Y es que ya nos enseñó Shakespeare que tratándose de Lady Macbeth, el veneno y el puñal son compañeros inseparables de la ambición política.
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