Ayer participé en un programa de COM Ràdio promocionando "Todos los blancos son feos", en respuesta a la amable invitación que me hizo la gente que hace "Geografies", el programa de viajes de esta cadena catalana.
No es la primera vez que participo en programas de radio de esa casa, que aglutina a la red de emisoras locales mantenida por la Diputación de Barcelona. Confieso cierta debilidad por esta cadena, con cuyo proyecto ideológico y profesional me he identificado siempre plenamente.
En sus orígenes, COM Ràdio nació como una alternativa informativa y de entretenimiento catalana y en catalán a la abrumadora presencia de Catalunya Ràdio, la cadena oficial de la Generalitat de Catalunya, en un dial radiofónico saturado de emisoras vinculadas de una u otra forma al aparato gubernamental catalán. Hasta fecha de hoy, la COM -como se la conoce popularmente- ha mantenido ese perfil gracias sobre todo al extraordinario equipo de profesionales con el que cuenta.
Frente al despliegue ideológico conservador-nacionalista que Catalunya Ràdio ha mantenido desde sus inicios, COM Ràdio representa una apuesta clara -modesta en cuanto a medios, pero ilusionante por su misma existencia- de neto origen y vocación municipalista, vinculada además a la izquierda plural; algo que en el escenario mediático catalán resulta políticamente incorrecto y casi exótico, dado que este sector lleva décadas apacentándose en el pujolismo más ortodoxo incluso tras la llegada al poder del Tripartito.
Tras años de presencia y servicio en la radiodifusión catalana COM Ràdio atraviesa en estos momentos una fuerte crisis, consecuencia del desinterés que por su futuro han mostrado sus rectores políticos una vez alcanzada la Generalitat y, a través suyo, supuestamente, el control de Catalunya Ràdio (nada más lejos de la realidad, ya que la cadena radiofónica oficial de la Generalitat continúa, impertérrita, anclada en su papel de difusora del nacionalismo conservador catalán). En ese sentido, la salida abrupta de COM Ràdio de profesionales de la trayectoria y el prestigio de Joan Barril o Silvia Cóppulo se inscribe en la grosera concepción instrumental de los medios que algunos políticos de izquierdas, al menos los que rigen la Diputación de Barcelona, comparten con sus homónimos de derechas.
Que COM Ràdio llegara a desaparecer sería un desenlace muy negativo no sólo desde el punto de vista de la variedad y calidad de la oferta radiofónica catalana; también un grave error político del que sus responsables no tardarían en tener que arrepentirse. Nadie va a conseguir modificar las "prestaciones ideológicas" de Catalunya Ràdio, en la medida en que ése medio fue concebido por completo para la función que cumple: ser altavoz del pujolismo, entendido no tanto como opción política concreta sino como verdadero universo ideológico y mental de una parte de la sociedad catalana que intenta proyectarse e imponerse sobre la totalidad.
Claro que para que el actual señor presidente de la Diputación de Barcelona y algunos de sus colaboradores entendieran estas cosas, deberían tener una sensibilidad política y también humana de las que, al menos en el caso de COM Ràdio, han dado sobradas muestras de carecer.
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