Durante casi todo el siglo XIX y buena parte del XX, se usó la expresión "cura de Satanás" para referirse a aquellos miembros del clero que pese a invocar una supuesta misión evangélica sobre la tierra, en realidad servían con sus palabras y sus acciones a lo más negro y criminal de la reacción española. Tal actitud ha sido históricamente, por desgracia, la mayoritaria entre los clérigos españoles hasta bien avanzado el siglo pasado, y aún hoy parece tener un amplio número de adeptos tanto entre la infantería eclesiástica como sobre todo entre sus altos mandos.
Curas de Satanás fueron obviamente los que acompañaban y aún lideraban las partidas carlistas durante las tres guerras civiles decimonónicas, excitando y participando en las matanzas de enemigos prisioneros y civiles indefensos, tal y como volvería a ocurrir durante la guerra de Franco en 1936-1939, y también aquellos que durante la Semana Trágica de Barcelona (1907) se subían a los tejados de iglesias y conventos para disparar desde allí a mansalva contra la gente que circulaba por las calles o montaba guardia en las barricadas.
El cura de Satanás tiene pues una larga tradición en la extrema derecha española.
A quienes crean que todo esto ya sólo forma parte del pasado y no tiene más acomodo que el de los libros de Historia, viene el señor obispo de Huesca, don Jesús Sanz, a desmentirlos con toda rotundidad. El máximo responsable eclesiástico del rebaño oscense se ha despachado este domingo con una carta pastoral de toma pan y moja. En ella el obispo Sanz relaciona si tapujos al Gobierno de Zapatero con los atentados del 11-M, afirmando que "la sospecha les mira". No se detiene ahí el veraz y caritativo pastor, que no se priva de llamar "traidores" a quienes según él "manchan el nombre de la paz y la piedad convirtiéndolo en moneda de cambio", aludiendo nada elusivamente a la concesión de prisión atenuada a De Juana Chaos; probablemente el obispo Sanz considere que matar a seiscientos mil iraquíes resulta una contribución a la paz y un gesto de piedad infinitamente superior a salvar la vida de un solo ser humano, aunque sea un criminal como De Juana. Pero ya se sabe que entre la doctrina que explicaba Jesús de Nazareth y la praxis de quienes dicen representarle en la Tierra ha habido históricamente un abismo insalvable, del que en España hemos tenido lucidos ejemplos desde la Inquisición a la Cruzada Nacional de 1936.
En esa supuesta situación, con una España gobernada por un puñado de traidores "hasta el egoísmo más desleal" que quieren "camuflar el chantaje del que siendo rehenes ellos mismos, nos hacen víctimas a todos los demás", el señor obispo de Huesca rechaza la "consigna de un nuevo pásalo" que el Gobierno "repite sin parar, sin pausa y con mucha prisa" queriendo dar a entender que "hemos salvado la vida a un asesino(...), le hemos salvado la vida porque defendemos la vida". Entre paréntesis, parece que en los ambientes de extrema derecha y como se deduce de la alusión concreta que hace el señor obispo, aún les escuece el "¡pásalo!" que movilizó a tantos ciudadanos en defensa de la verdad y la justicia la tarde del 13 de marzo de 2004.
Naturalmente los males de España tienen remedio. El obispo Sanz lo encuentra entre los "ciudadanos de bien" que salieron el sábado a la calle, gentes que "que no quieren asistir impávidos al espectáculo que algunos gobernantes nos brindan en el pim-pam-pum de la feria del disparate político". Jesús Sanz remata su planfleto ironizando sobre que el argumento "en defensa de la vida" será utilizado por el Gobierno en el futuro "ante la eutanasia que viene" o para actuar contra "quienes quieren una educación no ideologizada para sus hijos" (esto último debe de ser un lapsus del señor obispo, pues lo que se está reclamando es precisamente que deje de lavarse el cerebro a los niños en los colegios con la enseñanza obligatoria de la religión del obispo Sanz).
El presidente aragonés, Marcelino Iglesias, ha manifestado su sorpresa por la pastoral del señor obispo de Huesca. "No estábamos acostumbrados a un compromiso político tan intenso de un obispo". Se conoce que el señor Iglesias es bastante joven y no ha conocido los tiempos en que el "compromiso político" de gente como el obispo Jesús Sanz pasaba por bendecir los asesinatos perpretrados por el régimen franquista, a cuya sombra medró y prosperó la Iglesia católica como no lo hacía desde los tiempos de Felipe II. Quizá es que Marcelino Iglesias en tanto que oscense estaba acostumbrado al hacer del obispo anterior de la sede altoaragonesa, Javier Osés, un hombre que en sus primeros tiempos al frente del obispado se distinguió por sus posiciones progresistas hasta que las presiones, los años y el desencanto personal le llevaron a un silencio discreto, al margen de las algaradas ultrarreaccionarias en las que gustan participar Sus Eminencias y a las que su sucesor se ha lanzado al parecer de hoz y coz.
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