Si un observador foráneo sin otros datos que los que obtuviera en Madrid generalizara la situación de esa ciudad a todo el país, sacaría la conclusión de que España entera vive en un estado de preguerra civil en el que en cualquier momento se va a disparar el primer tiro.
Conclusión errónea, como bien sabemos los que habitamos fuera de Madrid y de su área de influencia directa, que por cierto somos la inmensa mayoría de los habitantes del país. Es así que la mayor parte de la ciudadanía española sigue perpleja y algo inquieta el hervor frenético de la vida política y social madrileñas, que por otra parte en poco o en nada afecta a sus afanes y problemas cotidianos, ni siquiera en el ámbito político.
Conclusión errónea, como bien sabemos los que habitamos fuera de Madrid y de su área de influencia directa, que por cierto somos la inmensa mayoría de los habitantes del país. Es así que la mayor parte de la ciudadanía española sigue perpleja y algo inquieta el hervor frenético de la vida política y social madrileñas, que por otra parte en poco o en nada afecta a sus afanes y problemas cotidianos, ni siquiera en el ámbito político.
No les afecta salvo, eso sí, que por desgraciado destino algún asunto de la índole que sea tenga que "pasar por Madrid". Entonces sí, entonces el asunto y quien tenga que ver con él se ven lanzados a la vorágine del gigantesco caldero incendiado en que se ha convertido la Villa y Corte, y una modesta iniciativa local, por ejemplo, puede incluso terminar convertida en un missil tierra-aire de los que se están empleando con profusión en estas jornadas.
Comprenderán que no es España la que vive aislada de Madrid, sino ése Madrid fachorro y crispado el que vive aislado del resto de España. Convertida en campo de batalla -por ahora verborreico- de la ultraderecha, la capital española ha regresado a través del túnel del tiempo a las épocas más negras de su historia. Mientras en Barcelona se discute sobre la mala gestión de la red de cercanías de Renfe, en Valencia sobre la urbanización salvaje del territorio, en Zaragoza sobre la puesta en marcha de una plataforma logística de ámbito peninsular, o en Santiago sobre cúal será el contenido que tendrá el nuevo Estatuto de Autonomía gallego, en Madrid todos los esfuerzos se concentran en una guerra civil verbal y mediática impulsada por el Partido Popular a la que se ha sumado entusiásticamente el franquismo extramuros del sistema.
Definitivamente Madrid -ése Madrid- no es España, no la representa en modo alguno. Los madrileños deberían comenzar a rebelarse contra el uso y abuso de su ciudad que hace la derecha española guerracivilista.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo. En Madrid es difícil irse a tomar un café sin escuchar los gritos de algún ultra (ayer, en la cafetería de al lado de mi trabajo, una mujer agitaba El Mundo gritando que "Zapatero es un traidor y su abuelo fue un traidor"). Yo he lanzado una iniciativa de lucir en nuestras solapas un cartelito en el que ponga "Paz y diálogo en mi nombre sí" en respuesta al lazo azul que ahora luce Acebes, pero creo que es urgente que los demócratas salgamos a la calle para mostrar que no hay un solo Madrid, ultra, católico y casposo.
En ello estamos. Un saludo,
hugo
Publicar un comentario