viernes, 30 de marzo de 2007

De criminales a pacifistas: la paradoja irlandesa


Resulta impresionante ver a dos viejos criminales, dos auténticos promotores del terrorismo como han sido los señores Ian Pasley y Gerry Adams, sonreír a la cámara tras firmar un nuevo "documento histórico" que al parecer, representa por fin un "paso decisivo", y esperemos que real, hacia la paz en irlanda del Norte.

Digo que resulta impresionante porque si hay dos personas que encarnen precisamente la antítesis del pacifista son precisamente estos dos caballeros. No diré que por causa suya exclusivamente haya vivido el Ulster décadas de violencia sectaria, pero sí que ambos han sido actores principales en esa obra a cuyo cartel han prestado de buen grado algo más que su rostro.
La intolerancia, el fanatismo, la obcecación y el crimen sectario tienen su Sumo Sacerdote en el pastor Ian Pasley, un ministro del Señor al que asesinar personas por el mero hecho de ser católicos le parece un servicio a la comunidad y a Dios. Pasley ejemplifica como pocos esa raza de humanoides descendientes de Torquemada que encubren bajo la una sotana o el clergyman un corazón de piedra y un cerebro de lobo.

Frente a él, Gerry Adams y sus maneras suaves y contenidas, con las que esforzadamente intenta disimular un temperamento colérico, autoritario y probablemente no menos obcecado que el de su rival/complementario Ian Pasley. Durante años, Adams ha fingido ser un político homologable, ansioso de pasear corbata y maletín por un Parlamento cualquiera, cuando en realidad conducía con puño de hierro la actividad criminal del IRA.

Resulta que después de décadas de oficiar sangrientos sacrificios humanos, este Jano bifronte que es el Dios del Terrorismo sectario norirlandés –Adams y Pasley, Pasley y Adams, tanto monta-, ha decidido tomar la vía de la paz llevando una ramita de olivo en la mano y una sonrisa inmaculada en los labios. Algunos ingenuos creen que el mismo Jesucristo, en cuyo nombre tantas barbaridades han cometido los dos, ha comenzado a inspirarles a ellos y a sus secuaces pensamientos de reconciliación y amor; la realidad es, empero, mucho más prosaica.

Ocurre simplemente que a los dos bandos les han cortado la financiación y que simultáneamente, han ido perdiendo los apoyos externos de los que gozaban. A partir de los años ochenta, el IRA ha visto disminuir progresivamente las complicidades políticas y cegarse las fuentes de ingresos que disfrutaba en EEUU desde su fundación. A raíz del 11-S, la mano que mecía los hilos de esa organización simplemente decidió echar el cierre al negocio; el patrón tiene ahora cosas más importantes en las que pensar y donde invertir sus recursos. Y es que en tiempos de terrorismo global y geoestrategias de altos vuelos, los terrorismos locales pierden todo sentido y se convierten en una rémora del pasado.

Al terrorismo unionista le ha sucedido tres cuartos de lo mismo: desasistidos por la policía y el Ejército británicos –de quienes fueron durante décadas cuerpos auxiliares para los trabajos sucios-, los paramilitares protestantes no han tenido asimismo otro remedio que avenirse a recorrer la senda de la paz. El Gobierno de Londres ya no es un aliado fiable en su retaguardia, y conociendo la manera histórica de resolver estos líos que tienen los británicos, nadie les garantizaba a los unionistas que no iba a producirse una salida precipitada de las tropas en cualquier momento, abandonándoles a su suerte ante la mayoría católico-republicana.

Ahora la desmovilización de las respectivas bandas pasa por la entrega de las armas y el diseño de salidas profesionales para sus integrantes. La creación de un aparato político-administrativo autonómico capaz de asegurar un porvenir laboral e ingresos estables a los dirigentes más significados y a las "plantillas de personal" a sus órdenes, ya está en marcha desde hace algún tiempo. Sin embargo, la formación de una nueva policía, refundada sobre la base de la integración en ella de los católicos, ha dado un resultado más bien regular. Los problemas no se solventan sólo firmando papeles.

De todos modos comienza a quedar atrás un baño de sangre sectario-patriótico que se se remonta nada menos que a la Edad Media, pero que en el último medio siglo ha alcanzado el nivel de verdadera carnicería. Desde aquellos tiempos brumosos en que Irlanda era gobernada por clanes guerreros a hoy, los miembros de ambas comunidades enfrentadas -celtas y anglosajones, católicos y protestantes, republicanos y unionistas-, han nacido, crecido y vivido en el odio al otro, al que han matado o por el que han sido muertos a la menor oportunidad.

Una Historia así es un pecado que debería lavarse lo antes posible. Aunque el precio a pagar comporte cerrar los ojos y otorgar el Nobel de la Paz a dos reputados asesinos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sea como sea, parece que van por el camino del clásico pelillos a la mar. Aunque yo no me fiaría lo más mínimo, ya que estas situaciones de enfrentamientos interesados, acostumbran a quedar mal cerrados y de una forma u otra acaban por resurgir, especialmente cuando a una de las facciones le interesa.
Guardando las distancias, lo compararía con la estrategia actual de la derecha española, completamente volcada a labores golpistas, propias de la ultra derecha, treinta años después de una transición de pelillos a la mar.
Saludos

Joaquim dijo...

Tienes toda la razón al afirmar que un proceso como el irlandés no ofrece ninguna garantía de que no vuelva a reabrirse otra etapa violenta de aquí a algunos años.

Veremos qué ocurre cuando la comunidad protestante tenga que empezar a ceder en serio poder político, económico y social, y también cuando la Iglesia romana y los irredentistas republicanos comiencen a perder peso entre los católicos a medida que estos vayan mejorando su calidad de vida y cambiando sus esquemas mentales.