Parece claro que a los andaluces la cuestión de la autonomía política no les quita el sueño. Al menos, es evidente que no les empuja a las urnas.
Apenas uno de cada tres andaluces (el 36%, exactamente) se ha sentido motivado para votar en el referéndum al que se ha sometido el proyecto de nuevo Estatuto para Andalucía.
De los que han votado, nueve de cada diez lo han aprobado (el 87%) y solo el 9’5% de quienes han acudido a las urnas ha votado en contra. Sobre censo, de cada 100 andaluces unos 30 han votado a favor del Estatuto (opción defendida por PSOE, PP e IU). En contra (opción defendida por los nacionalistas de todos los colores, singularmente el Partido Andalucista), ha votado aproximadamente uno de cada treinta andaluces; el fracaso del nacionalismo andaluz –un fenómeno político imitativo y totalmente exógeno a la región-, no puede ser más estruendoso.
También Chaves, el presidente andaluz, ha fracasado con rotundidad. Este Estatuto era su apuesta personal, y del grado de apoyo que obtuviera en las urnas dependía su fortaleza ante Rodríguez Zapatero. Chaves es el último de los barones territoriales del PSOE que conserva cuotas importantes de poder en el partido; no cabe duda de que vistos los resultados obtenidos, muy probablemente será por poco tiempo.
Resulta insoslayable la comparación con lo ocurrido tras la aprobación en referéndum del nuevo Estatut de Catalunya hace apenas unos meses. En aquella ocasión se criticó duramente el Estatut catalán, del que se dijo era una apuesta personal de un errático Maragall, quien habría embarcado a los catalanes en un proceso de reforma estatutaria innecesario. Se cuestionó las "malas compañías" (ERC) en las que supuestamente andaban los socialistas catalanes tanto en el Gobierno autónomo como en la redacción del Estatut. Se cuestionó incluso la legitimidad del producto final, por haber acudido a las urnas del referéndum "sólo" el 49% de los electores catalanes (trece puntos más que los votantes habidos ahora en el referéndum andaluz, sin embargo). Y en fin, se satanizó su contenido aún después de haber sido convenientemente "cepillado" en Las Cortes según acreditadas técnicas de ebanistería política.
Hay que dejar constancia de que una de las voces solistas más insistentes y sobresalientes en el coro de descalificaciones y en la exigencia de responsabilidades, incluida la recomendación al President catalán, Pasqual Maragall, para que no optara a la reelección, fue precisamente la de Manuel Chaves, presidente andaluz y último barón territorial socialista con poder.
Y sin embargo todo eso no ha sido óbice para que casi a renglón seguido Manuel Chaves se embarcara en la redacción de un nuevo Estatuto de autonomía para su región, que nadie en Andalucía le había pedido. Tampoco ha sido obstáculo para que "su" Estatuto contenga cuarenta artículos literalmente copiados del texto "rompedor de España" e "insolidario" que era el Estatut catalán, ni para que el socio preferente en el proceso de redacción y aprobación del Estatuto andaluz haya sido nada menos que el Partido Popular, la extrema derecha española. Hay que recordar que el PP ha llevado al Tribunal Constitucional, entre otros, doce artículos del Estatut catalán que literalmente están en el Estatuto andaluz, al que si embargo ha dado apoyo total.
En síntesis, el proceso andaluz ha dejado patente la absoluta falta de coherencia de los ultraderechistas y de su aliado en este lance, Chaves.
Una campaña anodina y plana, abordada por los partidos como un trámite insustancial apenas aprovechado para presentar candidatos a las próximas elecciones municipales, culminó esta colección de despropósitos y ha servido de prólogo a una jornada electoral que, como no podía ser de otra manera, marca un hito en la historia de la abstención en los procesos electorales andaluces.
Tras la jornada del 18 de febrero queda claro que en Andalucía puede interesar la autonomía administrativa, que ciertamente ha llevado algunas mejoras a la vida cotidiana de la gente -aunque bastantes menos de las que ha aportado la inversión del Estado-, pero la autonomía política es algo conceptualmente ajeno a la mentalidad política andaluza. Manuel Chaves ha intentado encastillarse como barón territorial apelando a un sentimiento inexistente, y lógicamente ha fracasado. Algunas de sus proclamas electorales han sido patéticas: en televisión se le ha visto gritar en un mitin que "los catalanes han tenido el Estatuto que les ha dado la gana, y los andaluces vamos a tener el Estatuto que nos dé la gana". Ocurre que Manuel Chaves trabajó, y mucho, para dejar en cueros el Estatut catalán, y que encima se ha permitido luego clonar el texto y apropiárselo para su región. Los andaluces, que son un pueblo antiguo y sabio, han tomado nota de tantas contradicicones y despropósitos.
Tras el descalabro personal sufrido por el presidente Chaves con el referéndum de su Estatuto, el PSOE andaluz debería comenzar ya a buscar otro candidato para las autonómicas andaluzas del año próximo, en estricta aplicación de la doctrina que el propio Chaves diseñó y pregonó para Pasqual Maragall. Solo hace unos meses que Chaves y otros tenores políticos y mediáticos a izquierda y derecha tronaban contra el anterior President catalán cuyo defenestramiento exigieron sin rebozo: "Maragall debe hacer frente a sus responsabilidades por tanto disparate, y no volver a presentarse", se dijo entonces.
Pues bien, ha llegado el momento en que Manuel Chaves se aplique el cuento y abandone la política. Antes de que Zapatero le eche.
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