Leo en IZARONEWS un interesante artículo sobre Julián Zugazagoitia y su libro “Guerra y vicisitudes de los españoles”, modélico libro de memorias y una de las obras capitales sobre la Guerra de España.
Socialista y vasco, el bueno de Zuga, como se le conocía popularmente, fue un brillante intelectual y un dirigente político de categoría, pero por encima de todo su verdadera vocación y oficio fue el periodismo. Dirigió EL SOCIALISTA y escribió montones de artículos en los que probó su indiscutible agudeza y sus dotes de observación. Sin embargo también era hombre de carácter fuerte y prejuicios arraigados, y ello le llevó a una cruda polémica política con otro personaje central de aquellos años, el presidente catalán Lluís Companys, polémica cuyo desarrollo y conclusión dan qué pensar vistas como están de nuevo las cosas en España.
Ocurrió que tras el 6 de octubre de 1934 y la aventura tragicómica de la proclamación de la República Catalana –gesto al que el President se vio arrastrado contra su voluntad por individuos que no dudaron en poner tierra de por medio al fracasar la asonada-, Companys hubo de pechar con las consecuencias –como le recordaría él mismo al vencido general Goded apenas año y medio después, el 19 de julio de 1936-, y como consecuencia, dio en la cárcel con una condena a cadena perpetua. Zuga escribió entonces en EL SOCIALISTA durísimos artículos contra Companys, al que tachó de aventurero irresponsable, y recibió contestación del dirigente catalán en idénticos términos. Fue una polémica desagradable, de esas que dejan poso en los protagonistas.
Tras las elecciones de febrero de 1936 Companys y sus compañeros salieron de la cárcel y volvieron a la actividad política e institucional. La guerra iniciada a causa del fracasado golpe de Estado militar del 17 de julio siguiente, llevó a Zuga a importantes cargos en los sucesivos gobiernos legítimos españoles. Que se sepa, los destinos de uno y otro no volvieron a cruzarse hasta algunos años más tarde, ya acaecida la derrota republicana y habiéndose refugiado ambos en París.
Tras la caída de Francia en el verano de 1940, Franco pidió a sus socios nazis que le fueran entregados los más significados dirigentes republicanos que pudieran capturar los alemanes. Es así como La Gestapo arrestó y entregó a la policía política española a, entre otros, Companys, Zugazagoitia, el ex ministro anarquista Joan Peiró y Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Azaña. Entre paréntesis, hay que anotar que al parecer, cuando La Gestapo entregó a Lluís Companys a los policías españoles les hicieron firmar un documento conforme lo recibían “intacto”; las palizas salvajes llegarían más tarde, ya en territorio español y a cargo de funcionarios policiales franquistas.
En el traslado en automóvil de Companys desde Hendaya hasta Madrid, hubo una parada para hacer noche en Burgos. Llevado a un centro de detención, azares de la vida o bromas del destino hicieron que se metiera a Companys en una celda que ocupaba Julián Zugazagoitia, también en camino a Madrid.
Por una noche los dos hombres compartieron el reducido espacio de la celda y la vela insomne propia de quienes, muy probablemente, sabían que iban a morir. Algún tiempo más tarde Zuga contó que Companys y él pasaron la noche entera conversando (ahora se diría “dialogando”) acerca de todo: del pasado, de los errores cometidos, y sobre todo, del futuro, de proyectos para cuando retornara la democracia a España. Al amanecer, Zuga y Companys de despidieron con un abrazo silencioso. Al presidente catalán lo llevaron a Barcelona, donde sería asesinado muy poco después en los fosos de Montjuïc. A Zugazagoitia le asesinaron algo más tarde, y aún tuvo tiempo de visitar otras prisiones y encontrar otros compañeros a los que narró esta historia.
La moraleja creo que está al alcance de cualquiera.
Socialista y vasco, el bueno de Zuga, como se le conocía popularmente, fue un brillante intelectual y un dirigente político de categoría, pero por encima de todo su verdadera vocación y oficio fue el periodismo. Dirigió EL SOCIALISTA y escribió montones de artículos en los que probó su indiscutible agudeza y sus dotes de observación. Sin embargo también era hombre de carácter fuerte y prejuicios arraigados, y ello le llevó a una cruda polémica política con otro personaje central de aquellos años, el presidente catalán Lluís Companys, polémica cuyo desarrollo y conclusión dan qué pensar vistas como están de nuevo las cosas en España.
Ocurrió que tras el 6 de octubre de 1934 y la aventura tragicómica de la proclamación de la República Catalana –gesto al que el President se vio arrastrado contra su voluntad por individuos que no dudaron en poner tierra de por medio al fracasar la asonada-, Companys hubo de pechar con las consecuencias –como le recordaría él mismo al vencido general Goded apenas año y medio después, el 19 de julio de 1936-, y como consecuencia, dio en la cárcel con una condena a cadena perpetua. Zuga escribió entonces en EL SOCIALISTA durísimos artículos contra Companys, al que tachó de aventurero irresponsable, y recibió contestación del dirigente catalán en idénticos términos. Fue una polémica desagradable, de esas que dejan poso en los protagonistas.
Tras las elecciones de febrero de 1936 Companys y sus compañeros salieron de la cárcel y volvieron a la actividad política e institucional. La guerra iniciada a causa del fracasado golpe de Estado militar del 17 de julio siguiente, llevó a Zuga a importantes cargos en los sucesivos gobiernos legítimos españoles. Que se sepa, los destinos de uno y otro no volvieron a cruzarse hasta algunos años más tarde, ya acaecida la derrota republicana y habiéndose refugiado ambos en París.
Tras la caída de Francia en el verano de 1940, Franco pidió a sus socios nazis que le fueran entregados los más significados dirigentes republicanos que pudieran capturar los alemanes. Es así como La Gestapo arrestó y entregó a la policía política española a, entre otros, Companys, Zugazagoitia, el ex ministro anarquista Joan Peiró y Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Azaña. Entre paréntesis, hay que anotar que al parecer, cuando La Gestapo entregó a Lluís Companys a los policías españoles les hicieron firmar un documento conforme lo recibían “intacto”; las palizas salvajes llegarían más tarde, ya en territorio español y a cargo de funcionarios policiales franquistas.
En el traslado en automóvil de Companys desde Hendaya hasta Madrid, hubo una parada para hacer noche en Burgos. Llevado a un centro de detención, azares de la vida o bromas del destino hicieron que se metiera a Companys en una celda que ocupaba Julián Zugazagoitia, también en camino a Madrid.
Por una noche los dos hombres compartieron el reducido espacio de la celda y la vela insomne propia de quienes, muy probablemente, sabían que iban a morir. Algún tiempo más tarde Zuga contó que Companys y él pasaron la noche entera conversando (ahora se diría “dialogando”) acerca de todo: del pasado, de los errores cometidos, y sobre todo, del futuro, de proyectos para cuando retornara la democracia a España. Al amanecer, Zuga y Companys de despidieron con un abrazo silencioso. Al presidente catalán lo llevaron a Barcelona, donde sería asesinado muy poco después en los fosos de Montjuïc. A Zugazagoitia le asesinaron algo más tarde, y aún tuvo tiempo de visitar otras prisiones y encontrar otros compañeros a los que narró esta historia.
La moraleja creo que está al alcance de cualquiera.
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