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jueves, 16 de septiembre de 2010

Sarkozy, sé más práctico: gaséalos



Nicolas Sarkozy acaba de declarar inaugurada la carrera hacia la reedición de los campos de exterminio nazis. Está visto que los europeos no escarmentamos, eso ya es sabido. Pero uno no habría esperado nunca que el tiro de salida en esta delirante y criminal iniciativa de reverdecer la etapa más negra del pasado de Europa, lo diera nada menos que la República Francesa, abanderada de las libertades y los derechos humanos desde hace doscientos años. Hasta hoy. Porque lo que está haciendo Sarkozy con sus deportaciones de gitanos ("evacuaciones", las llama él; será que piensa que defeca gitanos fuera de las fronteras galas como quien dejan zurullos en el patio del vecino), no tiene nombre. O quizá sí, varios y muy feos. De todos ellos, nazi es el más descriptivo y ajustado a su pensamiento y praxis "evacuadora", por ahora de gitanos.

La orden dada es deportar todos los gitanos rumanos y búlgaros fuera de Francia. Fíjense que lo que está haciendo la policía francesa es expulsar a los gitanos originarios de esos países, no a los individuos gitanos que hayan cometido un delito (lo que ya sería discutible) o a las bandas de delincuentes gitanos; se deporta en masa (sí, en masa, porque ya suman miles los deportados) a personas por el mero hecho de pertenecer a una etnia. ¡Pero cómo es posible llegar a semejante nivel de abyección! ¡Cómo es posible mimetizar tan suciamente las políticas criminales del Tercer Reich!. Porque una vez abierta la puerta y probada la eficacia del método con una comunidad relativamente pequeña, la tentación de continuar con otros colectivos mayores es muy grande: ¿por qué no seguir con los moros, esos terroristas impenitentes? ¿y después con los judíos, culpables de la crisis económica mundial? ¿y qué me dicen de los europeos del Sur, que llenan Francia de apellidos como Martinez, Soares o Napoli? ¿y de los franceses internacionalistas, que habiendo recibido la bendición de ser franceses no aman a su Patria hasta el punto de odiar a todos los que no son franceses?. Después, ya saben, aquello que se decía en el siglo XIX: "cuando París se acatarra, Europa estornuda". O sea el contagio a otros países, donde ya hay quien se encarga de hacer hervir la olla, todo sea dicho: la Italia berlusconizada, la Alemania de los neonazis, la España aznarista...

Todos sabemos que Sarkozy es un pobre diablo acosado por los escándalos, el último la financiación de su carrera política entera por una vieja dama a la que al parecer -presuntamente, claro- el futuro presidente de Francia pagaba con sus favores desde antes de comenzar en política. También, de su ansia por captar el voto fascista que se desperdigará en cuanto fallezca Le Pen, el viejo pillastre que ha aglutinado a los franceses que sueñan con la Francia colaboracionista con los nazis. Pero lo que ha hecho precisamente él, hijo de un refugiado húngaro entrado en Francia ilegalmente y del que para mayor inri dicen que tiene sangre judía, no tiene perdón. Sarkozy ha prendido una mecha que además de destruir década y pico de construcción europea en materia de circulación de personas en el interior de la Unión Europea (UE) -todos los ciudadanos de países miembros de la UE, sean gitanos, marselleses, Legionarios de Cristo o socios del Atlético de Madrid, tienen derecho a moverse por el interior del territorio de la Unión llevando simplemente un carnet de identidad-, devuelve toda su vigencia a aquellos terribles versos del pastor protestante Martin Niemöller, tantas veces atribuidos erróneamente a Bertold Brech, que forman su poema “Cuando los nazis vinieron por los comunistas”.

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

En la imagen, gitanos deportados en un campo de exterminio nazi.

martes, 28 de abril de 2009

Culillos principescos


Ahí tienen a Letizia (con "z") Ortiz y Carla Bruni escalando la entrada principal del palacio de la Zarzuela, donde les esperaban los reyes de España y sus respectivos consortes (los de de Letizia con "z" y de Carla, que el Rey ya tiene su reina y por muchos años).

Observen esos culillos principescos que debieron ser deliciosamente respingones en su tiempo, y que ahora -¡ay!- la edad, la ley de la gravedad y los partos han dejado levemente caídos. Las piernas siguen siendo de gacelas, como corresponde a dos hembras que han corrido detrás de machos cazadores de mucha importancia en sus respectivas tribus: un príncipe heredero del reino de España y un presidente casi monarca de la República Francesa.

La Ortiz y la Bruni son en realidad, plebeyas que han trepado tálamos mucho más altos que la escalinata de la Zarzuela. Ambas dieron en su momento sendos braguetazos de esos que hacen soñar a fregonas ingenuas; ambas encontraron su Príncipe Azul, y pasaron de ser contribuyentes normales a vivir a costa del erario público.

Disfruten admirando esos trajes y la prestancia de las señoras que los llevan. Al cabo, todo eso que ven en la fotografía lo pagamos de nuestros bolsillos y es, por tanto, un poco nuestro.

domingo, 23 de marzo de 2008

Terrible y patético


Nicolas Sarkozy acaba de anunciar que Francia hará rebajas en su arsenal nuclear. Alrededor de un tercio de la "force de frappe" nuclear francesa irá a parar directamente al chatarrero.

Esta resolución, que Sarkozy ha presentado como un gesto de su presidencia en aras de la paz mundial, es simplemente una decisión técnica que busca prevenir males mayores: el arsenal nuclear francés -creado en tiempos del general De Gaulle- está obsoleto en su mayor parte, y sus cabezas nucleares son hoy un peligro mayor para el país que las almacena que para sus potenciales objetivos.

Mientras, y quizá para compensar tan pacifista gesto, Sarkozy acaba de inaugurar un flamante submarino nuclear al que ha bautizado con el pomposo y fanfarrón nombre de "Le terrible". No sé a quien se le habrá ocurrido el nombrecito, pero estoy seguro de que a Nicolas Sarkozy le debe haber encantado; cuadra perfectamente con la personalidad patéticamente "bizarre" de este politicastro cuya presidencia, apenas estrenada, ya ha naufragado ante la opinión pública francesa entre escándalos propios del "parvenu" que "le petit Nicolas" está mostrando ser.

viernes, 24 de agosto de 2007

El castrador castrado


Dicen los periódicos de los últimos días que Nicolas Sarkozy pretende implantar en Francia la castración química para los condenados por un específico delito sexual. A mí ya no me extraña nada. Lo raro es que semejante bestialidad no haya sido elevada a rango de ley antes por otros primates de su mismo "pensamiento"político con mando en plaza. Pienso en Aznar, sin ir más lejos.

El caso es que a la propuesta de Sarkozy se han apuntado rápidamente el PP catalán y UDC, los democristianos de Duran Lleida. Dado que ya estamos en campaña electoral para las generales de marzo como quien dice, es de esperar que pronto el coro de vírgenes prostitutas que interpretan los Acebes, Zaplana, Ana Pastor y el casi difunto político Rajoy, nos deleite exponiéndonos las ventajas que la castración química puede reportar a la política penitenciaria y en general a la seguridad pública, ése obsceno tótem ante el que gusta de masturbarse en público la derecha más cerril.

Quienes hace décadas que dejamos de mamarnos el dedo le hemos visto enseguida cosas raras a tan fundamental aportación al debate sobre los límites del comportamiento racional de un gobernante en ejercicio. Porque resulta que cualquier estudiante de primero de Psicología nos confirmará que los delitos sexuales no tiene nada que ver con la biología y sí con la psicología. Por tanto, la castración química del delincuente sexual sea cual sea su delito simplemente no sirve para nada. Para resumirlo de un modo conciso y entendible incluso por el propio Sarkozy: el violador homicida sometido a castración química seguramente dejaría de violar, pero en absoluto dejaría de matar. Es posible incluso que sus tendencias asesinas aumentaran luego de ser castrado.

En realidad, es evidente que a Sarkozy le importan un pimiento los aspectos éticos, médicos e incluso prácticos de la salvajada que acaba de arrojar a la arena política. Lo que está intentando es desviar la atención de problemas muy serios que le agobian, tales como el rechazo social creciente a su compadreo con los sectores económicamente más poderosos de la sociedad francesa. También, la repercusión mediática que en Francia y en todo el mundo ha tenido el caso de un niño ruso gravemente herido al caer por una ventana, cuando la policía acosaba a su familia en el marco de una redada contra inmigrantes sin papeles; suceso que ejemplifica la política demagógica y matonil que desde sus tiempos como ministro del Interior ha seguido Sarkozy en relación con éste problema.

En coincidencia de fechas con la cortina de humo lanzada por el presidente francés, además, su ministro de Exteriores, Kouchner -uno de esos socialdemócratas "moderados" y "centrados" que Sarkozy ha comprado para adornar su Gobierno radicalmente de derechas- rendía pleitesía al Emperador en Washington, y dejaba caer que no sólo Francia podría en el futuro tomar en Irak un papel más activo y cercano a las tesis e intereses de la Administración Bush, sino que trabajaría para que la ONU asumiera responsabilidades semejantes. Se conoce que este Judas no debe leer la prensa norteamericana, y no está por tanto al corriente de la desbandada neocon que se está produciendo en la Casa Blanca y aledaños. Sarkozy prepara pues un viraje de 180 grados en la política exterior francesa, y para encubrirlo necesita echar carnaza a la opinión pública; ya se sabe que los delitos sexuales dan mucho juego en esos menesteres.

Con todo, el principal problema de Nicolas Sarkozy está dentro de sí mismo. Y es que en realidad, Sarkozy es un individuo lleno de complejos (desde su físico hasta sus orígenes sociales) y, él sí, verdaderamente castrado: por su esposa, Cècilia Sarkozy, una mujer de armas tomar. Hace años que las relaciones sentimentales entre Sarkozy y Cècilia han convertido al "petit Nicolas" en el hazmerreír de esa clase social a la que éste hijo de un inmigrante sin papeles del Este de Europa aspira, y que aunque le haya votado para presidente sigue minusvalorándole como hombre en todos los planos. Cècilia Sarkozy por contra es una mujer de fuerte personalidad y celosa de su independencia, incomparablemente más inteligente que su marido y que además se mueve como pez en el agua en los círculos en los que Sarkozy anhela ser acogido y reconocido; de momento, el presidente francés tiene que contentarse con navegar en el yate de ricachos beneficiados por su política fiscal y pasear con el torso al aire junto a un George Bush que últimamente anda falto de compañía europea, ahora que hasta el británico Gordon Brown anuncia que quiere tomar distancias con su política en Oriente Próximo.

No hay castrado que no quiera castrar a todo el mundo, y Nicolas Sarkozy no parece ser una excepción a la regla. Veremos si semejante disparate queda en un fuego fatuo de verano o, lo que no sería de extrañar ahora que ya vamos conociendo un poco al personaje, persiste en profundizar en él. Y es que hay individuos que cuando tienen poder, pasan a constituirse en verdaderos peligros públicos.

domingo, 6 de mayo de 2007

Francia gira un poco más a la derecha


La Tribune de Geneve publica la encuesta a pie de urna de las 18'30h, que ofrece un resultado claro: Sarkozy 53'50%, Royal 46'50%. La victoria de Nicolas Sarkozy parece clara, como se preveía.

Francia gira un poco más a la derecha. Ni todo el "charme" de la señora Royal, ni su "giro al centro" a la búsqueda de los votos de Bayrou, ni el "inestimable" apoyo de Arlette Laguillier (1'50% de los votos en la primera vuelta) y el PCF (2'90%), le han servido a Ségolène Royal para alzarse con la presidencia. Esfuerzo inútil.

En todo caso, si para algo han servido estas elecciones, ha sido para demostrar que hay una Francia popular y de izquierdas (en toda la extensión variopinta del concepto) esperando un cambio. Un cambio real, que vaya a la raíz de los problemas, no un cambio de maquillaje y rizo de pestañas.

Para la izquierda francesa es pues hora de volver a hacer política, después de haber ensayado el show mediático con una candidata que parece un cruce entre Hillary Clinton y el Zapatero del año 2000. Es hora de que el PS vuelva a presentarse ante los electores con políticas de izquierdas, y no con señoras encantadoras.

Si son ustedes de izquierdas (no "progresistas": de izquierdas), les aconsejo seguir en los días próximos los blogs de Lionel Jospin y de Jean Luc Mélenchon. Seguro que sus análisis no tendrán desperdicio.

lunes, 23 de abril de 2007

Francia no dá sorpresas

Finalmente las sorpresas de la primera vuelta de las presidenciales francesas han sido más bien pocas.

Pasan a la segunda ronda los dos candidatos inicialmente previstos, si bien Sarkozy cuenta con una amplia ventaja sobre Royal: 31% de los votos para el "derechista extremo", como le llama Ramón Cotarelo, frente al 26% obtenido por la candidata socialista.

Con Sarkozy se han volcado la clase media y las clases populares blancas, atemorizadas por la "rebelión de las banlieues" provocada precisamente por Sarkozy durante su etapa como ministro del Interior, a fin de poder ofrecerse como el salvador del orden público y garante de las libertades. La jugada le ha salido perfecta, aunque a punto estuvo de costarle la carrera política.

A Royal la han votado masivamente las víctimas de Sarkozy, los inmigrantes de los barrios pobres; no ha sido suficiente. Ocurre simplemente que en esas zonas aún son muchos más los que se quedan en casa que los que votan. Y aunque la participación ha sido altísima, la abstención sigue siendo de izquierdas, como en todos los países.

Bayrou ha obtenido un 18%, que es una cifra importante pero insuficiente para colocarse en la segunda vuelta, algo que en algunos momentos de la campaña parecía a su alcance. El "campesino aragonés" (procede de la Bigorre, el Aragón francés) ha calado hondo en el electorado galo. Este "centrista" representa una derecha moderna, al día, laica y respetuosa con los valores republicanos; algo impensable al sur de sus Pirineos natales. Sólo le falta una cosa para triunfar: tener un partido a su medida.

En cuanto a Le Pen, ha quedado triturado por el "voto útil" de la derecha extrema y de la extrema derecha, volcadas con Sarkozy; su 11% es el peor resultado que obtiene el candidato fascista en unas presidenciales desde 1974. En breve parece que Le Pen abdicará en su hija la dirección del movimiento fascista francés, necesitado urgentemente de una remoción a fondo.

Al pelotón de los enanitos, como les llamaba ayer El País, se lo ha llevado la ventolera de la polarización y sobre todo, la altísima participación (85% de votantes). Escarmentados por la primera vuelta de 2002, los franceses se han volcado obviamente en las opciones mayoritarias, dejando escuálidas las papeletas que ha obtenido tanto la extrema izquierda "revolucionaria" como la extrema derecha no lepenista; no es que estos candidatos hayan perdido una cifra apreciable de votos, ocurre simplemente que se han quedado con los que tenían en 2002 y no han captado nada entre esos más de 3 millones de nuevos inscritos en los últimos meses.

En esa abigarrada tropa, sólo Olivier Besancenot (4,5% de los votos), ha sobrevivido y tiene futuro político; seguramente de aquí a unos años le veremos en las filas del Partido Socialista, convertido en un nuevo Lionel Jospin. Los demás, desde la dinosauria trotskysta Lagillier (1,5%) hasta la candidata de un PCF que con su 1,9% sufre probablemente la mayor derrota de toda su historia, quedan simplemente barridos y olvidados.

Los pronósticos para la segunda vuelta son arriesgados, pero no tanto. Sarkozy tiene todas las de ganar. No sólo le ha sacado cinco puntos a Ségolène Royal, sino que lógicamente puede optar a todo el paquete de votos de Le Pen y a una buena parte del de Bayrou. Royal sólo puede ampliar sus votantes entre lo poco que ha obtenido la extrema izquierda y una parte minoritaria de los "centristas" de Bayrou. La polarización derecha-izquierda dará una victoria no muy amplia pero sí suficiente a Sarkozy en la segunda vuelta.

martes, 20 de marzo de 2007

El escenario de las presidenciales francesas

Hace unos días un tertuliano afirmaba en la radio que Francia cada día está peor, pero que los franceses cada día están mejor (de España y los españoles podría afirmarse exactamente lo contrario, pienso).

Después de pasar unos días en París puedo afirmar que ciertamente la crisis de su país la llevan los franceses con una soltura envidiable. Cierto que la "banlieue" tiene peor aspecto y que Saint Denis cada vez se parece más al Hospitalet o el Vallecas de hace 30 años, pero el nivel de vida de los franceses fuera de los suburbios donde acampan los inmigrantes no ha retrocedido un ápice, al contrario. Y por lo demás, a pesar de los problemas que encuentran los jóvenes, que sospecho son más generacionales que relativos al color de la piel, Marianne sigue acogiendo en su seno a un arco iris de razas y creencias que tienen tan sólo una cosa en común (suficiente sin embargo para construir un país fuerte y seguro de sí mismo como nunca lo será España): el orgullo individual de ser ciudadano de la República Francesa.

En este panorama más estable de lo que nos suelen pintar los medios de comunicación españoles, van a tener lugar unas elecciones presidenciales francesas que algunos quisieran decisivas pero que en realidad parecen reunir todos los números para resultar francamente anodinas. En realidad, ni los actores principales ni el fondo de la trama se prestan para grandes aspavientos. Tal es la mediocridad y falta de hondura presentes sobre el escenario, que un "hombre corriente", uno de esos políticos outsiders que tanto gustan a los franceses, François Bayrou, una especie de "poujadista" fino y liberal desconocido hasta hace unos meses, se ha lanzado a la carrera presidencial convencido de que tiene posibilidades de ganar o al menos de pasar a la segunda vuelta.

Bayrou se presenta a sí mismo como "un campesino", un "hombre razonable" que habla desde el sentido común de las pequeñas cosas que interesan al público en general; ya se sabe que como dijo alguien, los franceses tienen el corazón de izquierdas y la cartera de derechas. El discurso de Bayrou está calando hondo, y sus posibilidades crecen a medida que el electorado francés va percibiendo la inconsistencia de los dos grandes candidatos en liza. Finalmente la larguísima campaña electoral, que arrancó de hecho con la trabajosa nominación de Sègolène Royal como candidata socialista, ha servido para que los franceses se convenzan de que votar por Royal o votar por Sarkozy no es que sea lo mismo, que evidentemente no lo es, pero sí que puede tener las mismas consecuencias: una presidencia débil comandada por un presidente (o presidenta) inexperto y políticamente inane.

Como respuesta, Sarkozy endurece (más) su discurso y lucha desesperadamente por atraer votantes de Le Pen, en tanto Royal sigue moviéndose en el desconcierto y la improvisación. No es extraño que la derecha mire de reojo al "parvenu" que la representa en este asalto, en tanto la izquierda simplemente ignora a esta señora que todo lo basa en su imagen moderna y "à la page". Por suerte Le Pen ya no está en condiciones ni siquiera de asustar, porque en otros tiempos hubiera sido el gran beneficiado de este teatrillo de tercera.