lunes, 23 de abril de 2007

Francia no dá sorpresas

Finalmente las sorpresas de la primera vuelta de las presidenciales francesas han sido más bien pocas.

Pasan a la segunda ronda los dos candidatos inicialmente previstos, si bien Sarkozy cuenta con una amplia ventaja sobre Royal: 31% de los votos para el "derechista extremo", como le llama Ramón Cotarelo, frente al 26% obtenido por la candidata socialista.

Con Sarkozy se han volcado la clase media y las clases populares blancas, atemorizadas por la "rebelión de las banlieues" provocada precisamente por Sarkozy durante su etapa como ministro del Interior, a fin de poder ofrecerse como el salvador del orden público y garante de las libertades. La jugada le ha salido perfecta, aunque a punto estuvo de costarle la carrera política.

A Royal la han votado masivamente las víctimas de Sarkozy, los inmigrantes de los barrios pobres; no ha sido suficiente. Ocurre simplemente que en esas zonas aún son muchos más los que se quedan en casa que los que votan. Y aunque la participación ha sido altísima, la abstención sigue siendo de izquierdas, como en todos los países.

Bayrou ha obtenido un 18%, que es una cifra importante pero insuficiente para colocarse en la segunda vuelta, algo que en algunos momentos de la campaña parecía a su alcance. El "campesino aragonés" (procede de la Bigorre, el Aragón francés) ha calado hondo en el electorado galo. Este "centrista" representa una derecha moderna, al día, laica y respetuosa con los valores republicanos; algo impensable al sur de sus Pirineos natales. Sólo le falta una cosa para triunfar: tener un partido a su medida.

En cuanto a Le Pen, ha quedado triturado por el "voto útil" de la derecha extrema y de la extrema derecha, volcadas con Sarkozy; su 11% es el peor resultado que obtiene el candidato fascista en unas presidenciales desde 1974. En breve parece que Le Pen abdicará en su hija la dirección del movimiento fascista francés, necesitado urgentemente de una remoción a fondo.

Al pelotón de los enanitos, como les llamaba ayer El País, se lo ha llevado la ventolera de la polarización y sobre todo, la altísima participación (85% de votantes). Escarmentados por la primera vuelta de 2002, los franceses se han volcado obviamente en las opciones mayoritarias, dejando escuálidas las papeletas que ha obtenido tanto la extrema izquierda "revolucionaria" como la extrema derecha no lepenista; no es que estos candidatos hayan perdido una cifra apreciable de votos, ocurre simplemente que se han quedado con los que tenían en 2002 y no han captado nada entre esos más de 3 millones de nuevos inscritos en los últimos meses.

En esa abigarrada tropa, sólo Olivier Besancenot (4,5% de los votos), ha sobrevivido y tiene futuro político; seguramente de aquí a unos años le veremos en las filas del Partido Socialista, convertido en un nuevo Lionel Jospin. Los demás, desde la dinosauria trotskysta Lagillier (1,5%) hasta la candidata de un PCF que con su 1,9% sufre probablemente la mayor derrota de toda su historia, quedan simplemente barridos y olvidados.

Los pronósticos para la segunda vuelta son arriesgados, pero no tanto. Sarkozy tiene todas las de ganar. No sólo le ha sacado cinco puntos a Ségolène Royal, sino que lógicamente puede optar a todo el paquete de votos de Le Pen y a una buena parte del de Bayrou. Royal sólo puede ampliar sus votantes entre lo poco que ha obtenido la extrema izquierda y una parte minoritaria de los "centristas" de Bayrou. La polarización derecha-izquierda dará una victoria no muy amplia pero sí suficiente a Sarkozy en la segunda vuelta.

2 comentarios:

Ramon Cotarelo dijo...

Quedan dos semanas, Joaquim y ya veremos qué sucede. Desde luego que soy un optimista de la voluntad y le acepto la apuesta en los términos que le explico en mi blog.

Por lo demás, reconocerá Vd. que, a la vista de sus profecías anteriores a la primera vuelta, tanto vale mi optimismo como sus dotes proféticas. A mí, las profecías no me interesan; lo que yo quiero es que gane Ségolène.

Enhorabuena por el libro.

Salud.

Joaquim dijo...

Acerté de pleno el descalabro de Le Pen, Ramón.

Convendrá usted conmigo en que con sólo ése acierto, ya es para darse por satisfecho y tomarse una copita aunque sea de agua mineral.