viernes, 11 de enero de 2008

De cómo una junta de accionistas inventó Panamá y un famoso novelista robó la historia


Dice la experiencia que tras cada proceso de independencia de un nuevo Estado siempre hay emboscado un grupo de inversores económicos que lo impulsan y recogen luego los beneficios. En Europa tenemos un amplio surtido de ejemplos, que próximamente se engrosará con la aparición del flamante Kosovo independiente inventado desde Wall Street y la Bolsa de Frankfurt.

Uno de los casos históricos más escandalosos fue el invento de Panamá, un país que se sacó de la chistera la Compañía del Canal de Panamá (CCP) en su afán por llevar a cabo la construcción de un canal transoceánico. La CCP, empresa de capital norteamericano, fue la heredera del fracasado proyecto iniciado por Lesseps con capital francés, estrellado contra hombres y elementos: el clima, las enfermedades, los desastres naturales y las guerras civiles latinoamericanas obligaron a los franceses a abandonar el istmo panameño antes de concluir la obra.

Unos años más tarde fue la CCP yanqui quien se hizo cargo del asunto. Para evitarse problemas, la potencia inversora recurrió a la cirugía: Panamá, entonces provincia colombiana, fue amputada del resto del país con ayuda de la escuadra norteamericana y los fusiles de los marines. Un gobierno panameño títere aceptó mansamente el "diktat" impuesto por la empresa y por Washington; los políticos y militares colombianos no pudieron hacer otra cosa sino aceptar los hechos consumados, luego de haber cobrado los correspondientes sobornos.

Esta historia apasionante y ejemplar la recoge y desarrolla Juan Gabriel Vásquez en su novela "Historia secreta de Costaguana" (Alfaguara. Madrid, 2007). A través de la voz de José Altamirano, un liberal colombiano exiliado en Londres, Vásquez reconstruye el camino de la infamia que recorrió el país latinoamericano desde los sueños de libertad y progreso de los años posteriores a su independencia a principios del siglo XIX -encarnados en Miguel Altamirano, el padre del protagonista-, hasta su brutal despeñamiento en los primeros años del siglo XX tras una guerra civil especialmente salvaje y la intervención yanqui en Panamá.

Vásquez adereza la novela con la presencia en ella de Joseph Conrad, el famoso escritor inglés de origen polaco, a quien en la ficción atribuye haberse apoderado de los recuerdos de José Altamirano para, manipulándolos a su conveniencia, convertirlos en materia de su novela "Nostromo". Así, al pobre Altamirano le acaban robando su país, sus recuerdos y hasta su propia vida, ninguneado por quien sin haberle mostrado siquiera agradecimiento obtendrá gloria y dinero gracias a él.

Juan Gabriel Vásquez se revela a pesar de su juventud (34 años) como un excelente narrador, en la estela de los clásicos de la literatura del "boom latinoamericano" iniciado con Gabo. Su estilo es menos "mágico" y más realista que el del colombiano maestro de maestros, pero aún así es reconocible en su escritura la deuda con García Márquez. El sentido del humor, la ironía y la ternura sazonan las páginas de esta "Historia secreta de Costaguana", contrapesando la dureza de una historia teñida del rojo de la sangre y del amarillo del vil metal acuñado.

Quizá uno de los momentos más logrados de la novela sea aquél en el que un enviado norteamericano llega a la ciudad de Colón horas antes de que se proclame la secesión panameña, portando en un maletín con el que recorre el mundo una declaración-tipo de independencia y un modelo universal de Constitución, listos para que los Padres de la nueva Patria los adapten a sus necesidades.

A este tipo de asaltos los llaman algunos políticos "procesos de autodeterminación".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Apuntada queda la obra que según tu magnífica exposición debe ser muy interesante. gracias por compartirla.

Joaquim dijo...

Gracias a tí por seguir visitando Aventura en la Tierra.