Hace unos días, un joven ejecutivo caminaba por el centro de una gran ciudad llevando en una mano un portafolios y en la otra una pequeña maleta de viaje, cuando se le acercó un tipo embozado y le disparó un tio en la nuca delante de decenas de aterrorizadas personas. El sicario abandonó el lugar tranquilamente, tras desprenderse del arma.
La escena no ocurrió en una urbe latinoamericana o de la Europa del este, sino en la zona más burguesa de Barcelona, en pleno Eixample. El crimen ha causado sensación, porque aquí estas cosas no son habituales. De primeras, las especulaciones de la prensa apuntaban a lo normal en estos casos: o bien se trataba de un ajuste de cuentas por un asunto de drogas, o tenía que ver con un lío de faldas (o de pantalones). Tras seguir esas pistas durante unos días, parece que la policía las da por descartadas; el muerto era una persona con una vida privada "ordenada y sin problemas", dicen, y vivía sólo para su trabajo. A sus 36 años, el asesinado ejercía como responsable del Centro Internacional de Convenciones de Barcelona, tras una meteórica carrera que le había llevado en muy pocos años de trabajar como botones de hotel a director de algunos de los establecimientos de más categoría de la ciudad.
¿Entonces cúal fue la causa del asesinato? Parece que se trata de un asunto de "negocios", dicen ahora la policía y la prensa. O sea que los negocios matan. O pueden estar detrás de la muerte de alguien, ser el origen del asesinato de un tipo con una vida "intachable" según los cánones más conservadores.
A mí la verdad, estas cosas no me extrañan nada. Y pienso que pronto habrán más crímenes como este, porque en definitiva no se trata de un caso aislado sino de la propagación de un paradigma. Son "negocios" y ni siquiera hay rencor entre los protagonistas, como se dice en los telefilmes norteamericanos. Al parecer, se muere por los negocios como se vive por ellos; la biografía del ejecutivo asesinado es una buena muestra de eso.
Vivimos en una sociedad que edulcora cuanto tiene que ver con la llamada "economía de mercado" y el modo salvaje en que ésta incide en nuestras vidas. Ya no se despide a trabajadores, sino que se promueven "expedientes de regulación de empleo"; las empresas no quiebran, sino que ponen en marcha "concursos de acreedores". Quizá pronto veremos que no se mata a ejecutivos tal vez demasiado lanzados en sus carreras, sino que se les "retira indefinidamente del escalafón".
Nuevos lenguajes en suma para una selva en la que, sin embargo, leones y hienas siguen a lo suyo como siempre. El capitalismo es lo que tiene, cambia continuamente lo accesorio pero mantiene intacto lo esencial: los negocios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario