viernes, 26 de diciembre de 2008

Nadie es perfecto, salvo Billy Wilder


Aprovechando el tiempo libre que dejan las vacaciones navideñas, estoy leyendo estos días un libro que tenía reservado desde hace algún tiempo para un momento así: "Nadie es perfecto", la autobiografía de Billy Wilder.

Quien no conozca a Billy Wilder significa que no ama el cine y quien ame el cine sabrá de él seguramente mucho más que yo, así que no perderé el tiempo trazando el perfil de este tipo genial, maravilloso guionista y casi mejor director, nacido en la Galitzia multicultural de comienzos del siglo XX y fallecido en 2002 en EEUU después de una vida tan larga como fecunda. Dotado del humor más ácido y corrosivo posible en un ser humano, Wilder fue probablemente el judío más escéptico, el anarquista más rico y el fabricante de anécdotas y chistes más terrible que pisó Hollywood en toda su historia.

Las películas de Wilder eran látigos acerados que azotaban directamente las carnes de la sociedad norteamericana actual, aunque sus críticas mordaces adquirían por extensión categoría global. En su cine se satirizaban las relaciones personales ("La extraña pareja"), la opresión sobre los estratos trabajadores ("El apartamento"), la prensa sensacionalista y la idiocia policial ("Primera plana"), la honda ridiculez de la Guerra Fría ("Uno, dos, tres"), la América feliz y confiada de los años treinta y cuarenta ("Con faldas y a lo loco"), sin olvidar la dureza de filmes muy amargos que presentan la decadencia de Hollywood ("Sunset Boulevard") o los entresijos del sistema judicial norteamericano ("Testigo de cargo"), entre otras muchas obras maestras.

Por las páginas de esta estupenda autobiografía, escrita en colaboración con Helmut Karasek, que se lee de un tirón y deja un placer enorme, desfila un sin número de personajes y acontecimientos que son pura historia del siglo XX, desde el asesinato del archiduque de Austria-Hungría, Francisco Fernando (cuyo entierro constituye el primer recuerdo infantil de Wilder), que fue el desencadenante de la Primera Guerra Mundial, al retrato preciso y lacerante de una Marilyn Monroe repitiendo 65 veces una escena de "Con faldas y a lo loco", una pobre chica superada por su propio personaje público y por la gentuza que la manejaba. Abundan asimismo las jugosas anécdotas sobre la intelectualidad europea de entreguerras, y el cine y la política norteamericanos hasta los años sesenta del pasado siglo. Por cierto, en los años cincuenta Billy Wilder fue llamado a declarar ante el famoso Comité de Actividades Antiamericanas, aquél en cuya presencia desfallecieron tantos mitos de la cultura audiovisual del siglo XX, tras haber sido acusado de ser comunista; la declaración de Billy fue de tal calibre, que la moderna Inquisición que dirigía el senador Joseph McCarthy se guardó muy mucho de volver a importunarlo.

"Nadie es perfecto", de Billy Wilder y Helmult Karasek, editorial Mondadori.

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