Lo malo -o lo bueno, según se mire- que tiene la cárcel es que hay mucho tiempo para estar a solas con los propios pensamientos. En organizaciones como ETA el que un militante se ponga a pensar por su cuenta a solas es una catástrofe, porque las organizaciones como ETA basan su fuerza en que sus adherentes son incapaces de existir intelectualmente al margen del colectivo, y por tanto ni se plantean el pensar individualmente de modo crítico, es decir examinando las cosas con las armas de la razón y no de la fé.
A ETA se le derrumba el chiringuito porque su gente encarcelada tiene mucho tiempo para pensar, y cada vez está más asentada en ellos la convicción de que van a seguir entre rejas durante muchos años más. Nada hay más descorazonador para un preso que el pensar que seguirá en prisión por mucho tiempo. Es por eso que muchos de ellos han vivido con irritación la ruptura de la tregua, interpretando -correctamente- que la propia ETA les cerraba la puerta de las cárceles cuando muchos de ellos creían que iban a salir en un plazo razonablemente corto.
A ETA la dinamitan desde dentro sus presos, con su exigencia de querer salir. Ese es el problema fundamental que tiene hoy la organización terrorista vasca.
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