lunes, 7 de abril de 2008

Un balance crítico del IX Congreso de Periodismo Digital (y 2)


Desde algunas mesas del congreso se insistió mucho en que el llamado "periodismo ciudadano" no existe, y que cuando se habla de periodismo digital se está hablando exclusivamente del realizado por profesionales de la cosa, es decir por señores y señoras dotados de título universitario, carnet profesional y ficha en en el colegio y la asociación correspondientes.

Uno tiene la sensación de que las empresas periodísticas y sus profesionales a sueldo han comenzado a reaccionar ante el fenómeno Internet y las oportunidades que ofrece, que por primera vez en mucho tiempo posibilitan un verdadero periodismo participativo y comunitario, que en cierto modo recupera los orígenes del periodismo y democratiza su ejercicio.

A esta gente les preocupa, no cabe duda, porque ese periodismo participativo y comunitario representa una competencia frente a la cual poco pueden oponer argumentalmente, salvo una concepción antañona y posesiva del hecho informativo. En general los periodistas profesionales se muestran muy preocupados por la supuesta falta de rigor que la información "no profesional" en Internet ofrece, como si en los medios informativos convencionales el rigor y la veracidad fueran santo y seña de sus trabajos; véanse a modo de ejemplo de lo contrario las campañas de prensa "conspiranoicas" o la práctica desaparición de la costumbre de contrastar una misma noticia en distintas fuentes.

Internet se ha convertido pues en campo de batalla donde se enfrentan diferentes concepciones de la información, y también en escenario de pugnas de toda clase trasladadas del mundo real al virtual. A modo de ejemplo, probablemente inconsciente, una de las mesas versó sobre "la Red del agua"; en ella, aprovechando que el Ebro pasa por Zaragoza y que estábamos en Huesca, se realizó un inusitado despliegue de eso que se ha dado en llamar "nacionalismo del agua". A propósito de este asunto, una señorita ponente cuyo nombre prefiero olvidar estableció una de esas ecuaciones sofístico-descacharrantes dignas de un programa de tele-basura sociopolítica: según ésa chica, la identidad es el territorio y el territorio es el agua, luego el agua es la identidad. No sé a ustedes, pero a mí esa ecuación me suena, lisa y llanamente a fascismo de vieja escuela.

Una mesa especialmente interesante fue la organizada en torno al sexo en Internet. Quedó clara allí la hipocresía que gobierna la relación social con este fenómeno, pues la primera industria de Internet, la que más miles de millones de euros mueve a gran distancia del resto, es precisamente la pornografía. Y sin embargo, parece que no existe, como si cuanto se refiere a ella estuviera cubierto con un sudario de pudor que impide que se hable en público. Sólo en España, el 60% de los usuarios de la principal página de porno del país son varones casados, se dijo. ¿Entonces?. Más todavía: la industria del porno ha sido y en buena parte sigue siendo la locomotora principal que tira de Internet, pues muchos avances tecnológicos en la Red se deben precisamente a ella y a sus necesidades; es arquetípico el caso de la seguridad de los web sites, cuyas tecnologías suelen ser desarrolladas primero en páginas de contenido pornográfico comercial y luego aplicadas al resto.

Lamentablemente, una vez más no se habló ni un minuto de cómo los poderes públicos y sobre todo las policías a su servicio usan la pornografía en Internet y el terrorismo islamista como excusas para extender su control sobre la Red, bajo la excusa de supuestamente defender al conjunto de los ciudadanos. ¿Hay miedo a denunciar esto? Probablemente. Con todo, la vulneración de derechos individuales en este terreno en países como España es cada día más frecuente, y comienza a requerir una respuesta urgente. A modo de ejemplo basta citar el que mientras para intervenir el correo postal o el teléfono de cualquier persona la policía debe conseguir una orden judicial, que sólo se concede en raras y muy fundamentadas ocasiones, para asaltar el PC de cualquier usuario vía Internet apenas se necesita la denuncia de otro usuario, y si la "gravedad" del caso lo requiere a juicio del policía que lleva a cabo la acción, ni eso siquiera. Habrá que hablar en serio de todo esto alguna vez.

Y en fin, les comentaba en el anterior post que les hablaría de cierta amistad que uno hizo en el congreso durante una comida, y que me ha hecho reflexionar mucho estos días. Lo haré en un próximo post.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me tienes de lo mas intrigada con la amistad que hiciste...

Vaya rollo eso de la identidad y el agua. Un silogismo de lo mas barato.

Un abrazo
Marian

Joaquim dijo...

Cada vez que oigo hablar de esta mierda del "nacionalismo del agua" y sus virtudes, me acuerdo inmediatamente de las primeras escenas de "2001, odisea del espacio", cuando en los albores de la Humanidad dos bandas de homínidos se enfrentan a cachiporrazos por la posesión de una charca.

Mucho homínido suelto con ganas de gresca es lo que hay en estos asuntos, y eso que estamos en el siglo XXI.

En general todos los "argumentos" sobre los que se sustentan los nacionalismos son igual de endebles; intelectualmente no resisten un estornudo. Ocurre sin embargo que hay quien les presta crédito, y al albur de determinados contextos -el proceso de desertización galopante de la Península Ibérica, por ejemplo- pueden convertirse en armas para las respectivas tribus.

Así que el riesgo de volver a pelear por la charca a cahiporrazos es demasiado grande.

Joaquim dijo...

mañana o pasado subiré un post sobre mi descubrimiento congresual.

Un abrazo.