martes, 11 de marzo de 2008

Un balance de las elecciones generales del 9 de marzo (1)


TECHOS Y SUELOS

Las elecciones generales celebradas el día 9 de marzo han modificado en poco el escenario político general previamente existente, aunque sí han aportado algunos cambios llamativos en parcelas concretas. Un terreno que atraía especialmente la atención de los analistas era comprobar la permeabilidad de los llamados techos y suelos electorales de las grandes formaciones políticas españolas.

1. Se confirma una vez más que el PP lleva tiempo tocando su techo electoral, y que ir más allá le resulta imposible. Y es que no se puede pretender aglutinar electoralmente a toda la derecha, desde el fascismo más cerril al liberalismo "centrista", y al mismo tiempo pretender dirigir el partido desde postulados de pura extrema derecha. El PP tiene una militancia y un electorado de solidez berroqueña, pero es incapaz de pescar un sólo voto más allá de los límites en los que está encerrado. Además, si no comienza pronto un proceso de renovación que aleje de él ese tufo a cuartel y sacristía que desprende, pronto van a comenzar a huir de él quienes le votan mientras esperan que exista en este país un partido que verdaderamente encarne los ideales y los intereses de una derecha democrática.

El PP ha ganado donde ya ganaba: Madrid, Valencia, Murcia y las dos Castillas han girado un poco más a la derecha, refrendado electoralmente administraciones y candidatos inmersos en procesos por corrupción. Se diría que el clientelismo de la derecha española se fundamenta en el aforismo "la corrupción crea empleo", y que sobre la adhesión popular –en el doble sentido del término- a este principio, se está levantando una suerte de alternativa no ya al Gobierno del país sino al propio Estado. Poco a poco, la España profunda y el arco mediterráneo de Castellón a Almería se consolidan como territorios integralmente gobernados de facto por el PP, y van constituyendo una especie de Estado dentro del Estado en el que las leyes estatales son cuestionadas y eventualmente rechazadas si no se compatibilizan con los intereses de quienes ostentan el poder en esas zonas. La fractura de España es pues real, pero sus causas no son político-culturales sino socio-económicas; paradójicamente, quienes impulsan esa fractura son aquellos que mayor énfasis público hacen de la obstentación del nacionalismo español como ideología de choque.

2. El PSOE por su parte, se ha mostrado capaz de aglutinar en torno suyo a cuantos desde posiciones que van desde el liberalismo democrático al trostkysmo, piensan que este partido es un instrumento útil -el único en realidad- capaz de cerrar el paso al PP al gobierno del Estado. Por lo demás, los socialistas españoles han confirmado en estas elecciones la ruptura del ciclo infernal que en los años noventa llevó a una buena parte de su electorado a la abstención; es más, desde 2004 el PSOE ha comenzado a recuperar votos a la abstención, y lo que es quizá más importante, a retener los recuperados en sucesivas elecciones. La llamada "izquierda volátil" le ha sido fiel esta vez.

Lo específico de éstas elecciones para este partido, sin embargo, ha sido que quizá por primera vez desde el congreso celebrado en 1979, cuando renunció oficialmente a su identidad socialista para transmutarse en un partido de izquierda reformista, el PSOE se ha visto obligado a virar hacia la izquierda para ganar, recogiendo en respuesta de modo avasallador el voto de izquierdas. Los nuevos aportes le han llegado en esta ocasión no sólo de los postcomunistas de IU, sino también de todo el espacio político a la izquierda de esa coalición, y ello sin dejarse por el camino el resto de su electorado. Para hacer una descripción somera, entre los votantes del PSOE se encuentran hoy, relacionando de izquierda a derecha, liberales clásicos, social-liberales, socialdemócratas, socialistas no marxistas, socialistas marxistas, post comunistas, comunistas, trostkystas y libertarios posibilistas. También, sectores de las izquierdas nacionalistas burguesas, y hasta de derechas regionalistas espantadas por el ultranacionalismo españolista del PP.

El voto del PSOE se articula en torno al valle del Ebro, la cornisa cantábrica y el sur de la Península, además de los dos archipiélagos. Es un voto en general urbano, concentrado en grandes poblaciones y "cinturones rojos" (Madrid, Barcelona, Bilbao...), pero también en muchas prósperas poblaciones de tamaño medio, y en zonas rurales del país de larga tradición libertaria (Andalucía, Extremadura, Aragón...).

3. Izquierda Unida ha continuado su declive, que en realidad remite a la decadencia del PCE iniciada ya en las primeras elecciones democráticas en los años setenta, agravada luego de modo brutal en octubre de 1982, cuando la primera mayoría absoluta de Felipe González se cimentó precisamente en el trasvase del voto comunista hacia el PSOE, y culminada en desastre sin paliativos luego de que el anguitismo pusiera IU al servicio de la estrategia de asalto al poder del PP durante los años noventa. Gaspar Llamazares y su equipo han luchado con todas sus fuerzas por mantener a flote este proyecto político, pero finalmente han tenido que tirar la toalla: el 9 de marzo ha desencuadernado IU, no tanto por las fugas hacia el PSOE ocasionadas por el "voto útil", como por el trabajo de zapa interno que la dirección ha tenido que soportar. El PCE creó IU, y el PCE la ha destruido.

Naturalmente se puede apelar a la ley electoral, a la polarización del voto y a cuantas medias verdades se quiera para intentar justificar el descalabro de IU en estas elecciones; uno más de un rosario infinito, al cabo. Y es que cuando un partido se empeña año tras año en seguir perforando su suelo electoral, tarde o temprano llega el día en que debajo suyo ya no encuentra nada. A IU le quedan dos diputados y alrededor de un millón de votos; quizá aún esté a tiempo de salvar algunos muebles y preparar una larguísima travesía del desierto. Si les dá pereza, simplemente echarán la persiana más pronto que tarde.

No hay comentarios: