martes, 18 de marzo de 2008

De cómo el post-neo-tardo-franquismo viola a diario la memoria histórica colectiva


En el blog de Manolo Saco encuentro el comentario de un tipo que dice que su abuelo fue fusilado en Paracuellos, y que el "acta de fusilamiento" (sic) está firmada nada menos que por D. (sic) Santiago Carrillo. Naturalmente, quien eso afirma lo hace al amparo del anonimato y no dá de sí más referencias que un pseudónimo cualquiera.

La verdad es que empieza a ser realmente preocupante el modo en que los adherentes de la extrema derecha parlamentaria que nos ha tocado en desgracia en este país, violan a diario la historia conocida, estudiada y fijada por legiones de historiadores profesionales españoles y sobre todo internacionales desde hace décadas. A ellos les dá igual. Lo suyo no es el conocimiento de la realidad sino la difusión de la propaganda, entendida ésta en el sentido más puramente hitleriano del término.

Es sabido que la historia oficial de regímenes como el franquista se ha escrito siempre al servicio de los poderosos, falseando lo que hiciera falta para adecuarla a la defensa de sus intereses. No es nueva pues -y menos en España- la reelaboración de los hechos históricos, más aún cuando cada vez quedan menos testigos directos que les contradigan, y por más que los documentos que reducen a polvo la versión franquista sumen toneladas, y se hallen en los archivos de todo el mundo. Pero este desparpajo, esta falta del más mínimo sentido de la vergüenza con el que hoy día difunden sus mentiras los seguidores de los delirios de Jiménez Losantos, Pío Moa, César Vidal y otros eximios representantes de la más pura intoxicación gobbeliana celtibérica, realmente no conoce precedentes.

Lo que están haciendo de unos años a esta parte no es ya revisar la historia para conformarla a sus propios intereses, sino torcerle el pescuezo a los hechos e inventar otros que les suplanten. Así, alguien puede afirmar en público en un foro que su abuelo fue fusilado en Paracuellos del Jarama por orden directa de Santiago Carrillo, y sostener con toda impavidez que "eso" consta en una supuesta "acta de fusilamiento" que él posee o que al menos conoce de primera mano. Y claro, como lo dice él, el nieto del supuesto fusilado, pues hay que creerle sin más; lo cual dicho sea de paso, me ha recordado inmediatamente a cuando por estas fechas hace justo cinco años Aznar miraba fijamente a las cámaras de televisión, y nos conminaba con firmeza de comulgante: "créanme, las armas de destrucción masiva existen".

Seguramente fusilaron con ellas al abuelo del tipo al que me refería antes.

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