El proyecto de ordenanza municipal que regulará la publicidad exterior en Madrid ha motivado una tormenta en los medios a cuenta de las "intenciones" que animan a su alcalde, Ruiz Gallardón, al promoverla. Desde los medios de la derecha y de la izquierda se le reprocha al alcalde madrileño que la ordenanza acabará con puestos de trabajo tan peculiares como los hombres encartelados que pasean por el centro de la capital madrileña, lo cual da una idea de la altura del debate promovido por esa bendita raza que hoy llamamos, con evidente exageración, periodistas.
La ordenanza, que en buena medida es fiel reflejo de la vigente en Barcelona desde hace una década, viene a intentar acotar el uso desmedido del espacio público urbano madrileño como terreno operativo de las empresas publicitarias. La masificación y los abusos en este campo de la actividad empresarial privada invaden nuestras ciudades desde hace tiempo, y la saturación de mensajes publicitarios representa ya no sólo una agresión estética contra el entorno en el que se insertan, sino un verdadero problema social al que las Administraciones públicas están obligadas a dar respuesta. Urge pues reaccionar, y eso es lo que ha hecho el Ayuntamiento de Madrid.
En ése sentido, ciudades como Sao Paulo, la cuarta ciudad del mundo y la más grande de Brasil, han llegado a prohibir (en el caso de Sao Paulo, desde el 1 de enero de 2007) toda publicidad exterior, es decir, cualquier forma de publicidad en el espacio público urbano. Y no se ha hundido el mundo por eso, al contrario. La lucha contra la contaminación visual que aporta la publicidad ha obtenido un rotundo apoyo popular en la ciudad brasileña; las encuestas manifiestan que el 70% de los habitantes de la ciudad están de acuerdo con la medida.
La publicidad no es pues imprescindible...salvo para quienes viven de ella. Pero sus intereses y los del conjunto de los ciudadanos parecen diverger de modo claro. Situar los territorios en que es posible la coexistencia entre publicidad e interés público -caso de ser posible-, debería ser espacio sobre el que se colocara el foco del debate iniciado en Madrid, no sobre sus repercusiones más anecdóticas.
2 comentarios:
Si, es un abuso desmedido esto de la publicidad. Te la meten hasta en la sopa, literalmente hablando, ya que les ha dado por llamarme por teléfono a la hora de comer y todos los dias tengo alguna llamada ofreciéndome una u otra cosa. Horrible, horrible, yo les contesto ya hecha una bruja y ni por esas, no tienen la mas mínima dignidad.
Y luego lo que tu dices, invaden de forma grosera y antiestética lo que es de todos. Yo quitaria incluso el maldito toro que hay en todas las carreteras españolas como si fuera nuestra tarjeta de identidad. Una vegüenza.
Y si, algunos de izquierdas, incluso amigos, se han pasado muchos pueblos criticando la medida del alcalde madrileño. Por criticar que no quede parecen decir, y se quedan tan contentos creyéndose mas de izquierdas y tolerantes que nadie. Por esa regla de tres y para no cortar la libertad de nadie, que haga el ruido que quiera el que así lo desee, que se meen en la calle y tiren por la ventana todo lo que sobra en las casas.
Mientras la ciudadanía no considere la publicidad como una intromisión en la intimidad de uno (caso de la publicidad telefónica, a la que te refieres en tu comentario) y como una agresión al entorno urbano patrimonio de todos (caso de las vallas publicitarias y las acciones de calle como los ya famosos encartelados), las empresas continuarán haciendo lo que les dá la gana y ciertos políticos aprovecharán un nuevo elemento para hacer demagogia.
Son los ciudadanos los que han de empezar a decir basta y que sin publicidad no sólo se puede vivir, sino que se vive mucho mejor y con mayor calidad de vida.
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