miércoles, 29 de octubre de 2008

Otra vez hacen arder el Congo


La reciente ofensiva tutsi sobre la zona oriental del antiguo Congo belga, ha sacado del frigorífico un conflicto crónico desde hace cincuenta años, por más que durante cortas temporadas desaparezca de las primeras páginas y aun de las interiores de los periódicos.

Al parecer los tutsis ruandeses, burundeses y congoleños (protegidos de EEUU) están decididos a impedir que el gobierno del presidente Kabila (a cuyo padre pusieron ellos en el poder tras derrocar a Mobutu), gire hacia Francia como parece que está sucediendo. Coincidiendo con la ofensiva militar tutsi, Kabila ha asociado a su Gobierno al hijo del fallecido Mobutu, lo cual, además de una prueba del cinismo en el que se mueve la política africana, da señales explícitas de por dónde se pretende que vayan los tiros en el inmenso país centroafricano.

Y es que Francia, que desde hace años viene perdiendo influencia en Africa, al ser barridos uno tras otro sus gobiernos locales marionetas por otros patrocinados por los norteamericanos, ha pasado abiertamente al contraataque de la mano de Sarkozy. Una de las claves de esa reactivación de la política imperialista francesa en Africa sería la reciente visita del Papa actual a Francia. La Iglesia católica, tradicional aliada del imperialismo francés en ese continente, se ve sometida a la doble presión que ejercen sobre ella en el Africa negra, antaño coto de caza ideológico-religioso exclusivo suyo, el simultáneo avance del islamismo desde el norte y de las creencias cristianas protestantes anglosajonas desee el este. El desprestigio que le supuso la participación de jerarcas y fieles católicos hutus en el genocidio de Ruanda (las matanzas de tutsis en los años noventa), y el triunfo por las armas de los tutsis en toda la región de los Grandes Lagos, ha forzado el retroceso continuo de la antes dominante posición del catolicismo en la zona, retroceso que ahora se pretende frenar sumándose a la ofensiva político-diplomática-militar francesa.

El trasfondo del nuevo conflicto es obviamente, y como siempre, económico. A la tradicional lucha por el control de ciertos recursos naturales congoleños -oro, diamantes y uranio, entre otras riquezas-, se suma ahora la necesidad de hacerse con las enormes reservas existentes en ese país de coltán, un mineral básico para la telefonía móvil y las videoconsolas. Las potencias occidentales están moviendo a fondo una vez más sus peones; la sangre de cientos de miles de personas será, también una vez más, la consecuencia directa ("daño colateral inevitable", en el lenguaje de los cínicos estrategas que planifican estas cosas). Por su parte, los "cascos azules" de la ONU destacados en la zona procuran mirar para otro lado -¿y qué otra cosa pueden hacer?-, y el general español que los manda acaba de dimitir al comprobar que nadie se toma en serio su misión.

La próxima vez que llame por teléfono móvil o que su hijo le desafíe a jugar una partida en su videoconsola, piense un instante en todo esto. De algún modo, también nosotros somos responsables de esas miradas desesperadas que se asoman a los medios de masas estos días.

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