sábado, 5 de julio de 2008

Ésa mierda que llaman arte moderno


Cuenta El País que en 2004 una criatura norteamericana de cuatro años vendía sus cuadros a 15.000 dólares la pieza. El mismo diario califica de "historia espeluznante" y "comedia bufa" la meteórica ascensión y caída de Marla Olmstead, que así se llamaba y se llama la ultraprecoz y supuesta genio, lanzada al estrellato del "competitivo mundo del arte moderno" (sic) por una cadena de profesionales del negocio artístico especialmente carentes de escrúpulos.

Entre esa cuadrilla de aprovechados, el diario español menciona a quien fue el "descubridor" de Marla, el reputado galerista Anthony Brunelli que fue quien se encargó de posicionar debidamente los cuadros de la "pequeña Jackson Pollock"(sic) en el negocio, y a la periodista Elizabeth Cohen, que dio el tiro de salida mediático a la carrera de la cría hasta llegar nada menos que a las páginas de arte de The New York Times. "De ahí, a todo el mundo", dice El País.

Un confuso documental de la CBS en el que al parecer se llegaba a descubrir que la niña pintaba a medias con su padre -otro "genio oculto", un tipo que trabaja en el turno nocturno de una fábrica de patatas-, puso punto final a la carrera de la fulgurante estrella. Tras la emisión, sin embargo, aún se inauguró una exposición de las obras de Marla en la galería Stuart, una de las más importantes de Los Ángeles. La farsa concluyó rápidamente, entre acusaciones de fraude lanzadas entre las partes intervinientes en esta tragicomedia. El espectáculo había durado un año, y los beneficios fueron ingentes.

La historia de Marla Omstead resulta altamente ejemplar de lo que realmente se oculta tras la vaporosa denominación de "arte moderno", por cuyas producciones se están pagando cifras absolutamente injustificadas. Ni siquiera la conversión del arte en mercancía objeto de inversión y el blanqueo de capitales a través suyo, ayudan a explicar por completo qué está ocurriendo en el llamado "mercado artístico", y específicamente con el contemporáneo.

Para tener el cuadro completo habría que bucear también en ése extraño culto a la juventud y a la precocidad que ha invadido la cultura occidental en los últimos años, y que permite que personas carentes de cualquier preparación escalen los cielos de la política, el arte o cualquier otra actividad humana cuando apenas han comenzado a vivir, y por tanto, carecen de formación y de experiencia. Claro que el caso de Marla bate todos los récords al llevar esa tendencia al paroxismo, y finalmente, al más abrumador de los ridículos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que ridícula la sociedad.......