miércoles, 16 de julio de 2008

Festival Internacional de Jazz de Getxo. Es sólo jazz, y por eso me gusta


Publicado originalmente en Izaronews, 14-7-2008

Corren tiempos en los que entre fusiones, deconstrucciones y demás mixtificaciones, el jazz que se expide desde la mayoría de festivales se ha convertido en un producto trivial y adocenado, listo para consumos veraniegos rápidos y poco exigentes.

Por fortuna, quedan sitios donde esto no es así. En Getxo se celebra desde hace tres décadas un festival que sin hacer mucho ruido, al menos en comparación con sus hermanos mayores vascos, ofrece niveles de calidad y respeto por la música y el público francamente insólitos.

La fidelidad al jazz como universo musical con dimensión propia no significa estancamiento, al contrario. El jazz es una música viva y en permanente evolución, capaz de incorporar elementos de modernidad y atraer nuevas generaciones de intérpretes. Este año, sin ir más lejos por Getxo han pasado viejas “vacas sagradas” como John McLaughlin y Archie Shepp, pero también un ramillete de grupos jóvenes (jovencísimos, en realidad) que aseguran un relevo generacional que otras músicas harían bien en envidiar.

Así, por ejemplo, el primer premio del Concurso de Grupos de este año lo ha ganado la formación sueca Kristian Brink Quartet, un grupo de cuyo trabajo y talento quedó sobrada muestra en la clausura del Festival, donde ofrecieron una sesión memorable. Formación clásica donde las haya (saxo, piano, contrabajo y batería), el grupo Kristian Brink Quartet es un buen ejemplo de la solvencia del jazz nórdico europeo.

Formado en el Royal College of Music de Estocolmo y triunfador el pasado año del concurso Young Nordic Jazz, el sonido de Kristian Brink Quartet camina con pulcritud y sencillez por la senda del más puro jazz, entreverando la herencia de John Coltrane y Charlie Parker con ecos de la “rive gauche” parisina y de los clubs contemporáneos de Estocolmo.Un concierto el suyo, en suma, que planteó un inteligente recorrido gradual desde el clasicismo a la modernidad, siempre bajo la guía del buen gusto y el saber hacer. El futuro de estos chicos es, sencillamente, espléndido.

Al veterano Archie Shepp le tocó cerrar el Festival, y si al final no cortó orejas como el más reputado torero fue sólo porque en las sesiones jazzísticas no se conceden. Como los suecos que le habían precedido, el músico afroamericano se presentó acompañado de piano, contrabajo y batería, en tanto él aportaba su saxo tenor y una de esas voces inimitables que sólo tienen algunos jazzman de pura cepa.

A sus setenta años, Archie Shepp sigue encandilando públicos mediante el despliegue de una potencia nada inferior a la que exhibía en los comienzos de su carrera, iniciada hace casi medio siglo, en 1960. Su capacidad para derrochar energía en un escenario y un insaciable espíritu de investigación le llevaron pronto a colaborar con los más grandes, entre ellos el propio John Coltrane, el dios del saxo tenor. De gente como Coltrane se le pegó a Archie Shepp el gusto por el compromiso y la experimentación, que en su caso se manifiestan con contundencia avasalladora.

En las letras que canta Shepp la palabra “revolution” sigue estando presente con tanta fuerza como en los años de lucha por los derechos civiles de los negros estadounidenses. Genio y figura. Desde el punto de vista exclusivamente interpretativo, su grupo es capaz de mantener durante una sesión entera eso que los ingenieros de sonido ingleses de los años sesenta llamaban “una pared de sonido”: un vendaval sónico armonizado que barre la sala del concierto y clava al espectador en su asiento, mientras llena su cabeza de música en estado casi sólido. ¡Una experiencia para vivirla y gozarla!.

En definitiva, en Getxo, el jazz es sólo jazz. Por eso se disfruta a tope.

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