lunes, 30 de julio de 2007

Memoria histórica en carne viva


Hace unos días fui testigo casual de una conversación callejera que permite sopesar hasta qué punto la memoria histórica de los ofendidos y humillados por la guerra y la dictadura franquistas sigue viva y sin satisfacerse debidamente.

Sucedió hace unos días en el centro de Graus, pueblo de la Ribagorza, en el prePirineo aragonés. Bajo la sombra de unos porches, tres viejos del lugar contemplaban el ir y venir de la gente. De repente se les acercó otro viejo, y dirigiéndose a uno del grupo, le espetó en tono jocoso:

-¿Qué, vigilando, como cuando eras falangista?.
El interpelado respondió cauto:
-Aún sigo siendo falangista...
A lo que el recién llegado replicó:
-Sí, pero ya no tienes nada que vigilar.

El tono era de pulla entre conocidos, pero no es difícil adivinar la persistencia de cuentas no saldadas entre los protagonistas de la escena.

El franquismo sigue siendo una herida en la carne de este país, mal cerrada mediante ese pacto de impunidad que se ha dado en llamar Transición española.

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