viernes, 6 de julio de 2007

Zapatero hace ministros a dos fuera de serie y a un florero



No me resisto a compartir mi inmensa alegría por la noticia que a media mañana de este viernes ha acaparado las portadas informativas: el nombramiento de nuevos ministros anunciado por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

El presidente ha acertado plenamente esta vez en casi todo: en los cesados (alguno quemado, otras indignas de sentarse incluso en el consistorio municipal de su pueblo), en los nombramientos (menos uno, que no es culpa suya como comentaré enseguida), en el modo (madrugándoles a todos, amigos y enemigos) y sobre todo en el momento (horas después de su rotunda victoria parlamentaria sobre Rajoy, que ha supuesto la apertura de facto de la campaña para las elecciones generales de 2008).

Los que se han ido no debían haber sido los únicos, ciertamente, pero el mensaje que Zapatero quería dar ha quedado bien patente al incorporar a Bernat Soria y César Antonio Molina, dos potentes y carismáticas personalidades, sin duda elección directa del presidente. Pesos pesados que se incorporan a un proyecto de futuro de largo recorrido. Por contra, algunos y algunas que quedan en el Consejo de Ministros saben que tienen fecha de caducidad, a lo más tardar en marzo de 2008.

A Bernat Soria le dediqué un post tiempo atrás, porque es un científico de talla mundial de los que señalan el camino a recorrer en las próximas décadas. Recordarán que Michavila, cuando era ministro de Justicia del Insufrible, le envió un fiscal para amenazarle que o dejaba de investigar con células-madre o iba a la cárcel. Su nombramiento es pues, además, una patada en la boca al Opus Dei, los Legionarios de Cristo y el resto de Mafias Negras, incluida la Conferencia Episcopal Española.

Queda la incógnita de saber si Soria será un buen gestor de la Sanidad pública, pero sospecho que Zapatero no le ha puesto ahí para dirigir hospitales -al cabo, las competencias, el personal y los recursos están traspasados a las comunidades autónomas hace tiempo- sino para liderar la I+D científica española, que falta hace que alguien la impulse.

En cuanto a César Antonio Molina tiene la rara cualidad de combinar el ser un intelectual de prestigio internacional como poeta y ensayista reconocido, con una capacidad de gestión ejecutiva más que probada al frente del Instituto Cervantes. Molina (no confundir con el escritor de bests sellers Antonio Muñoz Molina) es un hombre trabajador, discreto y capaz, al que le ha tocado la papeleta de poner en onda el aparato estatal de Cultura, sumergido en las aguas del ridículo por su antecesora. César Antonio Molina tiene experiencia suficiente en reflotar Titanics culturales semihundidos (no otra cosa era el Instituto Cervantes tras el paso de los gestores del PP por él cuando llegó a sus manos), y a buen seguro que sabrádiseñar los equipos y los marcos adecuados para que creadores y gestores culturales se encuentren cómodos en la nueva etapa.

Es obvio que el nombramiento de un "florero" como Carmen Chacón le ha venido impuesto a Zapatero por las dichosas cuotas: tocaba una mujer y, además, catalana. Está claro que la presencia en el Consejo de Ministros de esta señora, cuyos méritos para calentar un escaño son absolutamente desconocidos, cuanto más un sillón ministerial, es una imposición que el presidente ha debido tragar. Eso sí Zapatero, que está demostrando ser más listo que el hambre, ha situado a la Chacón nada menos que en Vivienda, lo que es una garantía de que en marzo del año que viene la carrera política de la nueva ministra habrá quedado totalmente incinerada. En todo caso, la presencia de la foto y el currículum de esta ex diputada "culiparlante" al lado de personalidades como Soria y Molina, sólo puede mover a la sonrisa; comparada con ellos la Chacón resulta la "torna", como decimos en catalán.

En cuanto al modo y al momento de los nombramientos, Zapatero ha demostrado reflejos y picardía. Una vez más ha madrugado a adversarios y compañeros, incluido el aparato de su propio partido. La imagen y la posición del presidente sale muy reforzada, y ello después de haber superado una crisis difícil, abierta por ETA al liquidar la tregua con la bomba de Barajas. Hoy Zapatero ha recuperado por completo la iniciativa -en realidad, la retomó de nuevo en el Debate sobre el estado de la Nación-, mientras Rajoy vaga por ring político como un boxeador sonado.

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