martes, 31 de julio de 2007

Ingmar Bergman, intelectual sueco


La muerte física de Ingmar Bergman, a los 89 años, ha venido a certificar el final de un mito de la cinematografía y la cultura europeas, hoy prácticamente olvidado fuera de los cineclubs.

La razón de ese olvido es obvia. Sabemos que el cine de nuestros días nos es más que otra manera de nombrar la vertiente audiovisual en pantalla grande de la "industria del entretenimiento" norteamericana, y un intelectual atormentado como Bergman nunca tuvo cabida en ese esquema a pesar de que llegó a a hacer sus pinitos en EEUU.

Porque por encima de todo Bergman era un intelectual tallado por el existencialismo luterano sueco, y su obra no podía encajar ni a martillazos en la banalización de la vida y de la muerte que nos sirven desde hace décadas las pantallas cinematográficas, controladas enteramente por las "majors" norteamericanas. El público bergmaniano hace tiempo que desertó de las salas de cine.

En resumidas cuentas, la obra de Ingmar Bergman nos remite a una concepción austera y seca de la vida, permanentemente azotada por las dudas y la angustia. Indudablemente un modo muy sueco de pensar, de vivir y hasta de morir, pero que sorprendentemente conectó bien, gracias al existencialismo, con las grandes corrientes de pensamiento cultural europeo de mediados del siglo XX. El cine de Bergman profundiza en la intimidad de sus personajes desde un espiritualismo de raíces religiosas pero no necesariamente ligado a creencias concretas, aunque ciertamente haya habido en ese sentido una clara evolución entre su obra de los años cincuenta, ejemplificada en el "Séptimo sello", una película terrible pero con cierto margen incluso para el humor, y la de los setenta, con "Gritos y susurros" como principal aportación, un film en el que toda esperanza es abandonada a favor de una visión casi truculenta de las postrimerías de un ser humano y de su entorno familiar en ese trance.

A Berman le reventaba la institución familiar, y sobre todo su propia familia, desde el padre predicador fanático que le amargó la infancia hasta las mujeres con las que ya adulto convivió, como queda claro en "Fanny y Alexander". En sueco hay una expresión, "niños del domingo", que se aplica a aquellas personas de nuestro entorno familiar que nos fastidian. Parece claro que la experiencia familiar de Bergman estuvo trufada de "niños del domingo", y en sus películas queda así reflejado. La familia es para Bergman una institución que ahoga al individuo y le condiciona hasta la exasperación.

Por lo demás, nunca fue Ingmar Bergman un buen patriota sueco y menos aún un contribuyente modelo. Tuvo serios problemas con el Estado socialdemócrata, al punto que hubo de marchar del país para evitar al fisco. Años más tarde regresó a Estocolmo para recibir un homenaje del Ministerio de Cultura en un teatro oficial, y mientras se estaban pronunciando los discursos de rigor la polícía de Finanzas subió al escenario y se lo llevó tras ponerle las esposas.

Suecia es así. Por eso produce intelectuales como Bergman.

2 comentarios:

natalia dijo...

Como puedoi contactar con la persona que realizo este articulo de Bergman.

Joaquim dijo...

Hola Natalia,

El autor de éste artículo y del resto aquí presentes soy yo mismo, el editor del blog. Mi nombre es Joaquim, y puedes escribirme a:

joaquim@pisa-bcn.net