
Por increíble que parezca el grupo socialista español en el Parlamento Europeo ha contribuido decisivamente a endurecer aún más la propuesta legislativa de las derechas europeas , eufemísticamente llamada Directiva del Retorno de los Inmigrantes. Una suavona denominación oficial, bajo la que se esconde la ley de control de la inmigración en Europa. De los diputados socialistas españoles sólo votaron en contra los catalanes Josep Borrell y Raimon Obiols. Desde la dirección parlamentaria del PSOE se ha puesto en marcha una "investigación oficial" que, si prevalece la estupidez, podría terminar en un expediente disciplinario.
Lo curioso del asunto es que el Grupo Parlamentario Socialista Europeo votó prácticamente en masa en contra de la directiva. Por tanto, quizá debería abrirle una "investigación oficial" al grupo europeo del PSOE para averiguar quiénes han sido los diputados impulsores de esta aberración, a fin de expulsarles de su seno.
Por si todo esto fuera poco, al despropósito legislativo vivido se suma hoy el que uno de los diputados socialistas españoles que votaron a favor de esa ley intrínsecamente reaccionaria -persona cuyo nombre y apellidos prefiero obviar por verdadera vergüenza ajena-, tenga la falta de dignidad y el cinismo de reivindicar su voto favorable al engendro desde la sección Cartas al Director del diario El País.
Dice este señor diputado que el suyo fue "un voto responsable a la mejor directiva posible". La mejor directiva posible, según este diputado, es pues la que permite encarcelar durante 18 meses a una persona por el único delito de intentar conseguir una vida mejor para sí y los suyos , o expulsar del territorio europeo a niños y menores de edad en general por el delito de ser declarados, ellos también, "ilegales".
Dice el señor diputado que ya imaginaba la que le iba a caer, pero que en todo caso, "pensé que era lo mejor para la política migratoria de la UE y, sobre todo, para los inmigrantes". El señor diputado dice también tener la esperanza de "que no haya en el futuro más muertos en los cayucos, más víctimas de las mafias, ni se consolide esa nueva forma de esclavitud que es para los patrones sin escrúpulos la inmigración sin papeles". O sea, que los inmigrantes vejados, encarcelados y expulsados aún deberán darle las gracias. Termina la carta manifestando que, en todo caso "respeto y seguiré respetando a los que opinan de otra manera".
A diferencia del señor diputado, yo no puedo respetar su opinión en este asunto y mucho menos respeto su voto, que me parece indecente llamándose él socialista. Y no lo respeto por una razón fundamental: porque su posicionamiento y su voto no respetan a los inmigrantes, aunque intente enmascarlos en una supuesta preocupación por evitarles los cayucos, las mafias y los patrones explotadores; más o menos los mismos argumentos, por cierto, que maneja la derecha cristiana más apolillada y untuosa.
Arriesgarse a dieciocho meses de cárcel tras sobrevivir a un viaje en cayuco, parece un castigo demasiado severo para el ingenuo que creyó un día que en Europa además de los capitales, también podían circular libremente las personas. Pura ingenuidad, ya digo. Pero eso sí, el señor diputado respeta mucho la opinión contraria a la suya. ¿Y la del inmigrante? ¿quién respeta su opinión? ¿quién respeta su vida?.
El señor diputado de la carta a El País es andaluz. Cientos de miles de andaluces se desparramaron por Europa en los años cincuenta y sesenta impulsados por el hambre y el ansia de libertad, huyendo de un país famélico sujeto a una dictadura fascista, como tantas otras siguen habiendo hoy por desgracia en el mundo. ¿Qué habría pensado el entonces joven activista de izquierdas, si la Comunidad Europea hubiera aprobado en esos años una directiva mediante la cual encarcelar hasta 18 meses a sus paisanos sin necesidad de cargos ni juicio, por el supuesto delito de haber emigrado a Francia, Suiza o Alemania sin papeles, tal como se emigraba entonces igual que ahora?.
Señor diputado, en vez de lavarse las manos por carta como un Poncio Pilatos con escaño europeo, dimita inmediatamente o pásese a cualquier grupo parlamentario de la derecha. Pero no se ponga en evidencia con sus justificaciones, ni nos obligue a enrojecer de vergüenza ajena leyéndolas.