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lunes, 11 de julio de 2011

Llega Rubalcaba



Como en una de esas películas del Oeste en las que todo el mundo espera la llegada al poblado del pistolero más rápido de la frontera -unos le aguardan con pavor, otros con esperanza-, Alfredo Pérez Rubalcaba se presentó el domingo pasado como candidato del PSOE para las próximas elecciones generales. Fue el suyo un discurso medido, de corte socialdemócrata suave, pronunciado desde la seguridad en uno mismo que da saber que ha sonado tu hora. Rubalcaba, el último socialdemócrata, tiene ahora su oportunidad una vez que han fracasado los "progresistas" que entre 2004 y 2011 han gobernado con el recetario neoliberal en la mano. Entre paréntesis: que Alfredo haya sido vicepresidente de ese gobierno y pueda formular ahora sus propuestas socialdemócratas sin perder un ápice de credibilidad, es uno de los milagros de la política española; a cualquier otro ministro de Zapatero que hubiera intentado hacer lo mismo, le hubiéramos corrido a gorrazos sin piedad.

Pero Rubalcaba sí puede anunciar que los banqueros habrán de hacerse cargo de una parte de la factura de la crisis; que los más ricos deberán pagar un reinstaurado Impuesto de Sucesiones; que se luchará para acabar con los paraísos fiscales, donde anida el dinero sucio y se esconde el evadido; y puede sostener que la ignorancia es más cara que la educación pública, y que jamás firmará nada que cuestione la sanidad pública. Y que le crean todo eso. Lo hará o no lo hará, pero se le cree. Más que nada porque sino lo logra Alfredo, al Estado de Bienestar español no lo salva ni Dios.

Naturalmente el Partido Popular se ha puesto de los nervios. Porque con Rubalcaba enfrente no vale la estrategia de dormir la siesta (no decir ni hacer nada) hasta que el poder les caiga en la mano como fruta madura. Hábilmente Rubalcaba se ha ido del gobierno ya, no porque lo pidiera el PP sino porque es lo que le favorece más tanto si Zapatero convoca elecciones para el último domingo de noviembre como si decide agotar la legislatura, prolongándola hasta el mes de marzo. Al salirse del gobierno ahora, Rubalcaba gana espacio y autonomía para ir emitiendo ese mensaje socialdemócrata que apuntó el domingo, aunque la primera gran damnificada vaya a ser la actual ministra de Economía, Elena Salgado (a Zapatero ya nada le puede perjudicar más), cuyas políticas neoliberales se contrastarán día a día con las propuestas de Rubalcaba. Y desde luego el PP quedará retratado, ya que naturalmente deberá contestar a Rubalcaba recitando sus mantras ultraneoliberales más o menos silenciados ahora, entre los cuales la destrucción de los servicios públicos y su puesta en manos de oligopolios privados ocupa un lugar de honor. Rubalcaba obligará al PP a hacer aflorar su "programa oculto".

Y es que por primera vez desde mediados de los años noventa estamos frente a propuestas de política económica que abren reales políticas sociales, de las que implican transformaciones que modifican la sociedad o actúan en defensa de las conquistas logradas: que los ricos paguen impuestos y devuelvan una parte de los beneficios, que se triture los lugares donde esconden su dinero, que la educación y la sanidad sean realmente para todos y no solo para los privilegiados, etc. Si ese es el programa de Rubalcaba, nada está decidido ni escrito.

Lo mejor de Rubalcana es que no es hombre que se empeñe en batallas simplemente para hacer "un buen resultado". Alfredo es de los que cuando salen al terreno de juego, lo hacen para ganar. Realmente, en el PP hacen bien en estar muy preocupados.

En la imagen que ilustra el post, Alfredo Pérez Rubalcaba, candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno español.

martes, 4 de mayo de 2010

Adiós al "Nuevo laborismo". Alex Callinicos, profeta de la ruina del blairismo


Cuando faltan pocos días para que el "Nuevo laborismo" pase definitivamente a ocupar su lugar en la Historia -que no es otro que el lúgubre basurero en el que terminan indefectiblemente los proyectos políticos que no son más que un rótulo publicitario sin contenido, creados al servicio de muy concretas ambiciones personales-, conviene recordar la figura del hombre que desde el terreno de la crítica teórica le ha dado toda la leña del mundo al blairismo, denunciando el vacío conceptual del invento y su perniciosidad para la izquierda: se trata de Alex Callinicos, verdadero precursor en la crítica al laborismo degenerado, esa forma de socialdemocracia vaciada de sí misma hasta perder cualquier referencia no ya de izquierdas, sino incluso de pura democracia formal. El nuevo laborismo es hoy un residuo, una pura excrecencia de la "revolución neocon" desencadenada por los sectores más reaccionarios durante la presidencia de George Bush hijo.

Como intelectual, Alex Callinicos es hoy una de las escasas referencias marxistas a nivel europeo, en un plano más político y de acción que Eric Hobsbawn, el último patriarca vivo del pensamiento marxista contemporáneo. Callinicos nació en 1950 en la entonces Rhodesia del Sur, hoy Zimbawue. Su madre era una aristócrata inglesa de alta alcurnia, y su padre un griego que se había distinguido en la guerra civil librada en el país heleno contra la ocupación británica y sus cipayos tras la Segunda Guerra Mundial. Callinicos se hizo militante revolucionario en los ambientes universitarios de la Sudáfrica del "apartheid", para circular más tarde como estudiante primero y luego docente en Oxford y otros prestigiosos centros educativos superiores británicos. Políticamente Alex Callinicos es un trostkysta convencido y bastante esquematista, además de apasionado actor en la arena de la izquierda anglosajona, lo que le ha llevado a intervenir como un elefante en una cacharrería en proyectos como Respect, la apuesta colectiva por una alianza de fuerzas a la izquierda del laborismo oficial, que los trostkystas y singularmente Callinicos reventaron desde dentro con polémicas tan inútiles como eficazmente destructivas.

Lo que nadie puede negarle a Callinicos es su capacidad como analista de la evolución del capitalismo contemporáneo y sus manifestaciones políticas, de las que el "Nuevo laborismo" ha sido una especie de ensayo de travestismo al servicio de un cesarismo de guardarropía, al que ahora empieza a llamarse blairismo. Cuando Tony Blair se hizo con el control del Labour, su ideólogo de cabecera, Anthony Giddens lanzó la llamada "Tercera Vía" como banderín de enganche de la "modernización" de la socialdemocracia británica. Se trataba de "poner al día" el mensaje laborista, haciéndolo discurrir supuestamente por un camino intermedio entre capitalismo y comunismo; una falsa alternativa del diablo, en un momento en que el reaganismo/thatcherismo de un lado arrastraba a la derecha política y económica a posiciones de extrema derecha militante, en tanto el comunismo hacía aguas por todas partes mientras se le venía encima el Muro de Berlín. En suma, la Tercera Vía de Blair no formuló nada nuevo ni original y simplemente como se demostró en su acción de gobierno posterior, añadió más agua al vino ya de por sí aguado de la socialdemocracia de finales del siglo XX. Lo que más enciende, con todo, es la pobreza teórica de los textos en defensa del "Nuevo laborismo" escritos por Giddens y otros colegas salidos de reputadas universidades británicas; en todos estos años esa gente se ha mostrado incapaz de pergeñar por escrito algo que justifique el rango de intelectuales que se atribuyen.

La crítica de Callinicos al blairismo, demoledora en textos como "Contra la Tercera Vía" (Editorial Crítica, 2001), tiene el acierto de ubicar a Tony Blair y compañía no ya en la izquierda reformista rebajada con sifón, sino en la pura derecha neoliberal. Hay que resaltar que Alex Callinicos le zurraba al "Nuevo laborismo" y a sus epígonos antes de que Tony Blair estrechara hasta el paroxismo su "vínculo trasantlántico" con el gobierno neocon de EEUU, y se convirtiera en el fiel escudero (junto con José María Aznar) de George Bush en sus aventuras criminales en Oriente. En el libro mencionado Callinicos despanzurra conceptos blairianos tan inanes como la "nueva economía", de la que nadie ha vuelto a oír hablar desde entonces, supeditada como ha quedado la economía británica a los intereses de los centros especulativos internacionales gobernados por las corporaciones que rigen Wall Street, o el papel de Gran Bretaña en la política internacional, en la que viene actuando desde la Thatcher como sicario mamporrero de los intereses imperialistas yanquis. Por fortuna, de aquí a unos días, de todo eso que se dio en llamar Tercera Vía, Nuevo laborismo o blairismo, no quedará ni el recuerdo.

Y en fin, como que Callinicos resulta un pensador con registros mucho más amplios que el análisis de esa socialdemocracia despellejada de su condición de tal que ha sido el blairismo, vale la pena que le den una ojeada a la entrevista que hace algunos años subí al blog Papeles Rojos, titulada "Más allá del postmodernismo, la lucha de clases".