martes, 16 de marzo de 2010

La izquierda europea se despereza


En los últimos días dos acontecimientos de tipo político y ciudadano han venido a certificar el lento pero al parecer cierto desperezamiento que está viviendo la izquierda europea, o mejor dicho el sector de las izquierdas europeas más vinculado a la práctica gubernamental y reformista. Tal resurgir tiene lugar en el contexto de una fuerte y creciente fractura social y política que se está produciendo en todo el Viejo Continente, agudizada por una crisis económica sin expectativas de mejora y el viraje de las derechas hacia formas cada vez más autoritarias y cercanas a un fascismo puesto al día y que usa de modo maestro y masivo las tecnologías de la comunicación.

Unas doscientas mil personas se manifestaron en Roma convocadas por todo el arco político de las izquierdas italianas, desde los social-liberales hasta la extrema izquierda extraparlamentaria, para gritar ¡basta! al modo en que el berlusconismo está precipitando a Italia en la sima de una nueva República de Saló, en la que ya no faltan ni los esquadristi aterrorizando minorías y persiguiendo adversarios políticos. El país se encamina a marchas forzadas a un escenario de preguerra civil, en el que reaparecen los signos públicos de la famosa "estrategia de la tensión" de los años 60 y 70, mediante la cual los sectores más extremistas de la derecha italiana buscarían "todo el poder" para sí, más allá de las fórmulas formalmente democrático-parlamentarias. La respuesta desde la izquierda no puede ser otra que la confrontación pacífica pero firme en el Parlamento y en la calle; habida cuenta la inanidad de la izquierda parlamentaria italiana, parece lógico que los ciudadanos estén comenzando a salir a la calle para frenar el asalto fascio-berlusconiano al Estado.

En Francia el escenario discurre por contra y afortunadamente en términos parlamentarios y de confrontación puramente ideológica. Es evidente que la situación allí no tiene los perfiles dramáticos que presenta Italia. En ese marco civilizado, las elecciones regionales francesas han venido a confirmar empero dos tendencias opuestas: de un lado la marginación política voluntaria de entre un tercio y la mitad del electorado, según consultas, algo muy grave a medio plazo para la continuidad misma del sistema democrático; del otro, el que entre la mitad de la sociedad políticamente consciente parece crecer la idea de que la izquierda debe regresar a la primera línea de la política, antes de que el neoliberalismo sarkozyano acabe con el Estado por vías distintas a las del berlusconismo, pero finalmente no menos ciertas y eficaces.

Son los electores de izquierda quienes han puesto al PS francés en libertad vigilada, sin acabar de fiarse de él, por ser la única fuerza de izquierdas que puede aspirar a gobernar las instituciones; quienes han dado alas a esta versión 2.0 de los Verdes que es Europe Ecologie, una formación reciente que traspasa el marco tradicional de este tipo de fuerzas y va más allá de las reivindicaciones ecologistas; quienes han dado un frenazo considerable a las expectativas del Front de Gauche, que sigue dudando entre hacer de conciencia izquierdista del PS o volar buscando un espacio político propio a la izquierda de socialdemócratas y ecologistas; y los que en fin han liquidado el Nuevo Partido Anticapitalista de Olivier Besancenot, quien ha pagado durísimamente el infantilismo y las insensateces de una fuerza política que tantas expectativas generó con su aparición, y que ahora se ve abocada a integrarse en el Front de Gauche o a desaparecer (aunque sin el menor menoscabo de las posibilidades que tiene Bensancenot de, tal como tengo escrito de hace algún tiempo, llegar a ser líder del PS de aquí a 10 ó 15 años y presidente de Francia un poquito después).

La "era Sarkozy" toca a su fin. El repunte del FN es signo de la inquietud existente entre la derecha francesa, incómoda a la búsqueda de sí misma. La tentación autoritaria, la misma a la que ha sucumbido ya la derecha italiana, es muy fuerte. Pero en la derecha francesa hay una tradición antifascista que proviene del gaullismo y hunde sus raíces en la Resistencia contra la ocupación nazi y los traidores colaboracionistas del período 1940-1944. La batalla en Francia es política y no pone en riesgo la democracia y las instituciones, al contrario ayuda a profundizar y avanzar en ellas; en Italia por contra lo que está en juego es si los camisas negras, verdes, pardas y demás ralea van a conseguir subirse sobre el Estado o se les va a cerrar el paso, si hace falta defendiendo la democracia en las calles con métodos proporcionados a la agresión colectiva que está sufriendo el pueblo italiano.

En la fotografía, ciudadanos manifestándose en contra de Berlusconi la semana pasada, en Roma.

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