miércoles, 10 de junio de 2009

Eurófobos y naciópatas


Las elecciones europeas del fin de semana pasado han significado en la parte occidental del continente un avance substancial de los partidos de derechas, significativamente de los más radicales en su antieuropeísmo, y también, y aunque menos de lo que se esperaba, de grupos abiertamente fascistas (caso del BNP británico, de los nacionalistas flamencos y de la Lega Norde italiana) . En la zona oriental, "derecha antieuropeísta" (gobierne o esté en la oposición) y fascismo puro y duro se confunden en unas mismas organizaciones, así que allí no hay caso a la hora de establecer diferencias entre unos y otros.

La derecha clásica europea (los conservadores británicos, la "mayoría presidencial" francesa, los democristianos alemanes y el populismo fachoide berlusconiano, entre otros) han tomado plenamente en sus manos el timón de Europa en un momento en el que, paradójicamente, las crisis económica y social propiciada por los neoliberales y expandida al mundo entero desde su epicentro norteamericano, invitaba más bien a un sonoro voto de castigo contra esos partidos. Pero ya se sabe que el poder de los medios a su servicio y la capacidad de generar consenso políticamente correcto de las derechas contemporáneas es incomparable, especialmente desde que la izquierda en todas sus variantes ha renunciado a ser, a pensarse y a proponer. La izquierda ya ni se atreve a decir su nombre (ahora se llaman "progresistas, "centro-izquierda", reformistas). Incluso los aparentemente más radicales se llaman, como mucho, "alternativos". No es que la izquierda no pretenda ya transformar nada, es que están renunciando incluso a reformar algo.

Ante ese panorama el trabajo de las derechas europeas en lo que hace a Europa está resultando extremadamente sencillo. Se trata de vaciar de substancia cualquier proyecto de unidad europea que ponga en peligro los cercados "estatales" en los que cada derecha pastorea y ordeña a su rebaño. Entre todos nos han convencido de que el espacio europeo es un lugar idóneo para comprar y vender, pero nada más. No hay ni habrá cesión de soberanía de los Estados a la Unión, porque los poderes hegemónicos no se fían de una Unión en la que los ciudadanos tuvieran la misma capacidad de decisión y movimiento que empresarios y mercancías, respectivamente; ese marco político-jurídico cuestionaría seriamente la hegemonía de la derecha económica y social y cultural en sus respectivos apriscos "nacionales". Al combate político contra los peligros de una Unión sólida y políticamente articulada se le llama "euroescepticismo", cuando su denominación correcta es eurofobia. La eurofobia es a la vez una manía y una estrategia, que comparte la derecha con la extrema derecha y con cierta izquierda supuestamente "alternativa" (cuyos argumentos en la cuestión europea empiezan a mimetizarse aceleradamente con los del fascismo más antañón).

Luego está el debate entre "nacionalistas con Estado" y "nacionalistas sin Estado", es decir entre derechas con capacidad de hegemonizar a través de los aparatos de "Estados nacionales" y derechas que careciendo de ellos, siguen aspirando (o han comenzado a aspirar) a tener uno propio. Es una discusión bien estúpida y obsoleta, pero a la que muchos europeos sensatos temen (temenos) con razón, pues no hay que remontarse muy lejos para contemplar la cantidad de sangre y los rastros de destrucción que el choque entre esos dos proyectos hegemonizadores han dejado tras de sí en Europa. Los naciópatas, es decir, quienes viven obsesionados políticamente por crearse un Estado a medida o por defender con uñas y dientes el que ya tienen, tal vez no representen una amenaza inmediata en estos momentos (como decía, su crecimiento es más bien modesto fuera de los países de Europa oriental recién adheridos a la Unión), pero son cantera de ideas, políticas e incluso de programas de gobierno para la derecha clásica, quien además los usa como espantajo para acogotar a la izquierda y ofrecerse como solución "equidistante" de unos y otros, y por tanto "centrada" en relación a la escala política.

En España todo esto adquiere un perfil propio, del cual hablaremos en una próxima entrega.

La imagen que ilustra el post es una valla publicitaria del partido nazi británico BNP. El mensaje propagandístico usa la imagen de Jesucristo, con quien cínicamente se equipara ese grupo político en tanto que supuesto "perseguido". El BNP ha conseguido entrar en el Parlamento europeo por primera vez en su historia, con dos diputados.

2 comentarios:

Fatal Paradox dijo...

Esto me recuerda de las palabras de Jean Genet (en conversacíon con Juan Goytisolo): "La patria puede ser un ideal sólo para los que no la tienen, como los Palestinos."

Joaquim dijo...

Tienes toda la razón. Bienvenido a este rincón del globo, amigo neozelandés.