
De repente, como un invierno sobrevenido en estos tiempos de cambio climático, se ha ido Angel González, casi sin avisar. Oía esta mañana a Javier Rioyo explicar sorprendido que ayer mismo estuvo visitándolo en el hospital, y la buena impresión que le produjo verlo animoso y lúcido, leyendo una novela de Martínez de Pisón, comiéndose un segundo yogur de postre y suspirando por fumarse un cigarrillo en cuanto llegara a casa. Horas después el poeta fallecía.
Angel González, el mayor poeta en lengua castellana vivo -hasta ayer- ha sido la voz más machadiana de la poesía española. En sus versos desgrana un profundo compromiso con el Hombre y su Tiempo, ejercido desde una escritura sencilla y contundente, al modo en que don Antonio escribió sus versos inmortales. Como su maestro, el poeta asturiano buceó en la reflexión sobre la intimidad del individuo sin olvidar por ello la preocupación por la dimensión social de las cosas. Parafraseando a Ortega, podría decirse que Angel González ha sido un poeta hondamente interesado por el hombre y su circunstancia social.
La biografía de Angel González se resume en una frase: fidelidad a sí mismo y a sus ideas. Hombre de izquierdas, rebelde, inquieto, llano, sin recovecos ni aspavientos. Se fue de aquí harto de la peste a podredumbre que exhalaba la España franquista. Profesor afable y accesible, hace unos años explicaba muerto de risa en en la radio que después de media vida en EEUU no hablaba una palabra de inglés, porque esperaba que sus alumnos de la Universidad de Nuevo México dominaran el idioma cuya literatura él explicaba y ellos habían elegido conocer, el castellano.
Como creador, la producción entera de Angel González ha merecido de los años cincuenta a hoy toda clase de reconocimientos y galardones, sin que se operara cambio alguno en su carácter y en su estar entre sus semejantes: un ejemplo para el mundo literario, tan poblado de engreídos y perdonavidas. Faro de nuevas generaciones -pienso en Luis García Montero, por ejemplo- , la poesía de Angel González se revalorizará aún más si cabe con el paso del tiempo. Para empezar a conocerle o para conocerle mejor, les recomiendo el que creo es su último libro, "Otoño y otras luces" (Tusquets. Barcelona, 2001), premonitoriamente publicado en una colección a la que la editorial llamó "Nuevos textos sagrados".
Con todo, seguramente su poema más célebre, aquél en el que exprime toda su capacidad para el análisis social irónico y que recuerda inmediatamente al Antonio Machado de los "Proverbios y cantares", sea estas "Glosas a Heráclito" que les dejo a modo de despedida de nuestro Angel.
GLOSAS A HERÁCLITO
1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.
2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.
3
Nadie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los marxistas-leninistas).
4
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.