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martes, 16 de agosto de 2011

Benedicto XVI viene a por nuestras almas y nuestro dinero


Durante la presente semana Madrid se convertirá en escenario, escaparate y rehén de la secta vaticana, con su Gran Gurú al frente, el ¿ex? nazi Joseph Ratzinger. La Jornada Mundial de la Juventud es una pura excusa para que la Iglesia Católica muestre sus poderes en el país más torturado por ella desde la Contrarreforma, el que más sufre su continua agresión ideológica a la vez que el más esquilmado por estos hambrientos del dinero ajeno. A nivel organizativo, y como recordaba hace unos días el escritor Juan Goytisolo en un artículo en El País, detrás del evento mundial -eso dicen- que nos ha caído encima andan como arquitectos y movilizadores grupos tan siniestros como el Opus Dei, Los legionarios de Cristo, los kikos y el tinglado multimillonario montado por una banda de sinvergüenzas en torno a unas supuestas apariciones de la Virgen en El Escorial. Laus Deo.

La movilización de decenas de miles de jóvenes de ambos sexos, pertenecientes en su mayoría a colegios elitistas propiedad de estos grupos, pretende hacer creer que es la juventud del mundo mundial la que viene a festejar a "su" Papa. Una pura operación de márqueting limitada básicamente a España -su país fetiche/monedero-, sin embargo, como demuestra el que del famoso millón de personas que los organizadores esperan reunir apenas 90.000 sean realmente jóvenes extranjeros, llegados estos días a Madrid en avión y procedentes en su mayoría de América Latina y la Europa mediterránea.

Las cifras de este derroche con cargo al erario público español, son increíbles de puro fastuosas. Ya se habla de entre 50 y 100 millones de euros como coste global de este circo. Sólo la empresa de transporte público madrileño perderá 15 millones de euros, al entregar bonos de transporte casi gratuito a los "peregrinos", y tendrá que abonar más de medio millón de euros en concepto de horas extras a sus trabajadores. La seguridad movilizará a 10.000 policías más vigilancia privada, bomberos, personal sanitario etc. La publicidad ha corrido a cargo de instituciones públicas, como lo son diversas consejerías de la Comunidad autónoma y del Ayuntamiento de Madrid que la realizan a través de los departamentos de Turismo, Educación (!) y Asuntos Sociales (!!), detrayendo así fondos que se están negando a personas necesitadas de atención pública. Y en fin en el nivel técnico, detrás del montaje de escenarios, luces, sonido, movimiento de masas etc, hay empresas multinacionales organizadoras de conciertos de estrellas del rock. Y no olviden a Gürtel/PP, que seguro sacará de ahí tajada tal como lo hicieron en la visita de Su Santidad a la Valencia de Francisco Camps, según alguno de los muchos sumarios judiciales por corrupción abiertos contra los gestores políticos del País Valenciano.

Pero el escándalo no es solo público. Numerosas empresas privadas han sido llamadas a entregar su óbolo, y a fé que a pesar de los tiempos de crisis que dicen vivimos han sabido responder como un solo cristiano papista. La ropa de los voluntarios por ejemplo la ha pagado Caja Madrid, cuyo logotipo lucen las camisetas de los voluntarios. Medios de comunicación públicos y privados van a hacer un seguimiento al segundo de los días que dure el circo de Ratzinger en Madrid. Y en fin, untuosos políticos de izquierda como José Bono y José Blanco acudirán a rendir vasallaje al Rey de Roma fingiendo una fé que seguramente no tienen pero esperan les rente buenos votos entre los electores "centristas".

Lamentaba con tristeza el presidente Manuel Azaña que los españoles siempre anden detrás de un cura, "sea para seguirle en una procesión o sea para saltarle la tapa de los sesos de un disparo". Algún día habría que empezar a ignorarles, pues. Y sin embargo, afectar indiferencia ante el hecho de que una ciudad como Madrid quede colapsada durante días por un "acontecimiento" tan aberrante como este es imposible, tanto por lo que hace a la faceta moral del asunto como a la puramente ciudadana. Y lo más importante, pretender ignorar las payasadas de este demiurgo profesional -quien por cierto sigue sin haber pedido perdón por su pasado nazi-, capaz de invocar a un Dios todo bondad mientras se refocila en unos fastos de emperador romano en los que se malversan cantidades astronómicas de dinero, en tanto millones de seres humanos mueren de hambre y miseria a solo unas horas de avión de sus misas-espectáculo, sería por nuestra parte un pecado de lesa Humanidad.

En algún sitio he leído que estos días se van a instalar pantallas gigantes de vídeo en Somalia y en otras partes para que las gentes de esos países puedan seguir el periplo por Madrid del llamado Benedicto XVI; si fuera cierto, no cabría mayor muestra de cinismo. En fin que si yo fuera Dios, les aseguro que iba a tomar medidas: un rayo divino caería en el escenario de la plaza de Colón, de modo que al menos chamuscara las ricas vestiduras del nigromante conjurador de almas y dinero, dejándole en ridículo urbi et orbi.

¿Se apuestan algo a que no habrá rayo divino justiciero? Pues claro que no, por eso actúan como actúan los individuos como Rouco Varela o Joseph Ratzinger: porque saben que no habrá justicia divina contra ellos.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Fracasa la gira española del Circo de Ratzinger



Se nota que la trama de corrupción Gürtel ya no organiza las visitas papales a España: la llevada a cabo este fin de semana sólo puede calificarse como un desastre sin paliativos. La escasa asistencia a los actos de Ratzinger en Santiago y Barcelona, limitada a los consabidos grupos de escolares, monjas y otras gentes acarreadas de modo organizado, ha hundido por completo las previsiones, también las de beneficio económico a obtener.

Ayer en Santiago de Compostela, los organizadores se las vieron y desearon para que se llenaran las apenas 6.000 sillas dispuestas en la plaza del Obradoiro ante la fachada catedral santiaguesa; hasta minutos antes de comenzar la misa papal no se ocuparon todas. El número de gente llegada de fuera a Santiago no resultó muy superior al de cualquier otro fin de semana en esta ciudad, nada que ver con los 200.000 visitantes que la organización dijo esperar. Que las cifras de asistentes fueron muy inferiores a esos pronósticos interesados lo demuestra el que según El País de hoy, sólo aparcaron 300 autocares en el macroaparcamiento especial calculado para 1.300 de esos vehículos. Salvo en la zona inmediata alrededor de la catedral compostelana, las pantallas gigantes repartidas por todas las plazas de la ciudad quedaron casi huérfanas de público.

Desde el punto de vista comercial, las cosas tampoco funcionaron mejor para quienes esperaban sacar tajada. Casi todos los hoteles de Santiago quedaron con habitaciones libres, a lo que nos es ajeno seguramente el hecho de que se llegaran a pedir hasta 900 euros por una habitación corriente. Las ventas de merchandising asociadas a la visita papal fueron casi inexistentes, según manifestaban a las cámaras de televisión compungidos propietarios de las muchas tiendas de souvenirs existentes en la capital gallega.

En Barcelona ha sido mucho peor. Por mucho que se hayan esforzado las cámaras de televisión por intentar captar masas de gente, la asistencia ciudadana ha sido significativamente baja. A la misa de consagración de la Sagrada Familia han asistido 36.000 personas, de ellas 8.000 VIP's con silla reservada en el interior del templo. Quien conozca Barcelona sabrá que hay dos plazas gigantescas que rodean la Sagrada Familia, en las que caben decenas de miles de personas y que hoy simplemente no se han llenado. En el paseo en vehículo blindado entre el palacio arzobispal y la Sagrada Familia apenas había gente junto a las vallas; en la mayoría de calles se podía transitar caminando tranquilamente tras esa delgada fila de público asistente, al no haber ninguna aglomeración. En muchos tramos del centro, especialmente en Via Laietana, había más policías codo con codo que ciudadanos mirando.

Se diría que gallegos y catalanes han recibido a Ratzinger con el peor de los desprecios, que es la pura indiferencia. A nadie parecen importarle mucho los insultos y las mentiras proferidos por el viejo chivo del Vaticano, huésped que escupe en el plato que le ponen delante al tener la grosería y la desfachatez de igualar la política del actual gobierno español con las de los gobiernos de la Segunda República (¡ojalá fuera cierto!), cuando es sabido que sólo en subvenciones directas la Iglesia española recibe anualmente de las arcas públicas 6.000 millones de euros amén de otros privilegios y execciones, que como decía hoy El País convierten a España en un paraíso fiscal para la Iglesia Católica.

Sin duda este viaje va a dejar huella pero seguramente no en el sentido que esperaban sus promotores, quienes a partir de la fecha van a tener que replantearse futuros viajes "pastorales", al menos cuando vuelvan a tener España como destino. Si la charlotada de este fin de semana nos ha costado oficialmente a los españoles cinco millones y medio de euros (en realidad, muchos más, detraídos de nuevo de la Hacienda pública), cuando regrese Ratzinger en agosto del año próximo, esta vez para celebrar en Madrid uno de esos aquelarres juveniles meapilas que tanto gustaban a su antecesor Wojtyla, se calcula que la broma le costará al erario público español 50 millones de euros. Pues ellos mismos, porque tal como van las cosas en materia económica y de empleo en este país no sería raro que la indiferencia de hoy se trocara en contestación activa mañana.

En la fotografía que ilustra el post, el Papa recorre las calles de Barcelona, llenas de... policías.

jueves, 17 de junio de 2010

Israel, racismo entre judíos


Explica la edición digital del diario israelí Haaretz que 100.000 manifestantes judíos ultraortodoxos protestaron hoy en Jerusalén contra una decisión del Tribunal Supremo de Israel, que obliga a escolarizar conjuntamente a las hijas de judíos de origen europeo (askenazíes) con las hijas de judíos de origen árabe y mediterráneo (sefardíes).

La bronca nació en un asentamiento israelí en Cisjordania, y al parecer se ha convertido en un asunto de importancia nacional. Los partidos de momento no se pronuncian, pero la olla hierve en la calle cada vez con mayor presión.

Confieso de entrada mi desconfianza ante los fanáticos de cualquier credo, incluido el ateísmo a ultranza. Pero he de reconocer que los ultraortodoxos israelíes me provocan una repugnancia especial, quizá porque durante mi viaje a Israel y Cisjordania en 1997 me tocó sufrir de cerca su intolerancia y por qué no decirlo, su profunda estupidez. Ya de entrada ver a unos tipos que en el clima de Oriente Próximo se disfrazan de residentes siberianos provoca perplejidad, y más cuando te enteras que visten así para seguir las supuestamente antiguas costumbres indumentarias de su pueblo; en realidad, si verdaderamente siguieran al pie de la letra las tradiciones ancestrales del pueblo judío vestirían ropas muy ligeras, como es lo sensato en un clima tan caluroso. Es sólo un detalle, pero creo que califica a los personajes en cuestión.

Y luego está la cuestión del racismo. Los sefardíes en Israel vienen ocupando desde antiguo una posición subordinada respecto a sus teóricos hermanos askenazíes, que son quienes ocupan los puestos dirigentes en el país desde su misma fundación. Pocos sefardíes hacen carrera en la política, la ciencia o la empresa, por poner sólo tres ejemplos; el grado de discriminación hacia ellos es tal que a partir de los años 70 comenzaron a crear partidos propios para defender sus fines. Uno de ellos, el Shas, un partido sefardí de carácter religioso, ha adquirido gran fuerza en los últimos años, al punto de llegar a condicionar los sucesivos gobiernos laboristas y del Likud, partidos tradicionalmente dirigidos por askenazíes.

Tengo predicho que Israel se encamina a una guerra civil entre laicos y ultrareligiosos, del mismo modo que sucederá otro tanto entre esos dos bandos en versión palestina, y que hasta que estos conflictos internos no tengan lugar y se impongan los sectores laicos y progresistas, no habrá paz en Oriente Próximo. De momento las potentes movilizaciones racistas de los ultraortodoxos askenazíes contra sus propios hermanos de fé pero de "sangre impura", anuncia claramente que la semilla del fanatismo, la intolerancia y, en resumidas cuentas, del fascismo, ha arraigado con fuerza en Israel.

En la imagen que ilustra el post dos ultraortodoxos toman el sol, mientras una muchacha se baña en bikini en una playa de Israel.

viernes, 15 de enero de 2010

De Haití al cielo


En septiembre de 1999 un servidor de ustedes vivió en directo el terremoto de Estambul (7'8 grados) desde la cama de una habitación, en un céntrico hotel de la ciudad turca. El mundo pareció temblar hasta sus cimientos y los edificios iban y venían de costado, y sin embargo dos botellas de Coca-Cola colocadas en el alféizar de una ventana al otro lado de la calle, ni siquiera cayeron al vacío. El barrio de los hoteles quedó intacto. Los barrios de clases acomodadas y medias no sufrieron desperfectos, o si los hubo fueron mínimos. Y sin embargo, 10.000 personas perdieron la vida en los barrios y ciudades de clases trabajadoras que circundan Estambul; los edificios enjambre de las ciudades dormitorio se desplomaron a cientos, quizá a miles, con sus inquilinos dentro, quedando reducidos a cascotes pulverizados que no levantaban dos palmos del suelo.

Y es que estas cosas siempre golpean a los pobres, como decía ayer la COPE, la emisora católica ultrareaccionaria española, en un rasgo de sinceridad fruto quizá de la turbación general ante la magnitud de la tragedia que acaba de abatirse sobre Haití. Efectivamente, estas cosas golpean siempre y sólo a los desheredados de la tierra, que son los que viven en edificios de mierda o directamente en barracas levantadas con deshechos. Si el terremoto que casi ha acabado con Haití se hubiera producido en Japón o en Suiza, hoy sería apenas una anécdota en páginas interiores de los diarios. Por tanto está bien lamentarse acerca de la fuerza ciega de la Naturaleza desatada, el destino inevitable y resto de tópicos al uso que se aplican a estos fenómenos, pero hay que saber mirar un poco más allá y captar que su repercusión desigual tiene que ver directamente con la injusticia social, y que el único modo de evitar que estas catástrofes alcancen la dimensión de crisis humana (que no humanitaria, señores periodistas de pacotilla; una desgracia que afecta a humanos jamás puede comportarse de modo humanitario), es luchar contra la injusticia y las desigualdades que campan por sus respetos en este mundo de nuestros pecados.

Y en fin, hablando de catástrofes y pecados, escandaliza hasta más allá de lo físicamente soportable oír a José Ignacio Munilla, flamante arzobispo "no nacionalista" de San Sebastián, sermonear ante un micrófono de la SER afirmando textualmente (se supone que sin haber ingerido otro alucinógeno que su propia bilis), que "Existen males mayores que los que esos pobres de Haití están sufriendo estos días". Para el señor obispo "También deberíamos llorar por nosotros, por nuestra pobre situación espiritual, por nuestra concepción materialista de vida", y remacha: "Quizás es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo que el que esos inocentes también están sufriendo".

La respuesta al regüeldo del cabestro mitrado no ha tardado en llegar desde sectores muy diversos de la sociedad española. Un misionero claretiano que vive desde hace años en el infierno haitiano, manifestaba en otra emisora de radio que sin vida humana todo espiritualismo y toda religión carecen de sentido. Más contundente todavía fue el eminente teólogo católico Juan José Tamayo, quien calificó al obispo donostiarra de "carente de humanidad" y a sus opiniones, de "miserables".

Y es que detrás de este rotundo insulto contra la vida humana proferido por Munilla -quien, no lo olvidemos, es uno de los perros de presa adiestrados con mayor mimo por el cardenal primado español y notorio fascista, Rouco Varela-, se halla la mentalidad e ideología propia de los antiguos cruzados, hoy asumida por los terroristas islamistas, que desprecia la vida humana ajena en aras al triunfo de una presunta espiritualidad que en realidad no es más que un conjunto de insensateces fantásticas, a través de las cuales se pretende justificar la imposición de un monopolio ideológico con aplicación inmediata al control y organización de la vida civil. Los "pobres haitianos" inocentes fallecidos en el terremoto irán al cielo pero no vosotros, pecadores materialistas que no os sometéis a la voluntad de Dios (es decir, a la mía y a la de mi banda); éste y no otro es el verdadero mensaje que nos envía el obispo Munilla, al modo en el que los terroristas islamistas justifican la muerte en sus atentados incluso de creyentes musulmanes cuando afirman que Alá los separará de los infieles y les dará el Paraíso.

Dios nos ampare pues de los Munillas y de sus Cruzadas Nacionales/Yihads Islámicas.

En la fotografía que encabeza el post, una imagen del homófobo, ultrareaccionario y ahora "espiritualista" obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla. Inviertan un par de minutos en analizar esos rasgos y comenzarán a entender muchas cosas acerca del señor obispo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Festividad de los Santos Inocentes

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