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domingo, 7 de noviembre de 2010

Fracasa la gira española del Circo de Ratzinger



Se nota que la trama de corrupción Gürtel ya no organiza las visitas papales a España: la llevada a cabo este fin de semana sólo puede calificarse como un desastre sin paliativos. La escasa asistencia a los actos de Ratzinger en Santiago y Barcelona, limitada a los consabidos grupos de escolares, monjas y otras gentes acarreadas de modo organizado, ha hundido por completo las previsiones, también las de beneficio económico a obtener.

Ayer en Santiago de Compostela, los organizadores se las vieron y desearon para que se llenaran las apenas 6.000 sillas dispuestas en la plaza del Obradoiro ante la fachada catedral santiaguesa; hasta minutos antes de comenzar la misa papal no se ocuparon todas. El número de gente llegada de fuera a Santiago no resultó muy superior al de cualquier otro fin de semana en esta ciudad, nada que ver con los 200.000 visitantes que la organización dijo esperar. Que las cifras de asistentes fueron muy inferiores a esos pronósticos interesados lo demuestra el que según El País de hoy, sólo aparcaron 300 autocares en el macroaparcamiento especial calculado para 1.300 de esos vehículos. Salvo en la zona inmediata alrededor de la catedral compostelana, las pantallas gigantes repartidas por todas las plazas de la ciudad quedaron casi huérfanas de público.

Desde el punto de vista comercial, las cosas tampoco funcionaron mejor para quienes esperaban sacar tajada. Casi todos los hoteles de Santiago quedaron con habitaciones libres, a lo que nos es ajeno seguramente el hecho de que se llegaran a pedir hasta 900 euros por una habitación corriente. Las ventas de merchandising asociadas a la visita papal fueron casi inexistentes, según manifestaban a las cámaras de televisión compungidos propietarios de las muchas tiendas de souvenirs existentes en la capital gallega.

En Barcelona ha sido mucho peor. Por mucho que se hayan esforzado las cámaras de televisión por intentar captar masas de gente, la asistencia ciudadana ha sido significativamente baja. A la misa de consagración de la Sagrada Familia han asistido 36.000 personas, de ellas 8.000 VIP's con silla reservada en el interior del templo. Quien conozca Barcelona sabrá que hay dos plazas gigantescas que rodean la Sagrada Familia, en las que caben decenas de miles de personas y que hoy simplemente no se han llenado. En el paseo en vehículo blindado entre el palacio arzobispal y la Sagrada Familia apenas había gente junto a las vallas; en la mayoría de calles se podía transitar caminando tranquilamente tras esa delgada fila de público asistente, al no haber ninguna aglomeración. En muchos tramos del centro, especialmente en Via Laietana, había más policías codo con codo que ciudadanos mirando.

Se diría que gallegos y catalanes han recibido a Ratzinger con el peor de los desprecios, que es la pura indiferencia. A nadie parecen importarle mucho los insultos y las mentiras proferidos por el viejo chivo del Vaticano, huésped que escupe en el plato que le ponen delante al tener la grosería y la desfachatez de igualar la política del actual gobierno español con las de los gobiernos de la Segunda República (¡ojalá fuera cierto!), cuando es sabido que sólo en subvenciones directas la Iglesia española recibe anualmente de las arcas públicas 6.000 millones de euros amén de otros privilegios y execciones, que como decía hoy El País convierten a España en un paraíso fiscal para la Iglesia Católica.

Sin duda este viaje va a dejar huella pero seguramente no en el sentido que esperaban sus promotores, quienes a partir de la fecha van a tener que replantearse futuros viajes "pastorales", al menos cuando vuelvan a tener España como destino. Si la charlotada de este fin de semana nos ha costado oficialmente a los españoles cinco millones y medio de euros (en realidad, muchos más, detraídos de nuevo de la Hacienda pública), cuando regrese Ratzinger en agosto del año próximo, esta vez para celebrar en Madrid uno de esos aquelarres juveniles meapilas que tanto gustaban a su antecesor Wojtyla, se calcula que la broma le costará al erario público español 50 millones de euros. Pues ellos mismos, porque tal como van las cosas en materia económica y de empleo en este país no sería raro que la indiferencia de hoy se trocara en contestación activa mañana.

En la fotografía que ilustra el post, el Papa recorre las calles de Barcelona, llenas de... policías.

viernes, 22 de octubre de 2010

Ratzinger, vete al diablo


La visita a Barcelona del presunto representante de Dios en la Tierra será, además de un "gran negocio espiritual y económico", como reconocía con toda desfachatez un miembro de la jerarquía eclesiástica española hace unos días, una agresión directa al bienestar de los barceloneses en general y sobre todo de los residentes en el área en torno a la Sagrada Familia, esa aberración en hormigón que George Orwell propuso en su momento dinamitar.

Joseph Ratzinger, el ¿ex?nazi que llegó a Papa, y la turba que le acompaña caerán sobre Barcelona el fin de semana del 6 y 7 de noviembre. Su presencia supondrá que 17 manzanas del Ensanche barcelonés y alrededor de 10.000 personas residentes en la zona quedarán bajo un estado de excepción tan real como no decretado. Dice El País de hoy que en el perímetro afectado "se cortará el tráfico por completo a las dos de la tarde del sábado y hasta las seis de la mañana del lunes, día 8".

Peor que el corte de circulación es desde luego, el que "los movimientos de personas también se limitarán desde la medianoche del domingo o las siete -según la zona- hasta las personas invitadas a la dedicación de la Sagrada Familia y a los vecinos que acrediten que son residentes y comerciantes. El Ayuntamiento no ha explicado cómo se podrá demostrar que se es residente en los casos en que la documentación -DNI o carné de conducir, por ejemplo- refleje otra dirección, algo bastante corriente", continúa El País. Es decir, que los vecinos residentes en la Zona Cero de este verdadero atentado de masas deberán acreditar su condición de tales si quieren salir o entrar de su casa; menos mal que según la Cosntitución Española los ciudadanos de este país tienen total libertad de movimientos en él. Alucinante.

Las repercusiones sobre nuestros bolsillos tampoco son moco de pavo. En tiempos de restricciones económicas a todo trapo, con los sueldos de los funcionarios rebajados por decreto, el ayuntamiento barcelonés acaba de aprobar una partida de 350.000 euros para pagar horas extraordinarias de profesionales (Guardia Urbana, bomberos...) con motivo de la visita del Papa. Según El País, "el monto total que aportan las Administraciones es de 1,8 millones de euros, incluyendo 700.000 del coste de la retransmisión del periplo". Es decir, los ciudadanos españoles vamos a pagar incluso los derechos de transmisión televisiva de la visita de Ratzinger sin participar en los ingentes beneficios que se generarán a costa de la publicidad, que obviamente se repartirán entre los promotores y la jerarquía católica (recuerden la visita de Ratzinger a Valencia organizada por la trama de corrupción Gürtel, un caso que ahora está en los tribunales).

Sin embargo, Barcelona no es una aldea tercermundista sumida en el fanatismo de la patraña religiosa, ni la finca feudal propiedad de un puñado de granujas con sotana o traje italiano a la que se pueda sangrar económicamente con impunidad. El rechazo popular que debe cosechar esta visita ha de quitarles a sus instigadores las ganas de volver a organizar otra en tanto se tenga en pie la Sagrada Familia.

Atentos a las movilizaciones y a la campaña Jo no t'espero!.

miércoles, 7 de julio de 2010

Dinamita para la Sagrada Familia



El último disparate alumbrado por los beneficiarios económicos de ese Paraíso del hormigón armado que es la Sagrada Familia de Barcelona, ha sido organizar una "campaña popular" para impedir las obras del AVE. Es obvio que se han tomado todas las medidas habidas y por haber para que el túnel del AVE que atraviesa el centro de la ciudad no suponga ningún riesgo no ya para la dichosa Sagrada Familia, sino también para cualquier edificio de viviendas de los muchos bajo los cuales circulará este tren. Pero a ellos les da igual.

Sucede que la construcción del AVE comporta molestias con repercusión directa en la cuantía de los ingresos limpios de polvo y paja que proporciona ese fabuloso negocio, libre de toda clase de impuestos y que en 2005 se calculaba en cinco mil millones de pesetas anuales, que es el flujo de turistas visitantes del templo que imaginara más que proyectara Antoni Gaudí. La entrada básica cuesta 12 euros, y se calculan unos 10.000 visitantes diarios: echen cuentas. Así que lo que lo que realmente preocupa al Arzobispado de Barcelona, empresa explotadora de la Sagrada Familia a través de la pantalla legal que es la Junta de Obras del Templo Expiatorio, no es que se hunda el edificio, algo que saben no va a suceder, sino que disminuya ni que sea temporalmente el río de dinero que lleva años proporcionándole. Y ello sin tener siquiera licencia municipal de obras, que jamás se ha gestionado ni requerido por la autoridad competente. ¿Imaginan que en Barcelona o en cualquier otra ciudad civilizada se levante un edificio sin ningún tipo de permisos ni control oficiales? Pues existe, como digo: la Sagrada Familia.

Ítem más: hace muy poquitos años, el Arzobispado "exigió" al Ayuntamiento de Barcelona que derribara los edificios de viviendas circundantes, a de fin de crear un gran espacio panorámico que permita observar la Sagrada Familia a gusto de sus visitantes (y cotizantes en taquilla). El argumento de los caritativos propietarios del templo de marras es que en el proyecto de Antoni Gaudí estaba contemplada esa macroplaza. Ocurre que cuando Gaudí ideó y comenzó a levantar la Sagrada Familia, hace 120 años, el edificio se hallaba en medio del campo; un siglo después se encuentra casi en el centro de la ciudad.

Por lo demás, y para los admiradores sinceros de la obra gaudiana, hay que darles una mala noticia: lo que hoy ven como Sagrada Familia, casi nada tiene que ver con el proyecto original gaudiano. El único sector levantado en parte en vida de Gaudí es la Fachada del Nacimiento, imagen típica en las postales turísticas barcelonesas de los años 50 y 60. Todo el resto ha sido obra de una serie de arquitectos que han ido reinterpretando a Gaudí según sus gustos, capacidad y posibilidades económicas en cuanto al uso de materiales. Los Juegos Olímpicos de 1992 pusieron a Barcelona en el mapa y millones de turistas enloquecieron -nadie ha sabido aún explicar por qué- con este monumental bodrio en piedra, alumbrado por la mente calenturienta de un carlista meapilas, ultrareaccionario y al parecer adicto a ciertos hongos existentes en la provincia de Tarragona cuyo consumo le propiciaba "experiencias místicas". Desde el punto de vista arquitectónico, Gaudí no dejó planos ni casi directrices escritas sobre la construcción aparte de algunos dibujos muy vagos. Lo peor vino pues tras su muerte, de modo que hoy la Sagrada Familia es un pastiche infame hecho de retazos y pegotes, como una sábana recosida con trozos de tela de diferentes texturas y colores, a gusto de los distintos arquitectos directores de la obra que se han sucedido a lo largo de un siglo.

Y como es sabido, a mayores ingresos, menos gastos. O viceversa. El caso es que desde que a finales de los años 80 del pasado siglo, el escultor Josep Maria Subirach se convirtió en el "hombre fuerte" del proyecto contemporáneo de la Sagrada Familia, la obra ha tomado un rumbo que preocupa incluso a muchos de los partidarios de su prosecución. Los materiales son ya de ínfima calidad (puro hormigón), componiendo con ellos unas superficies grisáceas y tristonas, carentes de vida. Por otra parte, el programa escultórico de Subirachs plasmado en la Fachada de la Pasión mueve a la risa y a la irreverencia. Si lo dudan, denle un vistazo a las figuras que componen el grupo de la Crucifixión, y observen a los soldados romanos: efectivamente, están clonados de los guerreros de la Guerra de las Galaxias, película muy de moda en los años 80, época en que fueron creadas e instaladas estas esculturas. Sant Jordi es una pura estilización de Darth Vader.

Sobre las supuestas cualidades artísticas globales de esta mamarrachada en hormigón, George Orwell escribió en su "Homenaje a Catalunya" (1937): For the first time since I had been in Barcelona I went to have a look at the cathedral [La Sagrada Familia] -- a modern cathedral, and one of the most hideous buildings in the world... Unlike most of the churches in Barcelona it was not damaged during the revolution -- it was spared because of its 'artistic value,' people said. I think the Anarchists showed bad taste in not blowing it up when they had the chance." Ya ven: "uno de los edificios más horribles del mundo", y una prueba del "mal gusto artístico de los anarquistas al no haberla derribado cuando tuvieron ocasión de hacerlo". En realidad parece que el Comité de Milicias Antifascistas barcelonés llegó a calcular las cargas de dinamita que se necesitarían para reducir la Sagrada Familia a escombros, pero alguien decidió emplear esos explosivos en el frente de Aragón.

De todos modos, pienso que algún día, cuando dejen de fluir los turistas visitantes y el dinero que proporcionan a las arcas de los curas, quizá vuelva a retomarse el proyecto de tirar abajo esta mamarrachada monumental. O que en unos pocos años el hormigón comience a degradarse de tal modo, que su estado aconseje el derribo para evitar riesgos ciudadanos.

En la fotografía, grupo de El Prendimiento, en la fachada de la Pasión, obra de Subirachs. Observen los cascos y las corazas de los soldados romanos situados detrás de Cristo.