martes, 13 de septiembre de 2011

Josep Termes y el mito de la Catalunya popular


El fallecimiento la semana pasada del historiador catalán Josep Termes finiquita prácticamente la historiografía de raíz maxista en este país. Josep Termes falleció a los 75 años, tras una vida dedicada a la investigación y la explicación del presunto ser popular de una parte de la ideología catalanista, nervio central de sus estudios durante décadas, que compartió con su interés por el conocimiento del anarquismo catalán y español, culminado hace apenas dos meses con la publicación de una monumental "Historia del anarquismo en España" (RBA), en la que traza el recorrido del movimiento libertario desde 1870 a 1980, si bien observado desde una visión profundamente sesgada y contaminada de ideología.


Durante los años sesenta y primeros setenta del pasado siglo Josep Termes militó en el PSUC, el partido de los comunistas catalanes, del que se dio de baja en 1974 por el dogmatismo estalinista que atenazaba a esta formación. Termes siguió siendo un marxista metodológico y su producción ha estado siempre definida por este enfoque, aunque en los últimos años se interesara más por el relato historiográfico de los hechos que por su análisis. A pesar de haber participado en proyectos como la creación de la Universitat Autònoma de Barcelona en los años setenta, el amansamiento intelectual en los últimos años le llevó a ese "pesebre" del pujolismo para intelectuales antaño rebeldes que es la Universitat Pompeu Fabra, buque-insignia de la fabricación del pensamiento nacionalista burgués en la Catalunya de las últimas décadas. 

El discurso de Termes en relación con el catalanismo parte  de una defensa férrea de su carácter popular, que según él nunca se habría interrumpido a la largo de la Historia. El catalanismo popular sería una corriente histórica paralela al catalanismo burgués e incluso en algunas de sus ramas previo a éste. Sus raíces se remontarían a siglos atrás y se consolidaría como movimiento con expresión política y social en el siglo XIX, en pugna con la aparición del nacionalismo burgués. En Barcelona hay efectivamente una larga historia de revueltas populares en los siglos XVIII y XIX, los "rebomboris" y las "jamàncias", que aparentemente vendrían a dar la razón a Josep Termes en cuanto a que su origen suele ser popular, aunque ni por asomo "nacionalista", concepto político inexistente en Catalunya hasta la época de la "Renaixença" (finales del siglo XIX). Ocurre sin embargo que al analizar tales movimientos es fácil percibir en ellos la presencia de elementos dirigentes vinculados a la pequeña y mediana burguesía urbana, en tanto las clases trabajadoras interpretaban como siempre el poco agradecido papel de carne de cañón. El "espontaneísmo" de tales revueltas y motines, a menudo nacidos como protestas sociales ante el alza de los precios de artículos básicos de consumo o como respuesta a la inexistencia en los mercados de éstos, solía acabar en la formación de comités revolucionarios en los que predominaban comerciantes, profesionales liberales, militares y otras profesiones por el estilo, y en las que los trabajadores manuales brillaban por su ausencia.

Es significativo el distanciamiento que Josep Termes muestra por el anarquismo, al que viene a calificar como ideología extraña al país importada por los emigrantes venidos del resto de España.  Tal posición, que se refuerza atribuyendo a los anarquistas toda clase de desmanes y crímenes y no solo durante el período de la Guerra de España, está deviniendo canónica en la interpretación del anarquismo por la historiografía burguesa catalana aunque sea ahistórica y completamente falsa, pues responde a un prejuicio ideológico. En realidad el anarquismo estaba ya en Catalunya mucho antes de que ésta recibiera los grandes flujos de inmigración que conocemos en los años a caballo entre los siglos XIX y XX, y respecto a la virulencia del anarquismo autóctono éste lo fue tanto o tan poco como el de los inmigrantes, entre otras razones porque entre los anarquistas nunca hubo separación por comunidades. Catalanes autóctonos y conocidos anarquistas fueron personajes tan dispares como Joan Rull, que colocó unas cuantas bombas muy sonadas a comienzos del siglo XX ocasionando verdaderas masacres (y a quien Termes califica de confidente policial, sin más explicaciones); Ferrer i Guàrdia, principal referente intelectual de la escuela libertaria, asesinado legalmente tras la Setmana Tràgica; Salvador Seguí, el "Noi del Sucre", asesinado por pistoleros a sueldo de la patronal Fomento del Trabajo;  Federica Montseny, líder del anarquismo posibilista durante de la Guerra de España y precursora feminista; y Joan Garcia Oliver, el hombre clave del Comité de Milicias Antifascistas de Catalunya en 1936, entre otros muchos hombres y mujeres. Personalmente me he quedado perplejo al ver que un historiador en tiempos respetado,  haya evolucionado de ese modo, hasta producir una escritura de la Historia tan ideologizada, parcial y descaradamente puesta al servicio de las clases dominantes catalanas.

El grabado que ilustra el post muestra una estampa, claramente inspirada en las francesas revolucionarias de la época, de una "jamància" en la Catalunya de las primeras décadas del siglo XIX. Uno de los personajes, probablemente un campesino dada su manera de vestir, alza una bandera negra y grita llamando a la revuelta. La bandera negra era un símbolo recurrente en los motines populares barceloneses de esos años.

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