miércoles, 23 de febrero de 2011

La verdad del 23-F


1. Todo el mundo en España sabía que se estaba fraguando un golpe de Estado mucho antes de que este tuviera lugar. Jefes militares, de la Guardia Civil y algunos de la policía conspiraban sin recato en cuarteles, comisarías y hasta cafeterías de Madrid. La prensa derechista azuzaba sin rebozo el movimiento militar.

2. El golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 fue una conspiración que implicaba a la inmensa mayoría de mandos del Ejército, la Guardia Civil y del CESID (los servicios de inteligencia), así como a muy amplios poderes financieros, empresariales, eclesiásticos y políticos. El franquismo sociológico en peso, en suma, estaba detrás.

3. En el 23-F confluyeron cuatro golpes de Estado, que finalmente se anularon unos a otros. Del más peligroso y mejor organizado, el golpe de los coroneles, apenas se ha difundido nada; por pura lógica de la carrera militar, los implicados en él son ahora altos mandos del Ejército.

4. El 23-F fracasó fundamentalmente por causa de las peleas internas, las incompatibilidades de carácter, los celos y el vedettismo de los líderes de las diferentes asonadas golpistas concentradas en él. Muy pocos mandos militares se opusieron al golpe, y la mayoría de quienes finalmente lo hicieron fue por obediencia al Rey y no por unas convicciones democráticas que salvo casos muy contados, como el teniente general Saénz de Santamaría, no sentían en modo alguno.

5. En el interior del Congreso hubo complicidades políticas, como lo revela la frase, grabada, que dirigió el coronel Tejero a sus esbirros cuando comenzaron a disparar supuestamente al aire: "¡cuidado, no les vayáis a dar a los nuestros!". No es difícil deducir que los suyos se sentaban en los escaños de Alianza Popular y seguramente también de una parte de la entonces gubernamental UCD.

6. El papel del Rey durante las primeras horas fue esencialmente ambiguo y a la expectativa, en concordancia con el de la inmensa mayoría de los capitanes generales, sus pares y presuntos subordinados. El Rey actuó de modo decidido sólo cuando quedó claro que los capitanes generales no se moverían (salvo el demente de Milans del Bosch) hasta que los demás se arriesgaran a dar un paso adelante "pronunciándose" a favor del golpe. Lo que liquidó el 23-F fue, en definitiva, la acrisolada cobardía que transmiten los pronunciamientos militares españoles desde mediados del siglo XIX.

7. Algunos hechos cometidos por los guardias civiles en el interior del edificio del Congreso definen perfectamente la catadura criminal de los asaltantes: la formación de un pelotón de ejecución integrado por guardias civiles voluntarios (fuente: la diputada Anna Balletbó); la orden del jefe de los secuestradores uniformados, el coronel Tejero, de abrir fuego si se cortaba la luz (El País de hoy); el robo por los mismos guardias civiles ocupantes del bote de las propinas del bar del Congreso (fuente: el periodista Miguel Ángel Aguilar); el haberse bebido literalmente los guardias civiles ese mismo bar a pesar de estar supuestamente "de servicio"; el trato despreciativo cuando no vejatorio propinado a los representantes electos del pueblo; la total insubordinación de los golpistas a la escala de mando (véase la escena en que tres guardias civiles rasos zarandean al anciano teniente general Gutiérrez Mellado, al que por cierto no consiguieron derribar al suelo).

8. El golpe finalizó en la mañana del 24 de febrero con la firma del llamado "Pacto del capó", junto al edificio del Congreso, en el que representantes políticos y militares acordaron la "reconducción general" de la democracia española. Fruto directo de ese enjuague cuyas consecuencias seguimos pagando hoy fue la LOAPA, ley orgánica que laminó la naciente estructura federal del Estado.

9. El juicio posterior a algunos golpistas fue la pura representación de una opereta bufa, que solo sirvió para desvelar guiños y complicidades entre quienes supuestamente debían impartir "justicia militar" y los justiciables. Las exculpaciones y las penas impuestas fueron obviamente pactadas entre unos y otros, con la bendición de la clase política. Y ello a pesar de que con el Código de Justicia Militar entonces vigente en la mano, el mismo que ellos habrían aplicado de modo implacable al pueblo español caso de haber triunfado plenamente en su criminal rebelión, todos los golpistas sin distinción de grados deberían haber sido fusilados inmediatamente.

En la imagen que ilustra el post, un grupo de guardias civiles huye cobardemente por una ventana del Congreso en la mañana del 24 de febrero de 1981, luego de saber que el golpe de Estado había fracasado.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, pues aún hay gente que se empeña en propagar las mentiras que los militares juzgados utilizaron para su defensa: sembrar la sospecha de que el rey estaba de acuerdo con el golpe y que lo desmontó para hacerse el "héroe".

Falacia que hoy se sigue repitiendo, tanto desde un extremo al otro.

Creo que Javier Cercas da una visión acertada en "Anatomía de un instante.

Martinico.

Celemin dijo...

Algunas de las cosas que cuentas, Joaquim son parte del bulo con el que se ha querido tapar el golpe. Otras sin embargo son de las que aun no han sido capaces de explicar.
Y a pesar de lo que diga el simpar Martinico, el papel del rey está muy claro y pendiente aún de juzgar.

Y no todos los capitanes generales estaban con el golpe. Te puedo asegurar que si el de Burgos lo estaba, lo disimuló muy bien. Tenia al lado de mi casa la academia de Ingenieros y toda la tarde del 23 estuvieron saliendo y entrando militares de paseo. Todo era tan normal que incluso a las 8 de la tarde salían del cine que había enfrente y se metían en el bar de la esquina a comerse el bocata. No hubo ni generala ni ningún otro toque de alarma.

Salud, amigo.

Joaquim dijo...

Por continuar con las anécdotas sobre capitanes generales en el 23-F, contaré una poca conocida y que incluso tiene su gracia.

La cosa es que el capitán general de una de las dos regiones militares de Andalucía aguardaba noticias de sus colegas para ver de sumarse o no al golpe. El hombre andaba nervioso en la espera y su asistente, que conocía la condición de alcohólico del eximio soldado, le ofreció una copa, cosa que su jefe aceptó de inmediato. Apenas apurada esta el taimado asistente le ofreció una segunda, y luego la tercera, así hasta que el ilustre militar acabó durmiendo la mona entre ronquidos y tendido en un sofá del despacho. Cuando Su Excelencia despertó ya era de día, y todo había finalizado.

Anónimo dijo...

Celemin: gracias por el adjetivo, (.."el simpar") pero podías habértelo ahorrado. Sabes de sobra que una opinión no es nada más que eso, la forma de interpretar una noticia, un suceso o un artículo -en este caso el de Joaquím- y suele ser muy subjetiva, con lo que ni tú ni yo tenemos la verdad ni la certeza de nada, por mucho ardor que pongamos en defendella y no enmendalla.

Ahora mi caso particular. Estaba trabajando y escuchando la cadena SER cuando la irrupción de Tejero en el Congreso, rápidamente fui a contárselo a mi jefe, que cómo yo, acababa de enterarse por los mismos medios, me aconsejó que me marchara ya que conocía mis actividades políticas y él había vivido los acontecimientos del 36.

En mi pueblo, que pertenecía a la Capitanía General de Valencia, se proclamó el estado de excepción y la Benemérita se dedicó a la vigilancia disimulada de posibles objetivos estratégicos: ferrocarril, sedes de partidos políticos, Ayuntamiento y armerías.

Me puse en contacto con algunos compañeros de la capital y la conclusión fue, que aquella noche la pasáramos fuera de nuestros domicilios habituales. Un compañero de un pueblo a 22 Km. del mío, me brindó la casa de una cuñada que tenía desocupada y allí pasamos la noche con el transistor pegado a la oreja y viendo pasar durante algunas horas a la Guardia Civil del pueblo con armas largas, cumpliendo las órdenes de Milán del Bosch. A la mañana siguiente cuando volvimos a nuestro pueblo algunas calles estaban muy bien rotuladas (rótulos hechos con plantillas) con el nombre de "calle del Teniente Coronel Tejero" junto con consignas: "comunistas y socialistas al paredón". Estos hechos habían sido cometidos por elementos civiles con la complicidad de la "vista gorda" de las "fuerzas del orden".

Un ruego Celemín, no pierdas ni un segundo en citarme -ya van dos veces- en este mismo blog. Yo sin citarte, si considero que con un comentario mío puedes darte por aludido, lo retiro de inmediato.

P.D.: Joaquím, si consideras este comentario fuera de lugar lo suprimes. Gracias.

Martinico.

Celemin dijo...

No sólo tu lo pasaste mal esa noche, Martinico. Algunos, aunque no estábamos en Valencia y en apariencia todo era normal, temíamos las mismas represalias por parte de los fascistas. No sólo tu estabas fichado por tus actividades. Otros muchos lo estábamos. Y te puedo asegurar que, por lo que se del golpe, los que tu defiendes no corrían ningún peligro.

Salud, compañero

Anónimo dijo...

La ignorancia es atrevida y la incomprensión lectora hace que digamos cosas que no se han dicho.

Seguramente que a los dirigentes de CCOO que hacía algunos meses habían sido detenidos durante una huelga en Albacete, que fueron interrogados por la Guardia Civil y que estaban pendientes de juicio, los golpistas les estaban preparando un recibimiento con confetti, serpentinas y champán francés. Por favor, lee bien el comentario y compréndelo, sin prejuicios.

Y no me llames compañero, para eso hay que demostrarlo.

Martinico.

Jotabe dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dijo anoche en el debate Al Rojo Vivo, Perez Henares ( Chani ), exPC. La ausencia, ya no digo masiva, de personas en la calle por parte de la población en defensa de las libertades aquella noche del 23F, que en su momento se vendió como prudencia, serenidad o sentido común, no fué más que miedo y acojonamiento, a la espera de los acontecimeintos.
En mi caso también, a las 18:23 escuchaba la SER en el trabajo y, sin esperar la autorización del jefe, marche a esconder los archivos del sindicato y después a escuchar la radio.

PD tampoco cabría esperar gran cosa de una ciudadanía que, 6 años antes estaba en dictadura y que esperó ha que esta feneciara, cuando lo hizo el dictador.

Joaquim dijo...

No entro ni salgo en la polémica que mantenéis Celemín y Martinico, pero esa frase tuya Celemín que le diriges "por lo que se del golpe, los que tu defiendes no corrían ningún peligro",es muy injusta.

Esa tarde y esa noche todos corríamos peligro, repasa la lista de personas a las que separaron del resto de diputados en el Congreso: solo faltan representantes de Alianza Popular y, curiosamente -o no tanto-, de los nacionalistas vascos y catalanes.

Por cierto ya que desvelamos qué anduvimos haciendo cada uno esa tarde, a un servidor le pilló estando solo en el local de una agrupación barcelonesa del PSC. Junto con un compañero que vino después, sacamos del local los ficheros de militantes de esa agrupación (alrededor de trescientos nombres y direcciones) y los dejamos en un sitio que no diré, oculto ante las mismas barbas de las "tocineras" de la Policía Nacional que habían bloqueado la única vía de salida que tenía entonces un distrito obrero en el que residían más de doscientas mil personas. Era un sitio tan evidente, que jamás se les habría ocurrido...

Totalmente de acuerdo, Jotabe. Mi sensación entonces y ahora es exactamente esa: casi nadie se hubiera jugado la vida o la libertad para resistir en la calle al golpe.

Fíjate que los primeros que pusieron pies en polvorosa fueron los garrulos proetarras de Herri Batasuna, que a pesar de lo que cuentan ahora sobre reuniones abertzales en Euskadi la noche del 23-F, en las que supuestamente se planificaron respuestas al golpe, la realidad probada es que todos ellos pasaron la frontera echando leches y que durmieron en Francia, acogidos a la protección del "opresor" Estado francés.

Si los "gudaris" de pega se las piraron, imagínate la gente corriente.