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viernes, 12 de agosto de 2011

El fascismo comunicacional une a Gallardón y Cameron



Según cuenta El País de ayer, el Ayuntamiento de Madrid (PP) impide el acceso a determinadas páginas web desde las terminales informáticas conectadas a Internet que ofrecen las Bibliotecas públicas de esa ciudad. Política que sitúa al municipio madrileño a la altura de países tan avanzados en materia de libertades como China, Cuba o Corea del Norte.

Según el diario, si usted intenta acceder a, por ejemplo, una web relacionada con el Movimiento 15-M desde una Biblioteca pública madrileña, aparece este mensaje, que parece sacado de la novela orwelliana"1984": "Acceso denegado por política de contenidos. Usted está intentando acceder a contenidos no permitidos”. Quién es el fascista municipal que determina qué contenidos pueden ser o no visitados, todavía no se sabe. Sin embargo me juego una comida en "Set Portes" a que sí se puede acceder sin problemas a las páginas de Democracia Nacional, la web Generalísimo Francisco Franco y otros sites por el estilo desde los que se expende basura fascista al por mayor.

Los motivos dados desde el Ayuntamiento que preside el dialogante centrista Alberto Ruiz Gallardón son que las páginas a las que se deniega el acceso tienen un “contenido inapropiado” o vulneran "alguna medida de seguridad nacional". Ya ven, protestar cibernéticamente contra la mierda de sistema económico y social en el que tan a gusto hozan los politicastros del Partido Popular, es "inapropiado" y puede atentar contra la "seguridad" de la "nación". Criticar estas medidas calcadas de la peor censura nazi-estalinista será pronto "criminal", a menos que reaccionemos contra esta manera bastarda de impedir el acceso y por tanto el conocimiento y la difusión de la información que realmente interesa.

Como dice El País, los síntomas son muy peligrosos. Y nada aislados. Ayer mismo el Gobierno Cameron no solo prometía a su policía más "hombres, más dinero, y cañones de agua", sino que manifestaba su voluntad de clausurar las redes sociales cibernéticas que haga falta, ya que según ellos son instrumentos usados por los "delincuentes" para organizarse en las batallas campales que tienen lugar estos días en los barrios de Inglaterra. Es como si en España sin ir más lejos, se propusiera prohibir los teléfonos porque según se ha demostrado han sido el instrumento predilecto de los miembros de ¨la red Gürtel para ponerse en contacto entre ellos y con políticos del Partido Popular; o que ya puestos, se decidiera prohibir los partidos políticos porque el PP haya demostrado ser una organización podrida por la corrupción de arriba abajo.

El "fascismo comunicacional" es una expresión que explica y abarca ya no solo los contenidos vomitivos que perpetran la derecha reaccionaria y la extrema derecha en los medios electrónicos, a menudo con la indiferencia o la complicidad de quienes deberían protegernos de ellos, sino también la voluntad cada vez más reiterada por gobiernos de esas coloraciones de controlar, censurar y manipular el funcionamiento de esos medios aportados por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), castrando sus posibilidades como elementos al servicio de la libertad de expresión, el conocimiento libre y la autorganización social.

No sé si podrán lograrlo, pero está claro que al menos lo están intentando con todas sus fuerzas.

martes, 16 de noviembre de 2010

Con Berlanga desaparece el mejor cine español


El fallecimiento de Luis García Berlanga, o Luis Berlanga, como era más conocido, deja al cine español sin el que acaso haya sido el más grande de sus directores. Berlanga es una leyenda viva de la pantalla desde hace sesenta años, aunque ya llevara una década sin dirigir. Sus últimos años los ha vivido bajo el doble impacto del Alzheimer y de la muerte de su hijo Carlos.

Mucho antes de esta etapa final triste y alejada de todo, Berlanga fue un valenciano creativo y chispeante que supo captar como nadie la esencia de aquella España sórdida y cateta, inmersa en el período más lóbrego de su historia. Aún así, a pesar de reflejar fidedignamente el ambiente social de la España sometida al franquismo, sus peliculas siempre alumbraban una sonrisa en el espectador y hacían penetrar un rayito de esperanza entre tanta desolación y miseria implacablemente retratadas por su magia.

Y es que el cine de Berlanga resulta demoledor y ácido, pero nunca agrio ni destemplado, ni mucho menos panfletario. Sus personajes son personas humildes, desgraciados en el más amplio sentido de la palabra, y están tratados con mucha ternura y hasta compasión; antihéroes inmersos en situaciones cotidianas pequeñas, en cuyo trasfondo está siempre presente la lucha por la supervivencia; seres enfrentados al hambre, el frío, las estrecheces en general y sobre todo, con la enorme tristeza que imperaba en aquella España terrible.

Claro que Berlanga jugaba con ventaja: en ese buen hacer cinematográfico contó siempre con la inestimable ayuda de Rafael Azcona, probablemente uno de los cuatro o cinco mejores guionistas del cine mundial de todos los tiempos. Los guiones de Azcona derrochaban humor, delicadeza, mala leche y capacidad de observación social casi a partes iguales, en un cóctel explosivo que recuerda al maestro de maestros, Willy Wilder, que como es sabido además de director genial fue un extraordinario guionista. Azcona y Berlanga trabajaron de modo tan compenetrado, que probablemente deberían haber firmado conjuntamente los guiones y la dirección de los filmes que fabricaron entre ambos.

La carrera de Berlanga se inició en los primeros años cincuenta. En esa época colaboró estrechamente con Juan Antonio Bardem, otro director mítico, del que aprendió los fundamentos del oficio. Es curioso que dos hombres de temperamento e ideas políticas tan distintos -Bardem era comunista acérrimo, y el Berlanga de entonces falangista, ex miembro de la División Azul-, congeniaran hasta el punto de codirigir algunas películas. La consagración le llegó a Berlanga muy pronto, en 1952, con "Bienvenido Mr. Marshall", una película que vista desde hoy no se entiende cómo pudo pasar intacta la censura, siendo como es una sátira tan feroz de aquella época. Bardem explicó hace unos años que ello se debió seguramente a la conjunción de tres factores: la adscripción política/social de Berlanga, que hacía intocables su persona y sus películas; la convicción de censores y críticos cinematográficos de que aquel film no era más que un juguete cómico; y el que en él quedara malparada la imagen de los norteamericanos, algo que agradaba a un régimen que aún no había perdonado a sus nuevos aliados la derrota de sus amigos nazis y fascistas. La fama de Berlanga, entonces un joven brillante, divertido y un poco gamberro pero dentro del sistema, debió acabar de convencer a las autoridades franquistas de que "Bienvenido Mr. Marshall" era un producto inofensivo. Luego vendrían "Plácido" (1961), "El verdugo" (1963), y ya en democracia, "La escopeta nacional" (1977), verdaderas obras maestras del cine universal, entre otros filmes rodados entre mediados de los cincuenta y finales de los setenta. En los años ochenta y noventa las películas de Berlanga pierden progresivamente frescura e interés, incluso llegan a ser repetitivas en cuanto a temas y situaciones; el talento creativo de Berlanga no se adaptó bien al comercialismo que comenzó a a dominar la industria cinematográfica española a partir precisamente del final del franquismo, ni a los cambios en el gusto del espectador medio.

Para siempre nos quedarán no obstante sus obras maestras, entre las que si hubiera de escoger una me inclino sin dudarlo un instante por "Plácido", esa descripción de una tarde de Navidad a la española de principios de los sesenta narrada en clave de humor negro negrísimo, con un pobre diablo al que le vence una letra del motocarro del que malvive su familia y un hermano que ha afanado una cesta navideña que debía haber entregado en una casa bienestante; el sueño de meterle el diente a un jamón serrano como epítome de una España con un hambre de siglos, ansiosa de "comer a la americana" como dice uno de los personajes, una España en la que en vez de la de Franco reinaba la filosofía de Carpanta, el personaje de historieta que vivía bajo un puente y deliraba con pollos asados volando alrededor de su cabeza.

Los personajes de "Plácido" no eran malos, eran pobres. Los malos de verdad eran los cabrones de ricos que, como en la vida misma, se acaban comiendo la cesta de Navidad.

La imagen que ilustra el post es un fotograma de "Plácido", de Luis Berlanga. Entre los actores puede reconocerse a José Luis López Vázquez, Manuel Alexandre, Cassen y otros rostros de la época.