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martes, 5 de mayo de 2009

Justicia a la española


El juez Pedraz, de la Audiencia Nacional española, imputa a tres ministros chinos 200 muertos, 1.000 heridos y 6.000 "detenidos ilegales". Los ministros a los que Pedraz pretende encausar son nada menos que el de Defensa y dos responsables de la policía. El magistrado español se remite a hechos acaecidos antes de los Juegos Olímpicos de Pekín, durante las algaradas que elementos nacionalistas tibetanos supuestamente llevaron a cabo en Tíbet y en China. Que se sepa, entre los represaliados por las autoridades chinas no hay ningún ciudadano español.

Paralelamente, otro juez de la misma Audiencia Nacional, de apellido Velasco, se niega a actuar contra los responsables del centro de tortura y detención ilegal de Guantánamo, porque según él se trata de delitos cometidos "en el extranjero por extranjeros". El magistrado sostiene que EEUU es el país "mejor posicionado" para enjuiciar estos crímenes. En Guantánamo fue encarcelado ilegalmente y torturado durante años al menos un ciudadano español, el ceutí Ahmed Abderraman Hamed, alias Hmido, que hoy vive libre en su ciudad natal.

La duda que le asalta a uno es si la Audicencia Nacional es el reino de la hipocresía superlativa, o simplemente el lugar donde cada uno de los jueces allí destinados está facultado para hacer lo que le venga en gana. Si a esto le llaman justicia, que vengan Dios y su Santísimo Tribunal y lo vean. Entiéndanme, como ya he escrito alguna vez lo del Tibet me parece un ballet representado por falsarios, unos en el papel de autoridades chinas represoras y los otros en el de nacionalistas tibetanos reprimidos; los muertos, eso sí, son reales, como suele acontecer en estas mascaradas, y los ponen las clases populares tanto chinas como tibetanas. Pero es que cuando se hila tan fino como en este caso y en cambio se manda Guantánamo a la "competencia" de los tribunales norteamericanos, no cabe menos que sorprenderse por lo trucada que está la vara conque mide nuestra justicia cuando se pone a intervenir en asuntos internacionales.

Vara trucada que por cierto, es la misma que sigue rigiendo para los asesinos del cámara español José Couso, muerto a tiros en Bagdad durante la invasión de Irak por militares norteamericanos plenamente identificados. Ni la Audiencia Nacional ni nadie quiere tomar cartas en el asunto. ¿Por qué no se procesa al Comandante en jefe y al Secretario de Defensa que mandaban a esos asesinos? Impunidad e hipocresía.

miércoles, 9 de abril de 2008

Quinto aniversario del asesinato de José Couso

Ayer se cumplió el quinto aniversario del asesinato del cámara de televisión español José Couso a manos de tropas de los EEUU. En un sencillo acto de conmemoración, se descubrió una placa a la entrada del edificio de Madrid en el que Couso vivió la mayor parte de su vida, y en el que siguen habitando su viuda y sus dos hijos, de 8 y 11 años.

A Couso le asesinaron a sangre fría cuando se hallaba en el interior de la habitación que el equipo de Telecinco ocupaba en el hotel Palestina, en Bagdad. En ése hotel se concentraba la prensa extranjera en la capital irakí, tanto en las semanas previas a la invasión norteamericana del país como en los primeros momentos de la toma de Bagdad. Era por tanto de sobras conocido por todas las partes en lucha que el hotel Palestina no era un "objetivo militar", y de hecho gozaba de una especie de estatus tácito de neutralidad, tal como ocurre siempre con los hoteles que ocupan los medios de prensa en conflictos armados.

Lo que convierte la muerte de Couso en un crimen de guerra es que ésta se llevó a cabo de una manera fría y calculada; en ningún caso se trató de un tiroteo en el que unas balas perdidas alcanzara al cámara español y al periodista ucraniano que también falleció en esa acción. Una unidad de tanques del ejército de EEUU recibió expresamente la orden de abrir fuego contra la fachada del hotel Palestina, y el cañonazo segó dos vidas de personas no participantes en el conflicto armado.

¿Por qué dispararon los soldados yanquis contra el hotel Palestina? La razón es sencilla: una vez tomada la ciudad, no querían testigos de las operaciones de control y "limpieza". La muerte de Couso y del ucraniano fue una invitación a la prensa no controlada para que saliera de Irak lo antes posible; de hecho, muchos periodistas abandonaron Bagdad inmediatamente. Las fuerzas de ocupación norteamericanas no querían fisgones sueltos, informando por su cuenta sobre la ocupación y sus consecuencias (en cambio permitieron que durante la campaña de invasión, periodistas de medios afines -como el español El Mundo- viajaran "empotrados" en las unidades militares norteamericanas).

Se conoce perfectamente la cadena de mando completa a través de la cual se decidió, ordenó y ejecutó el ataque; los nombres de los oficiales que participaron en ese crimen se hallan en la querella presentada por la familia Couso. Pero la Justicia española no ha hecho más que interferir y retrasar procedimientos, hasta conseguir la paralización del caso. Obvio, por otra parte, que EEUU se niega siquiera a que sus militares declaren en una causa incoada en un país extranjero.

Uno cavila que tanto interés que el juez Garzón y algunos fiscales se han tomado con los militares genocidas argentinos (aunque en su país la Justicia se haya preocupado en los últimos años de darles su merecido penal), se comparece mal con el nulo que han prestado a este caso flagrante. Y es que nos es lo mismo sacar pecho y acaso conseguir el Nobel de la Paz a costa de una Junta militar desprestigiada y fuera del poder hace 25 años, que enfrentarse al Gobierno y el aparato militar del país más poderoso del planeta.

El caso Couso es una ocasión excelente para demostrar que la Justicia española además de ser honesta, lo parece. Es decir, que trata a todos por igual y no se achanta ante nadie. ¿Realmente es así?.

jueves, 15 de marzo de 2007

La risa de la hiena


De qué se reía ayer Aznar con esa risa peligrosa tan suya en la que muestra sin pudor los colmillos carniceros?.

¿Se reía de los ciento noventa y dos muertos de los atentados del 11-M, que su política vicaria con el Imperio y la incompetencia de su Gobierno hicieron inevitables?.

¿Se reía de cómo intentó engañar al mundo entero entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, intoxicando hasta al Consejo de Seguridad de la ONU y manipulando a su conveniencia la información sobre los atentados, sus ejecutores y sus causas?.

¿Se reía acaso de los seiscientos mil iraquíes asesinados en lo que se lleva de ocupación de ése país, cuya invasión fue decidida en un acto al que él prestó gustoso su firma y su jeta?.

¿Se reía de la familia del cámara de televisión español José Couso, asesinado a sangre fría por las tropas estadounidenses en Bagdad?.

¿Se reía tal vez de cómo en complicidad con su compinche Tony Blair lograron que Pinochet eludiera el jucio por crímenes contra la Humanidad, sacándolo de Gran Bretaña con toda clase de triquiñuelas leguleyas?.

¿Se reía Aznar de Gescartera, del Prestige, de "la huelga general que nunca existió", de la boda de su hija en El Escorial...?.

¿O tal vez el ataque de risa le sobrevino al leer el cartel que había a sus espaldas en ese acto?.

Aunque bien mirado, las hienas no necesitan excusas para reír.