lunes, 18 de agosto de 2008

Yelena Isinbayeva, la reina voladora de Pekín


Hace un par de horas veía en la televisión a Yelena Isinbayeva ascender hacia el listón, situado a cinco metros y cinco centímetros, y no creía que lo atrevesara. Pensé que iba a derribarlo y me equivoqué, obviamente. Ver su delgado cuerpo ajustarse al fino travesaño y superarlo limpiamente es un espectáculo arrebatador y sorprendente, porque lo normal es que un ser humano no consiga traspasarlo sin hacerlo caer.

El concurso de Yelena había sido antes, como siempre, impecable. Con cuatro metros noventa y cinco centímetros se ha llevado la medalla de oro, dejando hundidas a todas las demás competidoras. Entonces se ha retado a sí misma y a todos los que en su país, Rusia, y fuera de él la llaman "pesetera" y difunden que sólo ataca récords en los mítines para profesionales, en los que cada centímetro de listón en que se eleva el récord mundial se cobra en euros o en dólares. Hoy, en Pekín, Yelena les ha cerrado la boca para siempre: no ha subido el listón a cinco metros, como hubiera sido lo lógico, sino directamente a cinco metros y cinco centímetros, es decir diez centímetros por encima del salto con el que ha ganado el oro. Ahí se lo jugaba todo, y una vez más ha ganado.

Lo mejor de Yelena, con todo, es su aterrizaje en la colchoneta. Su alegría contagiosa, sus saltos, sus inmensos ojos grises que ríen como nadie sabe reír en la pista de atletismo. No es ni de lejos la más guapa, pero sí la más terriblemente atractiva en su sencillez y frescura, en su capacidad para entusiasmarse y entusiasmar a cuantos la miran.

Y sin embargo, las cosas no han sido fáciles para esta chica. Nacida hace 26 años en Volvogrado, la antigua Stalingrado, una conocida rusa me hizo notar que su apellido no es ruso puro y que remite a orígenes posiblemente tártaros, y por tanto musulmanes, algo fatal en un país tan racista con sus minorías como Rusia. Yelena ha tenido que abrirse paso en un mundo, el del atletismo femenino ruso, diseñado para rubias de largas piernas, frías como el hielo, en el que la expresividad entre mediterránea y oriental de esta muchacha tiene mala acogida. Pero ella es la mejor, la más grande, la reina voladora, y todo el mundo ha terminado por rendirle pleitesía.

Ninguna mujer vuela tan alto por sus propios medios como lo hace Yelena, auxiliada tan sólo por un delgado palo flexible. Yelena Isinbayeva, la reina voladora de Pekín.

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