Texto revisado, originariamente publicado en el blog de Manolo Saco
1. George Orwell, víctima o delator
En el año 2003 y por impulso de lo que queda del partido Comunista Británico, apareció en los medios una lista con los nombres de casi cuarenta figuras públicas británicas, militantes comunistas, supuestamente redactada por el escritor George Orwell y entregada por él a los servicios secretos británicos poco después de la finalización de la II Guerra Mundial. En realidad se trata de una espectacular campaña de desprestigio contra un honesto intelectual de izquierdas, cuyo pecado fue salir con vida allí donde la perdieron Andreu Nin y otros compañeros, liquidados por los estalinistas durante la guerra de España.
Respecto a la famosa lista, al parecer contenida parcialmente en una carta de 1948, Orwell avisaba mediante ella a una amiga que trabajaba en el Foreign Office del “entrismo” estalinista en el Ministerio de Exteriores británico (y por lo que sabemos después, en los propios servicios secretos de su Graciosa Majestad). Parece bastante dudoso que si la carta tenía un objetivo político práctico en el año en que comenzaba la Guerra Fría (alertar sobre la presencia de agentes soviéticos en la burocracia británica), Orwell incluyera en ella nombres como el de Charles Chaplin o el del padre de Vanessa Redgrave, que nada tenían que ver con las oficinas ministeriales británicas; más bien parece tratarse de un añadido posterior con objeto de desacreditar a Orwell, presentándole como un tosco anticomunista.
De todos modos ¿por qué actuó así George Orwell, por qué escribió y entregó esa carta? Para entenderlo hay que retroceder en el tiempo. Cuando vino a España, a finales de 1936, Orwell se alistó en la milicia del POUM como pudo ir a parar a la de cualquier otra organización de izquierdas. Sus convicciones eran de izquierdas, socialista de izquierdas en concreto, pero no identificadas con siglas ni con posiciones ideológicas muy elaboradas. Orwell llegó a España a través de la oficina de reclutamiento del Independent Labour Party (ILP), una formación a la izquierda del partido Laborista en la que militaban disidentes de la socialdemocracia, comunistas independientes y también trostkystas, aunque el ILP no era un partido trostkysta. Cuando se producen los hechos de Mayo en Barcelona, Orwell participa en los combates (tan poco violentos que en realidad, cada día tomaban café los del POUM en bar desde el que a determinadas horas les disparaban los gubernamentales, según cuenta el escritor en Homenaje a Catalunya). Ocurre que el hombre no paraba de escribir cartas y artículos, y aunque en general ponía en ellos a caer de un burro la capacidad política, intelectual y en algun caso hasta mental de dirigentes republicanos de todos los colores, los comunistas estalinistas del PSUC-PCE terminaron por ponerle la diana en la cabeza, como a otros intelectuales extranjeros que contaban fuera la manera en la que el PCE se iba haciendo con espacios de poder cada vez más amplios en la Administración, el Ejército y la calle de la retaguardia republicana. Además, Orwell era un hombre que medía más de metro noventa, así que bastante gente terminó por fijarse en él, y desde luego con intenciones poco amistosas en el caso de los seguidores de la Iglesia de Moscú.
Cuando se produce la liquidación del POUM, el asesinato de Nin (”¿Dónde está Nin? en Salamanca o Berlín”, se reían en público sus asesinos, en respuesta a las demandas de qué había hecho el PCE con Andreu Nin), y la encarcelación de centenares de poumistas y simpatizantes, Orwell debe huir de España porque le iban a matar. Salió de España en una operación del ILP, en la que parece que participó discretamente algún destacado dirigente socialista (un gobernador civil). No fue el único que hubo de huir para salvar la vida, y algunos viejos poumistas cuentan que compañeros suyos refugiados en Francia fueron asesinados por estalinistas franceses. Más: en enero de 1939 se llegó a la canallada de dejar en sus celdas del castillo de Montjuïc a decenas, tal vez cientos, de poumistas detenidos, que cayeron en su mayoría en manos de los franquistas cuando estos entraron en la ciudad y recibieron de sus nuevos captores el trato previsible.
Es obvio y parece lógico que Orwell que repito, ni fue trostkysta ni tuvo siquiera nunca el carnet del POUM, sintiera de todo menos cariño por los partidos estalinistas, especialmente por el PC soviético, que los gobernaba con puño de hierro a todos desde el Kremlin, y aún menos por la organización "ejecutiva” (lo de ejecutiva entiéndase en el doble sentido de la palabra) de éste, la Komintern.
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