El municipio madrileño de Pozuelo es la población con la renta per cápita más alta de España. Dicho en corto, en él habitan de modo exclusivo gentes cuyos ingresos permiten calificarles directamente como "ricos" o "muy ricos" según los casos. Nada que ver pues con barriadas marginales en las que habitan jóvenes sin presente ni futuro; los de Pozuelo tienen de todo, y en exceso.
Ocurre que durante la Fiesta Mayor de la localidad, que se viene celebrando estos días, se organizó una noche de botellón (consumo de bebidas al aire libre) so capa de alguna actividad no bien especificada y promovida dentro del programa de actos de este municipio, gobernado como no podía ser menos por el Partido Popular (PP). Miles de jóvenes se dieron cita en un espacio abierto, y como que el alcohol y las drogas corrieron a todo trapo pronto comenzaon a menudear los incidentes. Los organizadores del singular evento "cultural" -el propio Ayuntamiento de Pozuelo- viendo la que se les venía encima, tomaron la peor decisión posible: pedir al retén de policía presente que despejara de inmediato el lugar. Se organizó así una batalla campal entre algunas docenas de policías y miles de jóvenes borrachos y drogados, envalentonados por el "efecto manada" y conscientes de su superioridad numérica sobre los policías. Calles enteras de Pozuelo resultaron arrasadas.
Del origen de clase e ideología de estos jovenzuelos -muchos de ellos menores de edad-, no cabe la menor duda después de oír las expresiones con las que se dirigían a los policías (una de las más coreadas fue "¡homosexuales!" "¡homosexuales!"). Ha nacido pues la pijo-borroka, la bronca callejera organizada por niñatos ricachos que se saben impunes, ya que se sienten y están protegidos por sus apellidos y por el talonario de cheques de su papá.
Al día siguiente de los incidentes, 20 jóvenes detenidos fueron conducidos ante el juez. En la puerta del juzgado, el papá de uno de ellos -un tipo bien trajeado y de inconfundible aspecto pijo- declaraba a las cámaras de l telediario del mediodía que su niño no había hecho nada, y que fueron los policías "quienes se le tiraron encima" (sic); a eso en el País Vasco, suelen llamarle "encubrimiento de actos terroristas", porque lo que practicaron su hijo y resto del rebaño fue verdadero terrorismo callejero.
Entre esos 20 detenidos hay varios menores. El juez les acaba de imponer como castigo un período de 90 días de libertad vigilada, durante los cuales tendrán que estar en casa desde las diez de la noche. Pues bien, según oía esta mañana en Radio Nacional de España, varios padres de esos pijo-terroristas ya han reaccionado considerando que tal decisión judicial constituye un "ataque a la libertad de sus hijos"(sic). Es simplemente alucinante que unos padres puedan llegar a tal grado de irresponsabilidad.
Está claro que estos papás bienestantes no están capacitados para educar a sus hijos, y que éstos saben que cualquier cosa que hagan tendrá el respaldo de sus padres. La solución pasa, a mi entender, por declarar a los padres responsables subsidiarios de los cuantiosos daños materiales producidos por sus retoños y a renglón seguido retirarles la patria potestad sobre ellos, enviando a esos menores a pasar una buena temporada en un centro tutelado, como se hace con los jóvenes de clases sociales subordinadas cuando presuntamente se descarrían.
Y por si esto tampoco funcionara, queda la solución que según la COPE acaba de proponer el cardenal Rouco Varela. Según su Eminencia Reaccionarísima, "rezar el rosario es muy útil para combatir el botellón"(sic). Como puede verse, la estupidez profunda no es patrimonio exclusivo de los niñatos pijo-borrokas de Pozuelo.
En la fotografía, dos pijo-borrokas conducidos ante el juez.
5 comentarios:
Un humilde detalle. El padre trajeado y de aspecto pijo. ¡¡Llevaba el ABC debajo del brazo!!
Anónimo, no querrás que llevara la "Solidaridad Obrera"...
Estimado Sr. Editor, me permito adjuntarle mi experiencia en los citados hechos entre las 22.00 horas del día sábado cinco de septiembre de 2009 y las 01.00 horas del día domingo seis de septiembre de 2009:
Al llegar al Parque del Pradillo a eso de las 22.00 horas del día sábado cinco de septiembre de 2009, lugar donde estaba montada toda la parafernalia festiva, ya había un par de miles de personas (personillas más bien) a ambos lados de las atracciones (zonas verdes, además) bebiendo, algunos con claros signos de embriaguez. Mientras tanto, en la zona de las atracciones estábamos una mayoría de familias con bebés y niños pequeños de hasta unos 9-10 años de edad usando esas instalaciones (este colectivo familiar no sólo estaba compuesto por los residentes pudientes, también estaban ampliamente representados colectivos de población inmigrante, sobre todo marroquíes y de distintos países de América, que también residen en el que se conoce popularmente como "Pozuelo Pueblo" y gente de barrios de Madrid conectados por autobús, como era nuestro caso).
Conforme avanzaba el tiempo, se fue transformando el panorama de asistentes en ese espacio urbano, de tal modo que para las 24 horas del día sábado cinco de septiembre de 2009, un 95% de las familias habían desaparecido del recinto y la afluencia de adolescentes y gente más mayor bebidos y con ganas de bronca era ya masiva: gente que además hacía ostentación de las bebidas que estaba tomando. No se trataba de botellas de calimocho o de litronas, sino gente que bebía de botellas de ron añejo y de Moët Chandon como si de botijos se tratara, además de todo tipo de drogas ilegales, que también circulaban abiertamente entre el personal, de manera igualmente ostentosa.
Apenas se podía caminar y el trasiego de ambulancias sacando gente de la masa, desvanecidos, era constante, agravado por la circunstancia del monumental atasco de coches que impedían a las ambulancias salir rápidamente de ese espacio urbano.
Dado el cariz que estaban tomando las cosas, decidimos levantar el campo y salir de allí. Nos llevó casi una hora salir del atasco que había entre las calles Islas Canarias, Islas Cíes y el Camino de las Huertas.
Para ese momento podría haber unos miles personas ya enfebrecidas del todo, gente con ganas de bronca entre la que no faltaban miembros de tribus urbanas conocidas por su violencia y descerebrados pudientes con capacidad económica para emborracharse de bebidas caras, hacer todos los destrozos posibles y que luego pague papá las fianzas y las consecuencias.
De modo que si yo misma, una mamá normal y corriente, sin conocimientos de psicología de masas, estrategia policial ni nada de eso, pude ver:
•que el ambiente iba caldeándose cada vez más,
•que la afluencia de gente en coche, en el tren ligero y andando era a cada minuto mayor,
•que la gente no estaba sólo borracha (esto era evidente) y
•que no había ningún dispositivo evidente de control sobre la zona, ... me pregunto qué vieron las autoridades, mejor dicho, qué no vieron, porque, joer, mira que estaba claro que esa movida iba a terminar mal.
Por otra parte, es un hecho conocido entre el colectivo adolescente madrileño que ir al botellón de Pozuelo es ventajoso y a él acuden en masa gente de muchos municipios. Lo mismo sucede con los de Majadahonda y otras localidades cercanas: los efectivos para disolverlo son muy escasos y por lo tanto, es mejor que en Madrid.
Lo que me sorpende más es que todo el mundo ponga cara de asombro, esto lleva produciéndose durante muchos meses con la permisividad de padres y autoridades. La batalla campal que se montó el otro día era cuestión de tiempo.
Muchas gracias,
Muchas gracias por tu testimonio, Marta, resulta muy clarificador.
Un saludo cordial.
Seguimos siendo un mundo de clases, algunas con todas las obligaciones y otras con todos los derechos, de allí que la Ley nos trate diferente.
Un abrazo.
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