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miércoles, 16 de marzo de 2011

Lobbys, mentiras y explosiones nucleares



Mientras los reactores de Fukushima y de otras centrales nucleares próximas van reventando uno tras otro en una macabra verbena de fuegos artificiales preñados de muerte y desolación, los lobbys pronucleares redoblan sus esfuerzos para intentar convencernos de que no pasa nada, o que acaso solo hay un poquito de peligro en un sitio que está muy lejos.

Estos días se oye de todo, y casi nada sensato. Desde el "experto" a sueldo del organismo que debería vigilar de modo independiente el asunto nuclear en España -y que en realidad no es más que otro instrumento de propaganda grosera al servicio de la industria nuclear-, que habla con desfachatez de que en Fukushima sólo hay "un poco" de fusión nuclear, hasta el jovenzuelo que hace marketing en Japón para la empresa propietaria de la central que está reventando, y que en una entrevista en directo para Radio Nacional de España balbucea tal cúmulo de mentiras infantiles sobre lo que está pasando que le hace perder la paciencia a su entrevistador. En su dibujo de ayer para El País, El Roto ponía en boca de un lobbista pronuclear la "explicación" de que en realidad, "la radioactividad desprendida es poco radioctiva". Su dibujo de hoy, que encabeza este post, resulta asimismo contundente en la denuncia de estos charlatanes que se esfuerzan patéticamente por conseguir enterrar el asunto que les está abrasando la credibilidad.

Entre esa pandilla universal de embusteros por interés figura por derecho propio el Gobierno japonés. Al parecer y según explica hoy El País, existe en la cultura japonesa la tradición de considerar de mala educación el exponer públicamente aquellas cosas que se estiman no convenientes para su conocimiento por otros. Será una tradición oriental, pero a este descreído occidental le suena a artero modo de ocultar la verdad y evitar que en este caso, y sin ir más lejos, los japoneses conozcan la realidad de la catástrofe nuclear que les está afectando. Y sobre todo, es evidente que se trata de un sistema para protegerse a sí mismos (políticos y empresarios) de las consecuencias que ese conocimiento público tendría para ellos.

El comisario de Energía de la Unión Europea calificó ayer la situación en Japón de "apocalíptica". La perrera a sueldo de los lobbys pronucleares le pone hoy a parir, llamándole alarmista. Ítem más: esta mañana oí hablar en la radio al alcalde de un "municipio nuclear" español, empleado de la central nuclear instalada en su pueblo para más señas, quejándose de que "pronucleares y antinucleares" no les dicen la verdad sobre este asunto. Todos son malos entonces salvo él y sus compinches de consistorio, empleados asalariados como la mayoría de sus convecinos de la nuclear, por otra parte impulsora, sostenedora y más que probable financiadora desde hace muchos años de sus carreras políticas "a favor de la energía nuclear". Pues bien, el alcalde atómico, mendigante hasta ayer mismo del cementerio de residuos nucleares previsto en España, intenta ahora salvar su culo político tomando distancias de todos, incluidos sus amos. Dinero y mentiras, mentiras y dinero.

Todo esto daría simplemente asco sino fuera porque lo que se está jugando aquí es el futuro y casi el presente no sólo de los japoneses; también el de todos nosotros, los seres humanos en conjunto. Recuerden la lluvia ácida producida por Chernobil, que desde apenas unas horas después de producirse ese desastre nuclear azotó Europa durante días, y el claro aumento de casos de cáncer habido en los años posteriores en Europa del este y central; o el caso de Harrisburg, una ciudad norteamericana de trescientos mil habitantes envenenada por la fusión en el reactor de la central nuclear próxima, una tragedia sobre la cual los mass media extendieron un espeso y continuado manto de silencio, a pesar de que por pura lógica estadística los afectados debieron de ser decenas o centenares de miles de personas; y Vandellós 1, cerrada hace 20 años tras un incendio que provocó una "fusión parcial" del núcleo del reactor cuyas consecuencias reales sobre la salud de las poblaciones circundantes jamás se han explicado.

Mentiras y silencio. Y dinero, mucho dinero.

lunes, 14 de marzo de 2011

Lecciones de la catástrofe nuclear de Japón



1. Las cifras del desastre natural que ha vivido Japón son sobrecogedoras: miles de personas han muerto y otras decenas de miles han desaparecido en el tremendo terremoto y el tsunami subsiguiente acaecidos el viernes pasado. Ciertamente los terremotos todavía no son previsibles, pero sí se conocen desde hace miles de años las zonas de mayor actividad sísmica. Japón es quizá la más importante de todo el planeta, y a la vez una de las más densamente pobladas sobre una menor superficie territorial. Algo no cuadra del todo en la inteligencia humana a la hora de escoger hábitat.

2. Más allá de esta tragedia, inevitable en gran medida, la provocada directamente por la estupidez humana: la mayor catástrofe nuclear de la Historia, con los reactores de tres centrales atómicas en fusión nuclear. Apenas han transcurrido 48 horas y ya se ha tenido que evacuar a casi un millón de personas del área directamente en riesgo. Dos de las centrales afectadas se hallan respectivamente a 150 km y a 250 km de Tokio, lo que ha iniciado un éxodo que en cualquier momento puede convertirse en estampida de millones de seres humanos huyendo hacia el sur del país en busca de refugio. Siendo como es este un desastre de proporciones apocalípticas, la verdadera tragedia para el género humano no es ya la cadena de explosiones nucleares que se está produciendo en Japón, según se deduce de las propias informaciones oficiales por dulcificadas que intenten presentarlas los medios de comunicación, sino el nivel de locura al que nos ha llevado la codicia sin límites de quienes son capaces de poner en riesgo la misma pervivencia de cualquier forma de vida sobre la Tierra, incluida la propia especie humana, con tal de seguir aumentando sus ganancias hasta más allá de todo límite. Alguien tiene que frenarlos como sea.

3. En algún lugar del planeta hay un individuo a quien los servicios secretos que le fabricaron hace 30 años y ahora le buscan para matarle llaman Bin Laden, que a estas horas debe estar muriéndose de la risa. Occidente vive atemorizado porque cualquier mañana deba desayunarse con la noticia de que el terrorismo islamista haya volado una de sus centrales nucleares, y de momento la Naturaleza ya ha reventado tres de golpe en un solo país. Si Dios existe no sé si juega a los dados, pero a bromista con mala leche no le ganan ni en el Club de la Comedia.

4. Al igual que cuando se produjo el estallido de la crisis global que dicen vivimos, los mismos hipócritas de entonces han comenzado a fingirse contritos y a darse golpes de pecho. Sarkozy, de nuevo, aparece en público, diciendo ahora que Francia se va a replantear el futuro de su medio centenar de centrales nucleares. No hagan ni caso. ¿Recuerdan cuando hace tres años él y sus pares europeos proponían "dejar en suspenso el capitalismo durante un tiempo" para resolver la crisis? En cuanto escampe, todo quedará olvidado. El problema es que ahora no afrontamos una crisis económica fabricada en las Bolsas y los "mass media", sino la posibilidad de un invierno nuclear que nos de en breve el mismo destino que tuvieron los dinosaurios.

5. Si hay un país en el que la crisis nuclear japonesa debe dar miedo, ése es España. Desde hace meses, desde que ha comenzado a hacerse patente que el modelo de consumo energético español es ya insostenible por mor del delirante gasto per cápita en combustibles como la gasolina, los intereses económicos que basan su poder en el monopolio energético y el partido político mamporrero que sustentan, el Partido Popular, vienen clamando por la nuclearización como única fuente energética "barata, limpia y segura". Japón es la respuesta a sus mentiras. Pero no teman, ellos no se van a bajar del burro. Sin ir más lejos, este mismo fin de semana, mientras los reactores nucleares japoneses estallaban, Mariano Rajoy reclamaba en un mitin del PP, cierto que con menor énfasis que en días precedentes, que se tenga en cuenta "también la energía nuclear" en el diseño de nuevas políticas energéticas contra la crisis. Presionado por esta gente y lo que mueven, el Gobierno del PSOE prolonga por décadas la vida de centrales nucleares que ya han cumplido el medio siglo de existencia y que en su momento fueron levantadas y puestas en marcha con materiales de desecho de las centrales estadounidenses de la época.

¿Recuerdan aquella escena de la película "Dr. Strangelove", llamada aquí "Teléfono rojo, volamos hacia Moscú", en la que un militar enloquecido interpretado por Peter Sellers cabalga una bomba atómica desprendida de un avión mientras saluda con el sombrero en la mano y lanza gritos de vaquero? Pues en estos momentos todos nosotros vamos montados en esa bomba. Disfruten de la caída.

En la imagen que ilustra el post, fotograma final de Dr Strangelove, con Peter Sellers cabalgando la bomba atómica que acaba de lanzar.

domingo, 9 de agosto de 2009

Más brillante que mil soles


Tal día como hoy de 1945, se arrojó sobre la ciudad japonesa de Nagasaki la segunda bomba atómica de la historia.

La primera se había lanzado días antes sobre Hiroshima, y a pesar de la monumental masacre no había surtido el efecto apetecido: la rendición inmediata e incondicional del Japón. Lejos de eso, los sectores más fanáticos del ejército imperial impusieron a punta de pistola la voluntad de resistir hasta al fin. Los EEUU se apresuraron pues a escoger un segundo objetivo, que hiciera morder el polvo definitivamente a los japoneses.

Contra lo que se suele decir, Nagasaki no fue objetivo seleccionado sobre la marcha al fallar otros por razones metereológicas. Nagasaki era una ciudad de un cuarto de millón de habitantes, importante puerto fundado por los portugueses y gobernada por los jesuitas durante siglos. En 1945 Nagasaki era la ciudad con más católicos y miembros de otras confesiones cristianas de Japón; en la ciudad estaban internados, además, miles de prisioneros de guerra norteamericanos, británicos y australianos. El mensaje de la bomba sobre Nagasaki era claro: nada salvaría a las ciudades japonesas de la destrucción absoluta si el Gobierno nipón no se rendía.

Aquella mañana del 9 de agosto el sol brilló entre las nubes más que mil soles que ardieran a la vez, según palabras de testigos supervivientes. Quien miró el fenómeno quedó ciego al instante. Como en Hiroshima, los seres humanos, los animales y los objetos cercanos al epicentro de la explosión simplemente se volatilizaron en el aire. Más de la mitad de las personas que se hallaban ése día en Nagasaki murieron de modo inmediato o en los días posteriores. La ciudad entera se fundió como una barra de helado. Durante años, los supervivientes padecieron horribles enfermedades y deformaciones; peor todavía, los efectos han ido apareciendo en las generaciones de descendientes de afectados nacidas posteriormente.

Japón se rindió cinco días después.

La imagen que ilustra el post es una fotografía tomada en Nagasaki en días posteriores al bombardeo nuclear del 9 de agosto de 1945.