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viernes, 13 de mayo de 2011

Lorca: el ladrillo mata más que los terremotos



Nueve muertos en Lorca, decenas de heridos, miles de personas sin hogar. La Naturaleza ciega golpea, la pequeñez del hombre frente a las fuerzas telúricas desatadas, la mala suerte proverbial de este país bla bla bla.

Todo eso son cuentos, excusas. No matan los terremotos, mata el ladrillo. Mata la corrupción. Mata la desidia, la rapacidad, el dinero fácil. Lo explicaré.

En 1999, un servidor de ustedes vivió en persona el terremoto de Estambul, de 7'8 grados en el epicentro (en la capital turca, 6'8). Aquella noche, solo en la habitación de mi hotel, un hotel para occidentales construido unos pocos años atrás, tuve la sensación de que el mundo entero se ponía a bailar la conga. Y sin embargo allí no pasó nada, ni un rasguño, ni una grieta, ni un trozo de manpostería caído en la calle. El barrio intacto: hoteles, oficinas, tiendas de lujo, no sufrieron el más mínimo desperfecto. A la mañana siguiente, camino del aeropuerto, atravesé barrios obreros periféricos en los que edificios de viviendas de muchas plantas, habían quedado reducidos a pilas de escombros de apenas uno o dos metros de alto. Murieron cincuenta mil personas, gente humilde, trabajadora. Ante el clamor popular, el Gobierno turco abrió una investigación. Resultó que las paredes de los bloques de pisos construidos en los años sesenta y setenta tenían arena entre ladrillo y ladrillo en vez de cemento. No pasó nada, no se castigó a nadie. El ladrillo asesino, los especuladores canallas responsables de aquella hecatombre humana, pudieron seguir tranquilamente con sus negocios.

Si uno observa una vista aérea de Lorca, de los barrios derrumbados como castillos de naipes, se da cuenta inmediatamente de lo que ha pasado: se han hundido las casas viejas, sin mantenimiento, los edificios no consolidados y las construcciones más recientes pero realizadas con materiales de tercera categoría. Fíjense en quienes han sido las víctimas mayoritarias, quienes eran los ocupantes de esas viviendas: inmigrantes magrebíes, africanos y latinoamericanos y españoles pobres. Esa misma región de Murcia, en la que bajo los auspicios de los políticos de la derecha española se han construido en los últimos años decenas o acaso cientos de miles de chalets en urbanizaciones creadas alrededor de centenares de campos de golf, no gasta un céntimo en rehabilitación de edificios: para la derecha, invertir en mantenimiento es tirar el dinero. Ellos prefieren construir sin freno, invadir costas y montañas con viviendas para quienes pueden pagar el llevar agua adonde no la hay, la creación de campos de juego siempre verdes en medio de secarrales desérticos y el uso de materiales de calidad empleados en segundas o terceras residencias. Mientras, apenas unos kilómetros más allá otras personas se hacinan en infraviviendas.

Ayer le oí en la radio al vicepresidente español Pérez Rubalcaba decir que una de las prioridades de su departamento (Interior) será investigar cómo es posible que dos terremotos, uno de 4'5 y el otro de 5'2 grados, hayan podido causar un desastre semejante. Investigue, señor Rubalcaba: vaya a por el ladrillo y a por los políticos murcianos en general y lorquinos en particular, y tendrá la respuesta.

Por si necesitan otro dato para convencerse de lo que digo. En el castillo de Lorca, un edificio con muchos siglos a sus espaldas, se estaban realizando obras para acondicionarlo como Parador de Turismo; al parecer, el edificio ha resultado prácticamente destruido por el terremoto. ¿Qué materiales se estaban usando en esas obras y cómo se hacían éstas, que han conseguido lo que cientos de años de asedios, incendios e incuria no habían logrado? A por el ladrillo, señor Rubalcaba.

Por cierto, a solo 200 kilómetros de Lorca está la central nuclear de Cofrentes. Para echarse a temblar. Y es que estas cosas no sólo pasan en Estambul o en Japón: también en España hay terremotos y sinvergüenzas.

En la imagen que ilustra el post, aspecto de una calle afectada por el terremoto en la ciudad de Lorca. Obsérvese el aspecto de las edificaciones que la forman y los daños ocasionados.

lunes, 14 de marzo de 2011

Lecciones de la catástrofe nuclear de Japón



1. Las cifras del desastre natural que ha vivido Japón son sobrecogedoras: miles de personas han muerto y otras decenas de miles han desaparecido en el tremendo terremoto y el tsunami subsiguiente acaecidos el viernes pasado. Ciertamente los terremotos todavía no son previsibles, pero sí se conocen desde hace miles de años las zonas de mayor actividad sísmica. Japón es quizá la más importante de todo el planeta, y a la vez una de las más densamente pobladas sobre una menor superficie territorial. Algo no cuadra del todo en la inteligencia humana a la hora de escoger hábitat.

2. Más allá de esta tragedia, inevitable en gran medida, la provocada directamente por la estupidez humana: la mayor catástrofe nuclear de la Historia, con los reactores de tres centrales atómicas en fusión nuclear. Apenas han transcurrido 48 horas y ya se ha tenido que evacuar a casi un millón de personas del área directamente en riesgo. Dos de las centrales afectadas se hallan respectivamente a 150 km y a 250 km de Tokio, lo que ha iniciado un éxodo que en cualquier momento puede convertirse en estampida de millones de seres humanos huyendo hacia el sur del país en busca de refugio. Siendo como es este un desastre de proporciones apocalípticas, la verdadera tragedia para el género humano no es ya la cadena de explosiones nucleares que se está produciendo en Japón, según se deduce de las propias informaciones oficiales por dulcificadas que intenten presentarlas los medios de comunicación, sino el nivel de locura al que nos ha llevado la codicia sin límites de quienes son capaces de poner en riesgo la misma pervivencia de cualquier forma de vida sobre la Tierra, incluida la propia especie humana, con tal de seguir aumentando sus ganancias hasta más allá de todo límite. Alguien tiene que frenarlos como sea.

3. En algún lugar del planeta hay un individuo a quien los servicios secretos que le fabricaron hace 30 años y ahora le buscan para matarle llaman Bin Laden, que a estas horas debe estar muriéndose de la risa. Occidente vive atemorizado porque cualquier mañana deba desayunarse con la noticia de que el terrorismo islamista haya volado una de sus centrales nucleares, y de momento la Naturaleza ya ha reventado tres de golpe en un solo país. Si Dios existe no sé si juega a los dados, pero a bromista con mala leche no le ganan ni en el Club de la Comedia.

4. Al igual que cuando se produjo el estallido de la crisis global que dicen vivimos, los mismos hipócritas de entonces han comenzado a fingirse contritos y a darse golpes de pecho. Sarkozy, de nuevo, aparece en público, diciendo ahora que Francia se va a replantear el futuro de su medio centenar de centrales nucleares. No hagan ni caso. ¿Recuerdan cuando hace tres años él y sus pares europeos proponían "dejar en suspenso el capitalismo durante un tiempo" para resolver la crisis? En cuanto escampe, todo quedará olvidado. El problema es que ahora no afrontamos una crisis económica fabricada en las Bolsas y los "mass media", sino la posibilidad de un invierno nuclear que nos de en breve el mismo destino que tuvieron los dinosaurios.

5. Si hay un país en el que la crisis nuclear japonesa debe dar miedo, ése es España. Desde hace meses, desde que ha comenzado a hacerse patente que el modelo de consumo energético español es ya insostenible por mor del delirante gasto per cápita en combustibles como la gasolina, los intereses económicos que basan su poder en el monopolio energético y el partido político mamporrero que sustentan, el Partido Popular, vienen clamando por la nuclearización como única fuente energética "barata, limpia y segura". Japón es la respuesta a sus mentiras. Pero no teman, ellos no se van a bajar del burro. Sin ir más lejos, este mismo fin de semana, mientras los reactores nucleares japoneses estallaban, Mariano Rajoy reclamaba en un mitin del PP, cierto que con menor énfasis que en días precedentes, que se tenga en cuenta "también la energía nuclear" en el diseño de nuevas políticas energéticas contra la crisis. Presionado por esta gente y lo que mueven, el Gobierno del PSOE prolonga por décadas la vida de centrales nucleares que ya han cumplido el medio siglo de existencia y que en su momento fueron levantadas y puestas en marcha con materiales de desecho de las centrales estadounidenses de la época.

¿Recuerdan aquella escena de la película "Dr. Strangelove", llamada aquí "Teléfono rojo, volamos hacia Moscú", en la que un militar enloquecido interpretado por Peter Sellers cabalga una bomba atómica desprendida de un avión mientras saluda con el sombrero en la mano y lanza gritos de vaquero? Pues en estos momentos todos nosotros vamos montados en esa bomba. Disfruten de la caída.

En la imagen que ilustra el post, fotograma final de Dr Strangelove, con Peter Sellers cabalgando la bomba atómica que acaba de lanzar.