martes, 3 de agosto de 2010

Los toros en Catalunya



En todos estos días que estuve de viaje a miles de kilómetros de España, La única referencia relacionada con este país que hallé en un medio de comunicación fue una noticia de la BBC en la que de un modo confuso y con mucha mala leche hispanofóbica (tan british ella, por otra parte) se informaba acerca de la polémica prohibición de las corridas de toros en Catalunya.

Vaya por delante mi repugnancia por eso que llaman el "espectáculo taurino" o "Fiesta nacional". A mí que me borren de una nación capaz de sentir orgullo por matar animales indefensos mediante tortura, y que además permite cobrar entrada por presenciar la carnicería. No me sirven las justificaciones estéticas (Jack el Destripador podría facilitarnos unas cuantas relacionadas con las artes cisorias), ni las apelaciones a ancestrales tradiciones y hondos sentires; dicen los antropólogos que más tradicional que el canibalismo no hay nada, y como saben nuestros meapilas locales la esclavitud está alabada ya en los primeros libros de la Biblia, así que todo eso no son más que pamplinas. Las corridas de toros son un espectáculo infame, sobre todo desde el momento en que se convirtieron en un ritual vacío de sentido y pasaron a ser un puro espectáculo de masas. Porque ciertamente hubo un tiempo en el que las corridas o lo que fueran entonces tuvieron un sentido de carácter religioso ligado a cultos solares que están en el origen mismo de la civilización mediterránea, como reflejan los frescos cretenses del palacio de Knossos, construido 2.000 años antes de nuestra era.

Desaparecidas esas creencias, en la Península Ibérica sobrevivió como digo la forma ritual de ese culto pero despojado de todo sentido. El juego de vida y muerte con el toro pasó a ser un puro divertimento, al modo en que durante siglos era costumbre en Europa acudir a las ejecuciones públicas en familia y llevando la merienda. Ciertamente a nadie se le ocurrió cobrar entrada por presenciar la ejecución de Louis XVI, pero de haberlo hecho se hubiera convertido en la envidia de cualquier empresario taurino dada la cantidad de gente que acudió y la fiesta que se organizó al pie del cadalso. Y es que mirar a la muerte de cerca cuando el ajusticiado es otro constituye una de las experiencias más fascinantes para el ser humano desde el alba de los tiempos: ante el espectáculo de la muerte ajena uno se siente inmortal, y tal vez sea esa la esencia última de acontecimientos como las corridas de toros, las luchas de gladiadores y otros similares, que entrañan riesgo para la vida de los actuantes pero no para los espectadores.

La batalla contra las corridas de toros es antigua y en Catalunya tiene cierto pedigree, en la medida en que la moral y la estética burguesas triunfantes a finales del siglo XIX dictaminaron que las corridas de toros eran un espectáculo propio del populacho. Y es que el "pueblo bajo" barcelonés sentía tal pasión por los toros, que en varias ocasiones una mala tarde taurina ocasionó "bullangues" (motines callejeros) al acabar la corrida, y a menudo se quemaban iglesias como modo de descargar la cólera popular. Cuando la burguesía catalana pretendió ser "fina" dejó de acudir a las plazas de toros y construyó su propio escenario, el teatro del Liceu, al que acudía a exhibirse en sociedad y a dormir la siesta. Los toros tuvieron cada vez peor prensa, y los círculos catalanistas pronto los asociaron a los gustos de las oleadas de inmigrantes sureños (murcianos y andaluces) que en las primeras décadas del siglo XX llegaron como una marea que inundó el cinturón industrial de Barcelona. Luego de la guerra de España los toros fueron de nuevo un espectáculo "fino", pero sólo para la parte de la burguesía que colaboró con el Régimen y para aquellos sectores de las clases populares que pretendían reivindicar sus orígenes culturales. Con el tiempo las corridas de toros en Catalunya decayeron, al punto de que desde hace años sólo acuden a la única plaza barcelonesa que queda activa los turistas llevados en grupo por las agencias de viaje y apenas algunos nostálgicos entrados en años y de mentalidad muy fosilizada. El espectáculo taurino en Catalunya está muerto desde finales de los años setenta.

El revuelo actual es evidentemente político. Algunos partidos que alardean de catalanistas pretenden mediante él marcar distancias con la "cultura española", a la que caracterizan como primaria, salvaje y no respetuosa con la vida. Desde la pura hipocresía fingen olvidar que los toros no fueron importados a Catalunya sino que tuvieron aquí un arraigo antiguo como dije antes, y sobre todo pretenden que olvidemos los "correbous" y otros espectáculos crueles de la misma calaña que se vienen celebrando en innumerables poblaciones de la Catalunya profunda, y a los que esos mismos políticos promotores de la prohibición antitaurina han preservado mediante ley. Así de mezquinos y pequeñitos son nuestros nacionalistas catalanes.

No menos asco da el cinismo de la derecha española y de otros patrioteros supuestamente de izquierdas, que entran al trapo con todo y reivindican las corridas de toros como una de sus señas de identidad esenciales. Enarbolan con altivez y sin vergüenza alguna la defensa de lo taurino desde esa "España de charanga y pandereta, que huele a cerrado y sacristía" de la que abominaba don Antonio Machado, y proclaman Cruzada de salvación de las corridas ligando su pervivencia nada menos que a la continuidad de "su" España. Como ven, unos y otros se retroalimentan y buscan el enfrentamiento a cabezazos. Y es que gracias a él se aprietan las filas de sus respectivos seguidores, y de paso el personal se distrae de problemas mucho más reales y punzantes para los que todos ellos carecen de otra alternativa que no sea mantener el status quo del sistema.

Como decía antes las corridas de toros en Catalunya están muertas desde hace tiempo. Prohibirlas en lugar de dejarlas morir per se sólo contribuirá a dotarlas de un protagonismo social del que carecen y sobre todo, a facilitar su uso instrumental político, que en definitiva es lo que buscan unos y otros con esta estúpida polémica.

En la imagen, un fresco del palacio de Knossos. Dos mil años antes del inicio de nuestra era, unos jóvenes practican con un toro una suerte muy parecida a la que actualmente hacen los forcados portugueses.

3 comentarios:

ximo dijo...

Lo tengo muy claro: Si me hubiese tocado votar sobre la ILP en el Parlament de Catalunya, no hubiera sabido donde decantarme, con lo cual, me hubiera abstenido.
Entiendo perfectamente tus argumentos, Joaquim, pero cuando leo otros como el del antropólogo Manuel Delgado, que me permito enlazar, tampoco me desagradan.
Me gustaría que aclararas eso de "Catalunya profunda" cuando te refieres a lugares de Catalunya donde se realizas los "correbous" ( exclusivamente las Terres de l'Ebre ), ¿ tiene la connotación de "negra", quizás? . También para mi algunas variantes o modalidades de los "bous" en estas comarcas son totalmente rechazables ( bou capllaçat i embolat -ensogado y embolado-). Pero parece que existe especial interes por parte de unos y otros ( los abolocionistas ya han avisado ) de, ahora, ir a por los correbous; tal como he tenido que ir aclarando estos últimos días por distintos foros y blogs, la mayor parte de la fiesta con bous ( toros ) en las comarcas del Baix Ebre y Montsia básicamente, se desarrolla en una plaza -en algunos casos ni redonda- hecha con carros ( si queda alguno ) y carretas, andamios y en la que los aficionados juegan con las vaquillas intentando esquivar sus envestidas corriendo delante de ellas con tal de evitar el revolcón. Ah, la merienda, que no falte. Supongo que no hay que aclarar que el animal no se mata .
A estas alturas, cuando de contrarrestar los argumentos de los abolicionistas se trata, ya parece excesivamente socorrido y viejo el de que se matan otros muchos animales con fines no menos superfluos i con métodos igualmente crueles ( la diferencia, eso si, está en que no se venden entradas para verlo ), pero me temo que esto al animal le debe importan poco, como digo, aunque manido, no deja de ser cierto, y me extraña que no hayas hecho mención alguna en tu artículo.
En cualquier caso, ¿hacía falta abrir otro frente?

Joaquim dijo...

Ximo, "Catalunya profunda" es un término no puramente descriptivo, y semejante por tanto a "España mesetaria", por poner un ejemplo próximo. Desde la óptica ideológica nacionalista, esos territorios suelen denominarse "la Catalunya catalana".

Ciertamente son más que localizaciones geográficas, y se refieren a modos concretos y colectivos de vivir realidades sociales y culturales que desde el punto de vista antropológico cabría calificar como "muy cerradas" en sus propios valores. Un literato hablaría de "sociedades ensimismadas".

Anónimo dijo...

He leido muchos artículos sobre la prohibición de las corridas de toros.
La que me parece mas objetiva y mejor, es la tuya, y no es por una predilección especial, es que tocas todos los puntos y lo haces con una forma de escribir irreprochable y que a mi, personalmente, me encanta.

Me ha gustado mucho eso de que el "canibalismo era de los mas tradicional" y sin embargo rechazable.

Es curioso como la gente se apoya en que tambien se hacia en el pasado, para hacer salvajadas.

Me ha ocurrido ver maltratar a un perro, y cuando he protestado, se me ha dicho que siempre se habian tratado así, y que un perro es un perro. Nunca pude saber que quieren decir con eso.

Me alegro de tu vuelta ya que leerte es un gustazo.

Marian