jueves, 5 de agosto de 2010

Canadá, el país del futuro


Unos días pasados en el oeste de Canadá me han devuelto la certeza de que todavía quedan lugares en el mundo que probablemente sobrevivirán a este tardocapitalismo en regreso a sus orígenes más salvajemente manchesterianos que estamos viviendo. Uno de esos rincones a salvo es como digo Canadá, al menos los territorios del Pacífico y el Gran Norte.

El milagro se debe a una combinación interactuante entre acción del Estado y responsabilidad social imposible en estas orillas mediterráneas, y más en estos tiempos en los que lo fashion es abominar de lo público y proclamar nuestro derecho a mear en cualquier esquina. En las provincias del Canadá anglófono lo colectivo marca los límites y lo individual vive tan felizmente dentro de ellos, en una especie de socialdemocracia nórdica mamada desde la niñez que funciona divinamente en un país donde la escuela pública es más prestigiosa que la enseñanza-negocio, no existe la medicina privada y el paro es de apenas el 6%. Claro que los impuestos representan alrededor del 50% del salario medio, pero no parece que los canadienses estén muy preocupados por ello. En varias obras públicas leí este cartel: "Aquí estamos haciendo trabajar su dinero".

Añadan una sociedad multicultural (un tercio de los habitantes de la ciudad de Vancouver son chinos, el 17% de los habitantes de Columbia Británica son indios o first nations como prefieren ser llamados, y está aumentando fuertemente el número de inmigrantes latinoamericanos e incluso de europeos en los últimos años), que a diferencia del este del país (Quebec) vive sus identidades diversas sin problemas de convivencia, una naturaleza preservada con mimo y grandes inversiones, unos recursos naturales ingentes y casi sin explotar (uno de cada cuatro litros de agua dulce del mundo se hallan en Canadá y la provincia de Alberta tiene sin explotar las segundas reservas de petróleo más grandes del mundo, entre otros ítems por el estilo), y un desarrollo inteligente, tecnológico y centrado en industrias no contaminantes (aunque no exento de problemas concretos), y tendrán lo que cabe calificar como uno de los cuatro o cinco países del futuro en los que valdrá la pena vivir cuando reviente de una vez el Casino global en que anda inmerso el neoliberalismo. Crisis y recesión son palabras desconocidas en Canadá, por cierto.

En sucesivos posts les iré comentando más cosas de mi viaje.

En la fotografía, un oso negro joven trepa por el talud de una carretera cerca del lago Medicine, en el Parque Nacional de Jasper (provincia de Alberta, Canadá). Foto del autor.

1 comentario:

JMBA dijo...

Estoy absolutamente de acuerdo contigo. Yo tuve la ocasión de estar en Canadá en 1991, y saqué la misma impresión que tú. Si bien el Este se parece demasiado quizá a Estados Unidos, el Oeste es otra cosa.

Unos años más tarde pude estar en Alaska, y es lo mismo, pero sublimado todavía más. Una tierra donde el hombre se siente realmente pequeño, y obligado a respetar una Naturaleza que le desborda.

Bueno, rayos de esperanza en un Mundo convulso y más bien enloquecido.

Un saludo.

José María