En menos de 24 horas las páginas culturales de los principales diarios se han convertido en una sucursal de la sección que acoge las necrológicas. Todavía andamos con el corazón encogido por el fallecimiento del actor José Luis López Vázquez cuando nos enteramos de que acaba de morir el escritor Francisco Ayala, y hace apenas unos minutos acabo de leer en la edición electrónica de El País que también se ha ido en las últimas horas Claude Lévi-Strauss, quizá el último "maître à penser" europeo.
Los tres tienen en común la avanzada edad a la que han desaparecido: 87 años López Vázquez, los 103 Ayala, y 100 justos el antropólogo y filósofo judeofrancés. Al menos nos queda el consuelo de que sus largas vidas les han dado ocasión de desarrollar sus talentos y dejarnos un legado amplio y enjundioso, del cual podremos seguir disfrutando aunque su presencia física se haya extinguido para siempre.
Efectivamente, la longevidad, capacidad de trabajo y lucidez de los creadores culturales aludidos nos han garantizado consuelo por su ausencia, que podremos aminorar gracias al material audiovisual e impreso en que nos han quedado sus respectivas obras. Así, podremos seguir disfrutando por mucho tiempo de López Vázquez interpretando esos personajes "clase media baja", que son pura sociología del franquismo observada desde la mirada analíticamente precisa y ferozmente divertida de los guiones de Rafael Azcona; de Francisco Ayala nos quedará su narrativa de gran aliento, que retrata descarnadamente un mundo moderno entre el existencialismo y Kafka y de modo singular la Guerra de España (en la que los fascistas asesinaron a casi toda su familia), y la dictadura inmisericorde que la sucedió y fue responsable de su largo exilio; y de Lévy-Strauss, sus trabajos sobre lingüística estructuralista (que alguna vez maldije cuando era estudiante por su densidad, y más tarde aprendí a apreciar por eso mismo), y sus decisivas aportaciones posteriores a la construcción de una antropología estructuralista, que introduce conceptos tan sugestivos como la estructura clánica como origen real de las sociedades humanas organizadas.
En resumidas cuentas y aunque la cultura europea en general y la española en particular hayan sido tronzadas hoy por la muerte de modo tan severo, al separar de su tronco algunas de su ramas más productivas en cantidad y calidad, hemos perdido a los hombres pero nos quedan sus obras. Quizá haya ahí cierto consuelo, como decía antes; en todo caso, por intentarlo que no quede.
2 comentarios:
sí en verdad la obra de estos individuos excepcionales nos ha dado mucho consuelo a pesar de todos los horores de nuestra época...recuerdo lo que dijo Ayala en su ensayo famosa sobre los escritores repúblicanos exilados en América durante el franquismo: "Nuestras palabras van al viento, confiemos en que algunas de ellas no se pierdan"
Disculpa que no haya actualizado el blog con tu comentario estos días, estuve de viaje y no tuve tiempo.
Respecto a lo que comentas, creo que el viento pierde todas las palabras y que seguramente por eso Ayala se hizo escritor, para que se conservaran las suyas en un soporte físico y quedaran a nuestro alcance. En realidad esa es la ambición de todos cuantos ponemos algo por escrito: no tanto que nos lean como que perdure la memoria de nuestras palabras y con ellas, de nosotros mismos.
Por cierto, el nombre de tu ciudad me fascina :)
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