Mostrando entradas con la etiqueta transporte energía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta transporte energía. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de enero de 2010

De cementerios nucleares


El último invento en materia de trágala nuclear se llama "Almacén Temporal Centralizado" (ATC). Dicho así igual podría tratarse del lugar donde El Corte Inglés guarda de un año para otro sus adornos navideños, pero no: el ATC es lo que el pueblo llano llama en román paladino un cementario nuclear, o para ser más exactos "el" futuro cementerio nuclear español uno, grande y libre.

Resulta que después de medio siglo funcionando centrales nucleares en España, parece llegado el momento de hacer algo con la basura (radioactiva, es decir, mortal de necesidad) que producen. Recuerden que las primeras centrales nucleares (Trillo, Zorita, Vandellós) las inaguró Franco, y que en aquellos tiempos la tecnología con la que se construyeron ya era obsoleta y desechada por los EEUU, al modo en que lo eran los tanques y aviones que igualmente nos vendían luego de haberse batido gallardamente en la Segunda Guerra Mundial dos décadas atrás. Imaginen qué residuos han podido estar generando semejantes centrales.

El caso es que desde 1994, los residuos radioactivos que producen estas centrales nucleares se envían a Francia, quien nos alquila sus instalaciones de almacenamiento por 40.000 euros diarios, según acabo de oír hace un rato en Radio Nacional de España, lo que significa que la broma nos ha costado ya unos 200 millones de euros. Sucede que el contrato de alquiler expira pronto, y que los franceses quieren elevarlo a 60.000 euros diarios. Lo peor con todo, es que llevar residuos nucleares a Francia representa el que cada pocas semanas un tren cargado de residuos radioactivos atraviese Catalunya, con el peligro de que Al Qaeda, la CIA o los moritos de Lavapiés le hagan un agujero y se acabe de una vez por todas con "el problema catalán", el dictamen sobre el Estatut y el predominio del Barça en la Liga de fútbol española. Claro que peor es dejar esos residuos radioactivos en bidones al aire libre durante 38 años protegidos sólo por una malla de alambre, como sigue ocurriendo a día de hoy en Zorita. Lo dicho, este país es un milagro de superviviencia... y de irresponsabilidad de sus gestores.

Así que el gobierno Zapatero ha puesto manos a la obra, y ha inventado lo del "Almacén Temporal Centralizado", lugar donde se guardarán, "temporalmente", los residuos radioactivos. Según los "expertos" del asunto, los productos deberán permanecer en el almacén entre sesenta y cien años. Claro que la gente que entiende realmente un poco de estos temas dice que la basura radioactiva tiene una vida de unos 20.000 a 30.000 años, o sea que la temporalidad en cuanto a duración de los residuos nucleares se asemeja bastante a la de la mayoría de las hipotecas suscritas por los españolitos en los últimos años.

El proyecto del ATC representará una inversión de muchos millones de euros, naturalmente, y faltaría más, "creará puestos de trabajo"; unos 300 en la construcción del edificio, y otros 100 permanentes a lo largo de su vida útil. ¿Quién paga? pues el ENRE, obvio, el organismo estatal de control (presunto control) del tema nuclear en España, es decir, el conjunto de los ciudadanos españoles a través de sus impuestos. Los beneficiarios de la operación son una vez más las compañías privadas eléctricas que explotan la energía nuclear española en régimen de oligopolio, quienes no pondrán un céntimo en la eliminación de un problema creado por las instalaciones que explotan. Otro robo multimillonario sin necesidad de antifaz ni pistola.

El señor ministro de Industria acaba de declarar abierta la subasta para ver qué pueblo quiere quedarse con el cementerio nuclear (dejémonos de patéticos eufemismos, y llamamos a las cosas por su nombre). Como era de esperar, las botefadas han empezado a volar inmediatamente. Y no sólo, como era lo previsible, entre los pueblos que pretenden que el ATC se instale en su término municipal, a fin de benficiarse con el diluvio de dinero en forma de compensaciones económicas que supuestamente lloverá desde el Gobierno. Resulta que en el interior de los partidos la leña se ha empezado a repartir a tutiplén y no solo entre antinucleares y pronucleares, sino dentro de aquellos partidos que como el PP y CiU, aún estando a favor de la energía nuclear como un sólo lacayo de las eléctricas, no quieren ni oír hablar de que el ATC se instale en su predio electoral; al final, ya se sabe, la nuclear es una energía con mala prensa y que resta votos. Y es que a la que se disparan las estadísticas de tumores cancerígenos, las inversiones con las que se favorece/chantajea a los municipios colaboracionistas pierden eficacia de una manera pasmosa ante la opinión pública.

Es así como la señora Cospedal, que al parecer es la segunda persona que más manda en el PP tras Rajoy, ha dicho que va a echar a patadas del partido al alcalde de Yebra, en Guadalajara, porque este señor se ha apresurado a presentar candidatura para que se instale en su municipio el cementerio nuclear. Ocurre que la señora Cospedal es candidata (futura) del PP a la presidencia regional de Castilla-La Mancha y definitivamente, no está dispuesta a que en "su" región se abra una guerra entre pro y antinucleares, con el coste de imagen que eso le supondría. Claro que según el PP la energía nuclear es lo más cojonudo (literal) del mundo, así que uno no acaba de entender cúal es el problema; ¿será quizá que la energía nuclear y sus residuos no son en realidad tan cojonudos?. Inmediatamente ha saltado el señor Arenas, que manda mucho en el PP pero menos que Cospedal, para decirle a la señora manchega que a callar y a cerrar filas. Total que esta mañana ya desde la COPE han tenido que llamarles al orden: a ver merluzos, ha venido a decir Nacho Villa, esa voz de las Juntas Ofensivas Nazional-Radiofónicas, ahora que tenéis el viento a favor y que las encuestas os dicen que vais a barrer a los scoalistas del gobierno ¿cómo sois tan burros de empezar a pelearos entre vosotros por semejante nimiedad? Como si el ponerle a uno un Almacén Temporal Radioactivo al lado del huerto de lechugas o de la guardería de los niños fuera un problema. ¿O sí lo es, señora Cospedal?.

Los catalanes nos lo hemos tomado por la tremenda -como casi todo-, y este fin de semana hubo manifestación en Ascó para evitar que el basurero nuclear nos lo pongan al lado de esa central nuclear. Más que nada porque a su vera está Vandellós I, que ya hace unos cuantos años hubo de ser clausurada tras un gravísimo "incidente" nunca explicado del todo, y Vandellós II, que al parecer tiene el récord de "incidentes" nucleares en toda la orilla del Mediterráneo. Y es que en Catalunya se concentra el 40% de toda esta mierda de Industria de la Muerte lenta (o rápida, todo depende de los "incidentes" y de su gravedad, véase Chernóbil), y ya sólo falta que nos pongan también el cementerio "temporal" de los residuos que genera.

Mi olfato me dice que el ministro Sebastián las va a pasar moradas con este tema, porque el hombre en su soberbia acaba de meterse en un jardín del que sólo puede salir con graves quemaduras políticas. Lo que bien mirado, más que un daño colateral sería una bendición.

En fin, todo sea por el futuro de esa energía tan limpia y sin riesgos según dicen, pero a la que ni los dirigentes del PP quieren ver en sus cotos de caza electorales. Algo tendrá esa agua cuando todos la escupen de la boca.

En la imagen, fotografía publicada por El País el 24-01-2010 en la que se muestran los bidones con residuos radioactivos almacenados en Zorita al aire libre y casi sin protección física.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Rusia, el imperio contraataca


Hace algún tiempo ya advertí aquí acerca de que la independencia de Kosovo traería consecuencias. Los rusos no se iban a quedar de brazos cruzados, obviamente. Y es que desde 1989, el Kremlin lleva soportadas demasiadas bofetadas en territorios antaño pertenecientes al imperio soviético y hoy alineados con el rival y triunfador de la Guerra Fría, el imperio norteamericano; ahora parece dispuesto a comenzar a cobrarse las humillaciones recibidas.

Nada llega porque sí. La acumulación salvaje de capital producida durante el mandato de Yeltsin y los primeros tiempos del de Putin, permite al gobierno ruso actual la definición de objetivos de reconstrucción del poder imperialista ruso que hasta hace poco habían quedado relegados a un segundo plano, visto el estado catastrófico en que se hallaba el país tras el hundimiento del régimen soviético. Hoy, el Kremlin y sus aliados de la "sociedad civil" rusa -las bandas de antiguos dirigentes comunistas y gánsters traficantes, reciclados unos y otros en respetables empresarios-, gobiernan una Rusia distinta a la de los años ochenta y noventa, una Rusia que ha recuperado "orgullo nacional" de modo paralelo a un cierto enderezamiento de la macroeconomía. Las grandes mafias rusas -que actúan como verdaderas corporaciones capitalistas- y los sectores de los aparatos del Estado menos tocados por la crisis final soviética -singularmente los de corte represivo y entre ellos, por encima de todos, el antiguo KGB, del que proceden Putin y su entorno-, han conducido un resurgimiento ruso que si bien tiene aún unas dimensiones modestas, si facilita el replanteamiento geopolítico y cuestiona el "fin de la Historia" proclamado a finales de los ochenta por los ideólogos neocon norteamericanos.

El “re-nazimiento ruso" (estupendo neologismo definitorio acuñado por el periodista Manolo Saco; un palabro que define a la perfección las bases ideológicas fascistoides del fenómeno), se basa pues en una campaña de reconquista del espacio antaño ocupado por la vieja potencia imperial, sucedida por un gobierno autoritario y gansteril cuyos dirigentes hunden sus raíces biográficas en el viejo régimen. De la mano de éstos Rusia busca hoy recuperar el prestigio perdido, y es en ese contexto en el que hay que situar sus últimos movimientos internacionales.

El desafío georgiano era pues más de lo que podían soportar los amos del Kremlin. La pequeña república caucásica, que pasó sin solución de continuidad de un régimen títere de Moscú (liderado por el ex ministro soviético de Exteriores, Edvard Shevartnadze) a otro de estricta obediencia pronorteamericana (el actual, presidido por Mijail Shaakashvili), como consecuencia de una de esas "Revoluciones Naranja" propiciadas por EEUU en Europa y Asia Central durante el mandato de George Bush hijo, se ha mostrado arrogante y segura de que su adscripción al campo del imperio triunfante era un paraguas más que suficiente, ante el que necesariamente se detendría una Rusia en lenta recuperación tras la hecatombe padecida; todo un error de cálculo de los políticos georgianos, como hemos visto. Al fondo y como absurda excusa, el destino de Osetia del Sur, un territorio de 50 km de largo por 20 de ancho en el que malviven algunas decenas de miles de ruso-georgianos.

En realidad, la batalla que se está librando ahí concierne al control del paso hacia Europa de productos energéticos llegados desde oriente, a través del único territorio posible -Georgia- que se halla fuera de las fronteras rusas. La jugada imperialista del Kremlin al invadir Georgia no ambiciona la restitución de este país a su imperio, y ni siquiera la anexión de Osetia del Sur; lo que los rusos quieren es condicionar la conducción hacia Europa del petróleo y del gas que ésta necesita. Evidentemente en ese envite cuentan con la anuencia al menos tácita de los EEUU, a pesar de las declaraciones y gestos para la galería de éstos; al fin y al cabo, quien sale perdiendo en esta historia es la Unión Europea, a quien se le estrangulan un poco más sus suministros energéticos.

La guerra de Georgia es pues una mascarada -una más-, en la que los dos viejos enemigos-socios (EEUU y Rusia) intentan eliminar o al menos controlar a un adversario peligroso para ambos (Europa). Naturalmente, las bofetadas llueven -asimismo una vez más- sobre poblaciones civiles indefensas, que son masacradas por unos y otros ante la indiferencia de la comunidad internacional.