
Esta semana ha entrado en vigor la nueva Ordenanza municipal de circulación en Barcelona, que entre otros aspectos limita el derecho de pernada sobre las aceras del que hasta ahora han disfrutado los ciclistas, merced a la estúpida permisividad con que les obsequió el anterior gobierno municipal. Veremos si aún se está a tiempo de reparar el daño hecho en la conciencia cívica de esta gente.
Según parece, a partir de ahora los ciclistas sólo podrán circular por los carriles señalados a tal efecto en las aceras, sin invadir el espacio reservado a los peatones. En todo caso, no habrá carril bici en aceras de menos de tres metros de ancho, y se reafirma la prioridad del peatón sobre el ciclista en el uso de la acera.
Claro que las sanciones para los bestias a pedales no superarán los 30 euros. Y uno no se imagina a la Guardia Urbana barcelonesa multando vehículos que ni siquiera llevan matrícula. Así que mucho me temo que vamos a continuar más o menos igual.
Vista además la agresividad que los émulos urbanos de Induráin van desarrollando -hace apenas unos días un redactor de El Periódico de Catalunya y su esposa fueron atacados a puñetazos por un ciclista sin mediar palabra ante su negativa gestual a cederle el paso-, los peatones vamos a tener que comenzar a pensar en acciones de resistencia pasiva ante los vehículos de tracción animal que nos acosan. Hay que defender el único espacio público de la ciudad que nos está reservado y en el que se supone que deberíamos estar seguros.