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jueves, 10 de noviembre de 2011

Por una Europa con dos velocidades y marcha atrás


Parece que esa especie de Dúo Dinámico carente de todo glamour que forman la canciller Merkel y el presidente Sarkozy ha decidido tirar por la calle del medio y proponer una Europa a dos velocidades. Inmediatamente les ha secundado Durao Barroso en nombre de la Comisión Europea. Se supone que en ese grupo de países, núcleo duro de la (re)construcción europea también estarán, como no puede ser de otra manera, España e Italia.

Ya era hora de que se impusiera la cordura en esta cuestión. Desde la famosa "Ampliación al Este", la Unión Europea (UE) no ha dado una a derechas. El salto sin red de 17 a 27 Estados originó un sinfín de problemas económicos y políticos no resueltos, que la actual presunta crisis financiera global no ha hecho sino agravar hasta el extremo. El proyecto europeo nunca logró recuperarse de haber tenido que incorporar de golpe un puñado de economías ficticias procentes del antiguo imperio soviético, reconvertidas sin solución de continuidad al capitalismo más salvaje tras una intensiva y brutal acumulación de capital proveniente de todos los tráficos ilegales que puedan imaginarse. De los nuevos socios, solo la República Checa y acaso Hungría tenían condiciones para digerir la europeización de sus economías sin provocar y provocarse  más problemas que beneficios. Para postre, la mayoría de esos países están dirigidos políticamente desde las respectivas embajadas de los EEUU, lo que equivale a haber metido al enemigo en casa.

Recuperar la Europa de los 17 articulada políticamente en torno al eje franco-alemán y económicamente a la Zona Euro, sería una muestra de sensatez que no puede recuperar los años perdidos pero que sí pondría las bases de un futuro ordenado y coherente en estos asuntos. El siguiente paso debería ser el diseño de una política fiscal única para esa Europa "núcleo duro", y la definición de un marco de relación viable y mutuamente beneficioso con los países que nunca tuvieron condiciones objetivas para participar en el proyecto europeo. Un proyecto que debe acelerar a corto plazo  la integración política y económica mediante la unificación en una sola entidad supraestatal de la zona UE y la zona del euro. Todo lo demás son paños calientes.

Cabe pues interpretar que estamos ante una aparente marcha atrás en el proyecto de construcción europea, que en realidad deberá ser solo un retroceso para tomar impulso hacia adelante. Nunca se debió comer más de lo que se puede tragar, y o se rectifica de una vez o puede ser el conjunto de Europa quien salte por los aires, asfixiado por bocados tan poco apetecibles como Rumanía, Bulgaria y los Países Bálticos, por no hablar de las repúblicas balcánicas nacidas de la voladura de la ex Yugoslavia, que ya están llamando a la puerta de la integración europea. Parece ser que por fin, el remedo de líderes que tenemos en Europa van entendiendo estas cosas elementales.

domingo, 30 de mayo de 2010

Militarismo español y crisis económica


Gran show militarista este fin de semana en Badajoz. En plena crisis -o eso dicen-, se organiza un lucido desfile de las Fuerzas Armadas españolas(FFAA), luego de 15 días de anuncios en los medios destinados a convencernos de que el Ejército español es la mayor ONG del mundo. Pues la verdad, si a lo que se dedica esta gente según se veía en la publicidad es a salvar náufragos, curar niños haitianos y repartir sonrisas entre los ciudadanos afganos, lo mejor sería que los licenciaran a todos y se apuntaran en ONG's reales; nos saldría infinitamente más barato.

Porque resulta que a pesar de que lo que presume doña Barbie Chacón, nuestra ministra de la Guerra y otras Ayudas Humanitarias, en el sentido de que España es uno de los países de Europa que menos gasta en este negocio, el Ejército nos sale a los españolitos por un ojo de la cara. Las cifras cantan. Nada menos que veintesiete mil millones de euros componen la deuda de las FFAA: casi dos veces lo que el gobierno Zapatero pretende reunir saqueando los salarios de los funcionarios y las asignaciones de los pensionistas. Y eso que alrededor de dos tercios de las inversiones en I+D españolas van a parar a la industria armamentística (comisiones aparte, se supone).

Más: mantener a cada soldado español en Afganistán nos sale por sesenta millones anuales de las antiguas pesetas. Un precio un poco caro para mantener en el poder en ese país asiático a los Señores de las Amapolas y al resto de corruptos sicarios de Washington.

Más: según la web de las FFAA, el sueldo bruto inicial para los recién ingresados era en 2008 de 14.420 euros brutos anuales, una verdadera fortuna para gente que en su mayoría llegan a los cuarteles huyendo del andamio en España o del hambre en Latinoamérica, y que mientras estén en el Ejército no tendrán gastos de alojamiento, comida y ropa; que se sepa, a pesar del recorte salvaje en los sueldos de los funcionarios que se aplicará a partir del mes que viene nadie ha hablado de meter tijera a tamaña barbaridad, ni de que vayan a desaparecer los sueldos dobles que se cobran mientras se participa en "misiones en el extranjero", ni de otros privilegios no sólo ecónomicos de los que disfrutan los componentes de las FFAA por el hecho de serlo.

Y naturalmente está el tema de las plantillas, que parece un chiste delirante. Según datos publicados hoy mismo por El País, en España hay 86.000 soldados y marineros de tropa y 50.000 oficiales. Para "adecuar el tamaño de la plantilla del Ejército a las exigencias de la crisis", en 2013 habrá 80.000 soldados y marineros (6.000 menos)...y seguirá habiendo 50.000 oficiales. Es decir, tocan aproximadamente a un oficial cada soldado y medio; si fuera una película del Oeste, se podría decir que en el Ejército español hay casi más jefes que indios. Sólo el diablo sabe para qué sirve una organización en la que hay más directivos que trabajadores.

Y en fin, no seremos demagogos y no preguntaremos cuánto ha costado el espectáculo de Badajoz. Recordemos sin embargo que hace unos días la prensa cavernaria y el PP se llevaban las manos a la cabeza porque la intervención del presidente de la Generalitat catalana en el Senado español costó 6.000 euros en traducción simultánea; seguro que en el desfile y resto de actos han gastado bastante más. ¿Alguien ha protestado por este derroche estúpido, en tiempos en los que el gobierno dice verse obligado a recortar las magras pensiones de nuestros ancianos?.

Dicen los expertos que un ejército europeo saldria infinitamente más barato que mantener los ejércitos "nacionales", y además sería más funcional desde el punto de vista operativo. Claro que si los militares españoles dejaran de envolverse en la bandera patria y se subsumieran en una especie de cuerpo de funcionarios a escala europea, ¿dónde quedarían todos esos privilegios de los que ahora gozan una vez el honor, el patriotismo y todas esas zarandajas fueran substituidos por criterios de eficacia profesional a escala continental, y percibieran salarios seguramente más ajustados a la realidad sociolaboral de su país?.

domingo, 25 de marzo de 2007

50 años de construcción europea


El 50 aniversario de la firma del Tratado de Roma, el documento que puso los cimientos de lo que primero se llamó Mercado Común europeo y hoy es la Unión Europea (UE), encuentra al proyecto inaugurado entonces inmerso en una grave crisis que amenaza con liquidarlo.

En 50 años Europa ha sido capaz de avanzar de modo importante en la integración económica y también ha dado pasos significativos en la integración social y cultural, pero se ha mostrado incapaz de progresar debidamente en el ámbito político. Escarmentados por siglos de guerras intestinas entre las docenas de países que conviven o coexisten en el relativamente reducido espacio continental europeo -sobre todo, por las consecuencias de las dos guerras mundiales libradas en el siglo XX, iniciadas ambas en el suelo del Viejo Continente-, los europeos creen en la necesidad de colaboración entre ellos si ésta tiene resultados positivos en la pacificación general y en la mejora de su calidad de vida, pero no están muy convencidos de que deban someter sus peculiaridades político-jurídicas nacionales a un ente superior unitario por muy federal que sea.

El fracaso al que se arriesga el proceso de integración política europea tiene su plasmación gráfica en la incapacidad de sacar adelante de modo consensuado una Constitución que dote a la UE de un perfil jurídico propio en el seno de la comunidad internacional. Las rencillas, los egoísmos y el cálculo político pedrestre han embarrancado el texto constitucional, y en realidad nadie parece tener mucha prisa en desatascarlo. Mientras, el tiempo corre, y los enemigos se arman. Ya en los años 90 las garras del Imperio se aposentaron sobre amplios pedazos del suelo europeo: la mayoría de los Estados surgidos en Europa central y del Este tras el hundimiento de la Unión Soviética (1989), son hoy Estados-clientes cuando no directamente vasallos de los EEUU, en algún caso tras guerras brutales como la que destrozó la antigua Yugoslavia.

Tal vez por ello la Europa de los 15 aceleró la entrada en la UE de una docena de Estados que bajo ningún concepto estaban preparados para incorporarse al proyecto europeo, pensando que la capacidad económica de la Unión podría absorber la ampliación sin problemas pero obviando las realidades políticas de países que como Polonia, Eslovaquia o Rumania, son hoy dictaduras fascistoides dirigidas desde las sedes de las respectivas embajadas norteamericanas en sus capitales. De todos esos países recién ingresados sólo la zona griega de Chipre, la República Checa y Hungría cumplen unos mínimos exigibles tanto en materia económica como política. La incorporación del resto ha supuesto simplemente cargar con rémoras económicas y meter al enemigo en casa en materia política y de legislación de derechos, como está demostrando el caso polaco con su depuración de cientos de miles de personas supuestamente vinculadas al regimen anterior, su persecución de homosexuales y todo tipo de minorías y la imposición desde el poder de una ideología rabiosamente nacionalista y clerical de claro corte fascista.

Para España, que junto con Portugal fue admitida en la UE en 1986, estos 20 años han significado la mayor transformación llevada a cabo en su historia en todos los campos, comenzando evidentemente por el económico. El salto adelante dado por el país no tiene precedentes, pero más allá de la compacta euforia oficial y de cierto euroescepticismo snob en algunos sectores populares, hay cifras que pintan un panorama un tanto distinto y no por poco conocido menos real: resulta que mientras el PIB español probablemente alcanzará al alemán en el próximo quinquenio, la renta per cápita española sigue en la cola de los 15 y sólo por encima de Grecia, Portugal y los 12 recién llegados. Esa disonancia tiene una traducción directa: los ricos en España son cada día más ricos en tanto las clases medias y populares simplemente no participan del banquete. La redistribución de los beneficios de tan singular crecimiento económico es pues, inexistente.

No es extraño entonces que muchos españoles aún siendo conscientes de cuanto la integración en la UE ha aportado al país no vean el futuro de la Unión con mucho optimismo, y que en general sea creciente el número de ellos que se desentienden del proceso. Y sin embargo, fuera de la UE cada día que pasa hace más frío, así que contribuir a su desaparición o al menos a su estancamiento -como hacen nuestros "conservadores" euroescépticos y pronorteamericanos- representa más que una prueba de estupidez política, una insensata inclinación al suicidio.