
Está científicamente demostrado que en EEUU cuando el paro sube, la Bolsa neoyorkina se dispara hacia arriba. Es natural, los sueldos producen inflación; por tanto, a menos sueldos pagados, mayores son los beneficios.
De lo que se deduce que los salarios representan un obstáculo al crecimiento económico. La solución consiste lisa y llanamente en prohibir que las empresas los paguen. Y punto pelota.
Hay dos vías posibles para evitar entonces que los trabajadores y empleados se mueran de hambre, más que nada porque esa circunstancia comportaría el cese de toda producción:
Una, pagar a los trabajadores en especias, y que se busquen la vida luego haciendo trueques entre sí. Por ejemplo, quien trabajara en una fábrica de papel higiénico recibiría a final de mes una cantidad "x" de rollos de ése producto, una porción de los cuales podría trocar con el pollero de la esquina a cambio de unas pechugas y unos muslitos con los que alimentar a su prole. Porque si realmente es cierto de toda certeza que todo hijo de madre necesita comer, no lo es menos que una vez hecha la digestión y expulsados los subproductos resultantes hay que limpiarse el culo con algo apropiado, y de esa ley universal no se escapan ni los polleros, obviamente.
La segunda solución -e innegablemente la más atractiva desde el punto de vista de las ideas aportadas por la revolución neocon-, sería la reintroducción de la esclavitud, tal como proponía un joven y brillante diputado thatcheriano en la añorada serie de la BBC “Sí, ministro”.
La segunda solución -e innegablemente la más atractiva desde el punto de vista de las ideas aportadas por la revolución neocon-, sería la reintroducción de la esclavitud, tal como proponía un joven y brillante diputado thatcheriano en la añorada serie de la BBC “Sí, ministro”.
No cabe duda de que la esclavitud es un sistema lleno de ventajas incluso para los propios trabajadores, pues en estos tiempos de “adelgazamiento del Estado”, deslocalización de las empresas, salarios de miseria, hipotecas impagables y resto de virtudes de la economía de mercado, la esclavitud garantiza techo, cama y alimento al currante. Además, si el amo vende a los hijos del esclavo antes de que los críos entren en preescolar, éste se libra inmediatamente de tener que hacer frente a los gastos resultantes; calculen ustedes la pasta gansa que el afortunado padre se ahorraría en la educación de sus retoños. Todo ventajas, como puede comprobarse.
Y es que nadie es tan estúpido como para dejar morir de hambre a un esclavo, y en cambio el que reviente un asalariado no le preocupa, literalmente, ni a Dios.
Y es que nadie es tan estúpido como para dejar morir de hambre a un esclavo, y en cambio el que reviente un asalariado no le preocupa, literalmente, ni a Dios.