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martes, 10 de febrero de 2009

Eluana ya es libre


Sigue la terrorífica Danza de la Muerte organizada por los poderes más siniestros en torno a Eluana Englaro, la mujer a la que después de 17 años en coma vegetativo no se la dejaba escapar a tanto sufrimiento propio y de sus seres queridos. Dice la Iglesia católica que a Eluana "la han matado", aunque la justicia italiana no encuentra indicios de "crimen" en el modo en que murió, a los tres días de retirársele la alimentación e hidratación asistidas.

Al frente de ese disparate macabro que transgrede todo respeto y piedad debidos a un ser humano, el ¿ex?nazi que manda en el Vaticano y el neofascista que gobierna Italia continúan su indecente y cínica campaña en pro de la "vida", de una vida que sólo existía en sus calenturientas mentes. Afortunadamente Eluana no ha estado sola, su derecho a morir dignamente ha sido defendido por su familia, por algunos médicos valientes, por la justicia italiana no corrompida y por un presidente de la República que ha hecho frente con energía a la ofensiva clérico-fascista. Vergonzoso sin embargo ha sido el papel jugado por toda la izquierda, desde los social-liberales excomunistas del Partito Democratico (¿dónde se ha escondido todos estos días Walter Veltroni?) hasta la extrema izquierda presuntamente radical: ninguno ha salido a la calle ni ha abierto la boca en contra de esa infame condena a (mal)vivir que pretendía (y parece seguir deseando) perpetrar Berlusconi, creando una ley exprofeso para éste caso, un "diktat" que de presentarse sería aprobado por el Senado pero no firmado por el presidente Napolitano.

Beppino Englaro, el padre de Eluana, aseguraba en una reciente entrevista en El País que "la condena a vivir sin límites es peor que la condena a muerte". No sólo eso. Obligar a alguien a vivir contra su voluntad y contra la propia naturaleza de las cosas, es un acto político profundamente fascista, de posesión feudal de los cuerpos y las mentes por parte de instituciones que carecen de todo derecho sobre la persona.

Alguien en Italia debería llevar a los tribunales a los dos canallas, el ¿ex?nazi y el neofascista, por haber intentado violentar el derecho más sagrado e inalienable: el de disponer de uno mismo.