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miércoles, 21 de mayo de 2008

El hijo del dueño va para proxeneta


Oriol Pujol Ferrusola, híjisimo de Jordi Pujol Soley, ex presidente de la Generalitat de Catalunya, acaba de llamar al Gobierno catalán actual "casa de putas".

Los exabruptos del niñato de marras -que biológicamente ya está bastante crecidito, por más que su desarrollo neuronal parezca desmentirlo-, no son cosa nueva. Su arrogancia, chulería y mala educación, tan caras por otra parte a los "jóvenes lobos" del pujolismo, viene de lejos. El año pasado, sin ir más lejos, llamó al presidente Montilla "bèstia grossa", gran animal, en castellano. Ya entonces se negó a rectificar, cosa que volvió a hacer ayer mismo.

Los malos modos habituales entre estos ganapanes de la burguesía catalana, enriquecidos a la sombra de turbios negocios familiares -ahí está los casos de los hijos de Pujol, Jordi y Josep, el primero sumergido en escándalos notables de la mano de sórdidos empresarios, y el segundo socio nada menos que de Manuel Prado y Colón de Carvajal y Javier de la Rosa, y el de la propia madre del clan, Marta Ferrusola, la florista de Catalunya más afortunada en cuanto a contratos millonarios conseguidos-, son los propios de los nuevos ricachos que se creen con derecho de pernada sobre su país y sobre las gentes que lo habitan. Del propio presidente Jordi Pujol, amo y señor de Catalunya durante un cuarto de siglo, se recuerdan sus estrechas relaciones con dos delincuentes convictos y encarcelados: Javier de la Rosa -a quien Pujol proclamó en su día "modelo de empresario catalán"- y el juez delincuente Lluís Pasqual Estivill, quien en sus días de gloria fue vocal del Poder Judicial a propuesta y en representación de CiU.

En ese ambiente de desfachatez, dinero fácil y derecho de propiedad sobre el propio país como si fuera un cortijo heredado, ha crecido el niñato Oriol Pujol Ferrusola. No es extraño por tanto que piense en la Generalitat catalana como una "casa de putas", probablemente influido por el largo y corrupto tiempo en el que su padre fue administrador único del burdel: recuerden casos como Casinos de Catalunya, fondos de la Conselleria de Treball, Lluís Prenafeta, Josep Maria Cullell, las comisiones del 3% en la obra pública y tantos otros, algunos aún en tramitación judicial y pendientes de sentencia.

De lo que no cabe cabe la menor duda es de que Oriol Pujol Ferrusola hará algún día un excelente proxeneta de Catalunya, si logra cumplir su sueño y el de su clan familiar y llega a ser presidente de la Generalitat catalana. Maneras tiene, y el ejemplo lo ha mamado en casa.

miércoles, 9 de mayo de 2007

El hijo del dueño

(Publicado originalmente en Izaronews, 8-5-2007)

En catalán, cuando se dice de alguien que es el "fill de l’amo" (el hijo del dueño), se está aludiendo tradicionalmente a mucho más que a una mera relación paterno-filial.

El "fill de l’amo", ya sea en el medio rural o en el urbano, es personaje que ha dado mucho juego en la literatura y en el teatro catalanes. A menudo se trataba de un jovenzuelo caprichoso y estúpido, al que su papá se lo consentía todo. El "fill de l’amo" pasaba alegremente sus días entre putas y francachelas, y de vez en cuando la gozaba tocándoles las narices a los trabajadores de la finca o la fábrica propiedad de su padre.

En caso de ser el primogénito, cuando semejante personaje crecía se aparejaba con una "pubilla" (heredera) de posibles, y luego de tener descendencia con ella (y a menudo con alguna otra) y garantizar así la continuidad de la dinastía, le llegaba la hora de hacerse cargo del negocio familiar. Casi siempre el nuevo "amo" solía ser un elemento todavía más despótico que su progenitor. En ocasiones, el antiguo crápula juvenil devenía en un vividor que en poco tiempo dilapidaba la herencia recibida.

El carácter de todo "fill de l’amo" que se preciara, fuera "l’hereu" (el heredero) o no, combinaba una mezcla perfecta de egoísmo, arrogancia y doblez. No es extraño pues que su visión del poder se basara en una única idea: que por provenir éste directamente y al alimón de la divinidad y de los genes familiares le pertenecía a él y a los suyos "por cojones", y que asimismo "por cojones" debía ser conservado.

Naturalmente, y como ya habrán deducido por su cuenta los sagaces lectores, las filas del franquismo de postguerra se nutrieron en Catalunya de muchos "fills de l’amo" ansiosos de revancha y de suculentos "negocis".

Semejante institución social no finalizó con la llegada de la democracia, ni mucho menos. Catalunya es tierra de tradiciones arraigadas, y los "amos" y sus "fills" simplemente se reciclaron. Durante un cuarto de siglo el pujolismo les dio cabida a todos; la luz del ejemplo provenía directamente del remedo de Familia Real catalana articulada en torno al patriarca Jordi Pujol.

Aunque el primogénito de Pujol sea Jordi Pujol Ferrusola –un señor que ya a mediados de los ochenta hacía grandes negocios con personajes muy poco recomendables-, el verdadero "fill de l’amo" de Can Pujol ha sido y es Oriol Pujol Ferrusola. En tiempos del crepúsculo político de su papá, Oriol hizo famosas sus patillas a lo Curro Jiménez en los pasillos de la política y los negocios catalanes. Situado primero en la Generalitat como "número dos" de Trabajo e Industria supuestamente a las órdenes del conseller Fernández Teixidó –el antiguo trostkysta reciclado en "hombre de Suárez" en Catalunya y luego pasado al partido pujolista, cuyo nombre salió a relucir hace un año tras operaciones policiales contra la mafia rusa en Barcelona-, y ya en la oposición como verdadero "hombre fuerte" del grupo parlamentario de CiU en el Parlament de Catalunya, su carácter colérico, su agresividad y su chulería han convertido a Oriol Pujol en personaje temido dentro y fuera de su partido. La última por ahora de sus salvajadas ha sido llamar "bèstia grossa" (gran animal) al President Montilla durante un debate parlamentario que hasta su intervención discurría por cauces de absoluta normalidad. Cuando se le pidió que rectificara e incluso se le ofreció una versión para sus palabras que rebajara la ofensa aun manteniendo la crítica, Oriol Pujol tras consultar con la mirada a Felip Puig, portavoz de CiU (quien negó con la cabeza, instándole a permanecer firme), mantuvo el insulto en los términos en que había sido pronunciado. Pujol Ferrusola ni siquiera fue amonestado por la mesa.

El vergonzoso comportamiento de Oriol Pujol no es solo una falta de respeto hacia la persona de José Montilla sino una bofetada directa a la institución de la presidencia de la Generalitat, la misma que su padre ocupó durante casi un cuarto de siglo. Un mandato el de Pujol, por cierto, durante el cual los aspectos protocolarios y la pompa asociada a la entonces sacrosanta figura del President de la Generalitat de Catalunya se llevaron hasta extremos ridículos, en consonancia con la megalomanía del personaje.

Abierta la veda del desprestigio de la que ellos mismos nos hicieron creer que era tan alta institución, que no se extrañen el señor Oriol Pujol y los pujolistas en general si algún día y en el supuesto de que éste "fill de l’amo" llegara a President de la Generalitat, un diputado de la oposición le llamara en sede parlamentaria "gros lladre" o "xulo putes". Donde las dan, necesariamente han de saber tomarlas.