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jueves, 27 de agosto de 2009

El Gobierno de Aragón amenaza con sancionar la exhumación de republicanos asesinados durante la guerra civil española


El pasado 25 de agosto, el diario El País publicaba una noticia de esas que hay que leer dos veces para creerse que algo así sea posible. El titular es demoledor: "Aragón estudia sancionar la exhumación de dos fusilados".

Resulta que el Gobierno aragonés ha enviado una carta a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de esa comunidad, advirtiéndoles de que al desenterrar los restos de dos ciudadanos asesinados por los franquistas durante la mal llamada guerra civil han podido cometer una "infracción grave", por la que se le podría imponer una multa cuyo importe oscilaría entre un mínimo de 60.000 y un máximo de 300.000 euros.

La presunta "infracción grave" la cometió la ARMH cuando decidió abrir una fosa común en Valderarnero (Calatayud) el pasado 17 de julio. La carta del gobierno aragonés requiriendo un informe "detallado" de la actuación llevada a cabo y amenazando con "la posible incoación de un expediente sancionador", está fechada el 24 de julio.

Llama la atención tanta diligencia en una administración autonómica española, que si por algo suelen caracterizarse no es precisamente por su prontitud en la respuesta al menos cuando actúan a instancia de parte. Por ejemplo, uno tiene algo más que dudas de que en el territorio de Aragón se haya llevado a cabo la total retirada de símbolos franquistas, prescrita en su día por una ley de ámbito español (y por tanto superior y obligatorio para el nivel autonómico).

El vicepresidente de la ARMH, Santiago Macías, manifestaba al diario su confianza en que el Gobierno de Aragón no cumpla su amenaza. "Si lo hace, estará castigando a los familiares de las víctimas, que son los que promueven la apertura de ésta y de todas las fosas". Dice el señor Macías que ellos pidieron permiso al Ayuntamiento de Calatayud, que además, "era propietario del terreno donde se encontraba el enterramiento clandestino y nos lo dio".

No conozco de nada a don Santiago Macías, pero me parece un hombre dotado de una buena fé inagotable. Uno hace tiempo que dejó de hacerse ilusiones en relación a don Marcelino Iglesias, presidente del gobierno regional aragonés, y de la gente que le rodea. Recuérdese el feo asunto de Gran Scala, el presunto proyecto de convertir la comarca de Los Monegros en un macro Las Vegas a la española, impulsado por unos "inversores" de quienes lo poco que se sabe no es precisamente bueno y en el que el Gobierno de Aragón se ha implicado de hoz y coz, cambiando incluso la legislación autonómica en materia de ordenación territorial para facilitar a los supuestos inversionistas la presunta compra de terrenos. Si alguien que dice ser de izquierdas es capaz de actuar así, no puede extrañar mucho que haga suyas las decisiones de un burócrata que se atreve a amenazar por carta a unos familiares de ciudadanos asesinados, que sólo pretenden recuperar los restos de sus deudos setenta y tantos años después de que fueran arrojados a una zanja ("enterramiento clandestino", lo llama hiperbólicamente el señor Macías).

Si a don Marcelino Iglesias le queda algo de socialista -es una posibilidad retórica, obviamente- o incluso simplemente de gestor preocupado por el bienestar moral y material de sus administrados y el respeto a quienes murieron por defender principios que se supone él comparte, debería inmediatamente echar a patadas de su Gobierno aragonés al imbécil que firmó la carta dirigida a la ARMH el 24 de julio de 2009. Y seguidamente, disculparse por escrito ante el señor Macías y esa Asociación.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Marcelino Pan y Casino


El anuncio de que existe un proyecto para levantar un megacomplejo dedicado al juego y al ocio en la comarca aragonesa de Los Monegros, no sólo ha dejado estupefactos a lugareños y forasteros sino que amenaza con convertirse en una de las polémicas de moda en toda España.

No es para menos, pues los detalles del proyecto parecen arrancados directamente del guión de "Bienvenido, mister Marshall". Al parecer, y según se ha anunciado desde los aledaños del gobierno regional que preside el socialista Marcelino Iglesias (en coalición con la derecha regionalista, el PAR), un grupo internacional formado básicamente por "emprendedores" británicos estaría dispuesto a invertir en el sur de la provincia de Huesca 17.000 millones de euros a lo largo de los próximos 10 años, a fin de levantar allí 32 hoteles-casino, 5 parques temáticos, un hipódromo y una plaza de toros entre otras iniciativas semejantes, que se ubicarían en una superficie total en esta fase de 10.000 hectáreas.

No hay que ser muy espabilado para deducir que si esto se lleva adelante no tardarán en haber otras fases sucesivas, en las que florecerán alrededor urbanizaciones formadas por decenas o centenares de miles de viviendas de lujo, con sus jardines privados, sus campos de golf y el resto del acompañamiento que revaloriza estas operaciones especulativas. El negocio sería redondo, porque el metro cuadrado de terreno en Los Monegros debe ser ahora de los más baratos en España. Las plusvalías resultantes serían gigantescas.

Lo primero que cabe preguntarse es quiénes son realmente los "emprendedores" que crearán y explotarán el invento, caso de que cuaje, y de dónde saldrá ese diluvio de dinero que dicen invertirán. Ya sabemos que en todas partes detrás del juego están las mafias y el blanqueo de dinero. Sería rarísimo pues que tras una megaoperación como ésta, que sus mismos promotores dicen dejará en mantillas a Las Vegas, no hubiera dinero sucio a espuertas.

Y es que 17.000 millones de euros no caen del cielo por ensalmo.

Luego hay que evaluar el disparate que supone arrasar una comarca entera y terminar para siempre con un modo de vida que, mejor o peor, ha llegado hasta hoy. Porque no les quepa duda de que si esa bestialidad se lleva a cabo, de Los Monegros no quedará ni el recuerdo; es imposible que un ecosistema frágil y ya bastante machacado sobreviva a un desembarco así. Claro que como Los Monegros es una comarca "desértica", como se hartan de explicar medios de comunicación, políticos profesionales y otros gurús sociales, pues a saco con ella; total el "desierto" está para eso, para montar casinos cuando no hay petróleo.

El que Los Monegros constituya un ecosistema único en Europa carece pues de importancia. Y el que vivan allí -todavía- algunas decenas de miles de personas -0'7 por km, se nos informa-, aún tiene menos. Al cabo ya nos anuncian de entrada la creación de 30.000 empleos, y esa es la golosina que debería fulminar todas las resistencias.

La verdad es que no sé si los 30.000 puestos de trabajo son sólo para el levantamiento de esa fantasmagoría a lo Sodoma y Gomorra del siglo XXI, o incluyen también los múltiples empleos que luego serán necesarios para que todo funcione y a los que probablemente puedan optar los monegrinos de modo preferente; ocupaciones tan atractivas como aparcacoches, prostituta, "segurata" o señora de la limpieza, por poner sólo unos puestos básicos en ese tipo de negocios. En todo caso, esos ya famosos 30.000 empleos no son más que la calderilla de la operación.

Con todo, lo grandioso del asunto es que según cuenta la prensa estos días, el señor Marcelino Iglesias y su gobierno "ven con buenos ojos" (sic) este super-mega-hiper pelotazo. Quién lo hubiera dicho del compañero Marcelino, en cuyas manos tantas esperanzas de renovación socialista aragonesa se pusieron en su día. Luego ya nos empezó a sorprender con su enfoque patriotero a lo Jordi Pujol del tema del agua; pero con esto de ahora nos deja de piedra, como cabezo monegrino, al verlo apostar todo su capital político en la ruleta de los "inversores internacionales" que amparan el descomunal pelotazo.

Habrá que volver sobre este asunto, para ver cómo evoluciona. De momento, crucemos los dedos y a esperar que como en "Bienvenido, Míster Marshall" los americanos, una vez más, pasen de largo.